Una Oportunidad Para Amar (lady Esperpento) Ar1

XXX

Duncan

Al principio todo quedó en completo silencio.

Ninguno respondió, ni tampoco Duncan soltó a su víctima porque tenía en mente destrozarlo, no dejarlo ir de rositas.

—¡Rothesay! — increpó con advertencia el demonio pelirrojo, pero aquel paso de su entidad.

Le importaba muy poco lo que desease.

Dejaría de ignorarle, y sencillamente acabaría con el mal de raíz, demostrándole a las malas que con lo suyo nadie se metía.

Sin embargo, la actitud jocosa del recién llegado no se perdía, porque fue el único que atendió al cuestionamiento del dueño de casa, pese a que su humor no estaba en su mejor momento.

—Verá, estimada Excelencia— soltó a Ángeles llegando ante aquel, frenando su intención de seguir amenazando a los hombres que se estaban enfrentando, ahora forcejeando, porque Archivald era fuerte, pero en comparación con Duncan nunca tendría oportunidad de derribarle.—Al llegar a su humilde morada— señaló el lugar con una sonrisa en los labios—, bajaba de mi carruaje cuando me encontré con una escena que necesitaba de mi intervención— miró por encima del hombro a Ángeles que intentaba separarlos sin obtener éxito—. No luche querida, que mi primo no lo dejara libre hasta sentir su orgullo saciado— si lo escuchó poco le importó su opinión, así que encogiéndose de hombros regresó su vista a Montrose, que no interfería porque, aunque no entendiera se negaba una disputa de caballeros, que muy dentro de sí, presupuestaba porque era—. Como le decía...

—Al punto concreto de la situación, Bristol— volvió su vista a la dama que dejó de interponerse al escuchar la imposición de su tío, rogándole con la mirada que no dijese nada, pero si así lo quisiera para no perjudicarle las acciones contaban más que las palabras.

Aparte de todo, por más de que tuviera en parte su voluntad, el disfrutaba del espectáculo y este tenía que ser recompensado como tal.

Lo lamentaba por ella, pero existían prioridades.

—A ese mismo fue Duncan cuando su heredero intentó robarse a su esposa— chasqueó la lengua con fingido pesar—. Un inconveniente, que como podrá notar, no podía dejar pasar.

Montrose miró de el a la escena, para posar sus ojos en Ángeles y después de suspirar con pesadez dirigirse al epicentro, no sin antes apreciar como Rothesay le daba otro golpe que lo tumbaba al suelo, interponiéndose antes de que aquello se convirtiera en una carnicería.

O eso parecía, porque ahora fue el quien levantó a su heredero por el cuello de la levita, mirándole con ira contenida.

—El orgullo de un hombre no se mancha de esta manera— gruñó con la mandíbula tensa.

—Estoy yendo por lo que quiero— respondió con sangre en los labios su primogénito—. Usted me enseñó a luchar por lo que deseo.

—También a rendirte cuando resulta imposible, y lo que ansías ya tiene dueño.

—Es un ser humano, que tiene el poder de decidir qué hacer con su vida.

—Ángeles— llamó al punto discordante, que respingó al lado de Duncan el cual la apresó de la cintura inmovilizándola, pero no la necesitaba a su costado, solo que respondiera a su pregunta— ¿Es verdad? — no habló— ¿Quieres irte con él? — pese a que guardó un poco más de silencio, cuando respondió fue decidida, ahora siendo la que abrazaba al rubio, como si este fuese el cimiento que la mantenía de pie.

Con vida.

—No— ante la respuesta, Archivald apretó los ojos devastado—. Nunca le di pie a tamaña ilusión.

—¿Pensabas llevártela a la fuerza malnacido? — rugió Duncan dispuesto a acabar con su estampa, pero Ángeles se le pegó al cuerpo sin dejarlo avanzar.

—Vete— le dijo a su heredero—. Toma ese barco y regresa cuando tengas la mente clara— lo soltó con fuerza haciéndolo tastabillar—. Cuando recuerdes que no crie un cobarde que deshonra no solo el apellido, si no a una dama comprometida que ama a su marido— negó testarudo—. No me hagas ser yo quien te enseñe a comportarte como un Stewart, sin importarme que haga sufrir a tu madre— la mención de la última lo hizo reaccionar, y tomando lo poco que le quedaba de orgullo se internó en el carruaje sin mirar atrás.

Agradeciendo que su progenitora estaba con Aine, seguramente descansando, o siendo entretenida por Alistair para que no sufriese por sus acciones poco inteligentes.

Lamentaba defraudarlo.

Dejar a su madre y hermanos sin una despedida digna.

Pero tenía que hacerlo.

Había causado un daño, que no podría reparar por el momento.

Regresaría, pero no sabía cuándo.

No evadiría sus responsabilidades, asumiría las consecuencias de sus actos, solo necesitaba estar lejos para sanar y olvidar.

Como se lo exigía su padre.

Ser tan iluso de que su propuesta podría ser aceptada por una mujer tan inalcanzable como ella, lo había dejado abatido.

Debía de hacerse a la idea que, aunque no la pudiera olvidar ella jamás lo querría y seria para él.

Nunca lo fue.

El solo se subió en ese barco, que sin zarpar ya había naufragado, llevándose consigo cada entraña de su ser.

════  ═══

Angeles

Ángeles vio como partía el carruaje de su primo, mientras Duncan deshacía su agarre para ir al encuentro de su tío, y no pudo evitar que los ojos se le llenasen de lágrimas.

Habiendo lidiado con tanto en tan pocas horas, que se sentía exhausta con el único pensar de pretender descansar.

Si bien era cierto que nunca pensó en aceptar la propuesta descabellada de su primo, le dolía quedar en esos términos con aquel.

Cómo unos completos desconocidos, cuando desde un inicio pretendió que se viesen como si fueran hermanos.




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