Una Oportunidad Para Amar (lady Esperpento) Ar1

XXXIII

Ángeles

—Hija, por favor cuídate— exclamó Catalina con lágrimas en los ojos observando como tenia de nuevo que alejarse de su sobrina, tras haber compartido a medias esos días.

Los mismo que llevaba intranquila por los recuerdos que en esta florecían.

» Sabes que tu tío con solo una nota tuya ira hasta el fin del mundo por ti— era contradictoria pues su pensar era que tenía que estar su esposo, pero sentía que teniéndola cerca era la única manera de protegerla de los demonios que la acechaban, entre estos el mayor de todos.

Ese que la podía destrozar sin piedad.

—Lo sé— dijo como toda respuesta dejándose estrechar entre sus brazos—. Lo tomare en cuenta si lo llego a necesitar.

Deseaba quedarse en esos brazos que asemejaba a un refugio, pero tenía que afrontar su realidad.

Y esa era que la estaban esperando, y resultaba la misma persona de la que quería huir, y ver a partes iguales.

Que contradicción resultaba ser a veces su corazón y cavilar.

—Se la encargo Lord Bristol— habló dirigiéndose esta vez al rubio, que le regaló una sonrisa afable antes de responderle.

—Como al tesoro de un pirata— la pelirroja de ojos bicolores se ruborizó con su comentario tan galante, no pudiendo esconder su vergüenza hacia los halagos tan carismáticos del Marqués.

Añadiéndole que en ese par de días que restaron para partir, extrañamente la había llenado de atenciones.

No faltado mañana que no se levantara con una nota de su parte acompañada de un ramo de rosas, agregándole que misteriosamente resultaban ser sus favoritas.

Las misma que traía Honoria a regañadientes, y aceptaba con igual estado de ánimo, pero interiormente sin poder rechazarlas porque hasta el momento era lo más bonito que habían hecho por su persona.

También mantuvieron una rutina de pasear por el jardín llenando el espacio de su risa, y comentarios que correspondía con vivacidad.

Sorprendiéndole gratamente al darle la oportunidad, demostrándole que debajo de lo superficial se escondía un hombre excepcional.

En el que los prejuiciosos no estaban en su vocabulario.

Le daba las pautas necesarias para que supiera defenderse en los temas que no manejaba con suma paciencia, y se sorprendía gratamente cuando ella hacia algún comentario acertado e inteligente.

Cosa que la hacía sentir a gusto, pero no lo suficiente para olvidar el que le había puesto el anillo en su anular, más cuando de forma física se lo recordaba en varios aspectos, no dejándole cabida a pensar en otra cosa que no fuera en su rubio de ojos cobalto.

Ese que perdería si continuaba con lo trazado.

¿Si aun existía una posibilidad de rectificar? ¿De seguir adelante?

—Recuerda tus limites Bristol, si no pretendes perder un órgano preciado por estar ligero de manos— la amenaza velada de su tío la despertó de su letargo, disponiéndose a despedirse también de él y calmar su preocupación a la par de celos de padre, porque ella sería la primera en hacerse valer si suscitaba una situación que le incomodase.

—Espero verle pronto— dijo mirándolo fijamente, logrando que bajara sus ímpetus de pelea y su gesto se relajara.

—Terminare unos pendientes, y los alcanzare en Londres— asintió con una pequeña sonrisa—. Te ayudare en lo que sea necesario sin importar que, pero primero cavílalo antes de dar un paso del que no podrás retornar— se mordió el labio con duda asintiendo.

—Lo tendré en cuenta— aceptó segura que lo pensaría de nuevo.

Porque no era sano extrañarlo de esa manera, siendo tan solo una semana sin saber de él, como se sentiría si fuese una existencia.

—Haría lo que fuera por verte feliz— lo abrazó mientras le correspondía, plantando un beso en su cabeza—. Ahora ve a encontrarte con tu marido, y por favor no te fíes de Bristol— dijo en tono indescifrable que la puso alerta—. Es buen muchacho, pero lejos esta de razonar con inteligencia— fue lo último que acotó antes de liberarle.

Se despidió de Aine antes de salir de la casa, ya que era demasiado para ella verle llorar en el portón.

Habiendo prometido seguir carteándose, y volver a verse lo más pronto posible.

Con una sonrisa triste aceptó la mano de Austin, adentrándose al carruaje ubicándose al lado de Honoria, aquel haciendo lo propio frente a ellas, dando la orden para que avanzasen.

Mientras tanto los acompañaba otro carruaje que cargaba sus pertenencias, con algunos hombres para resguardar su prevalencia de los peligros del camino.

El silencio calmo reino en el mobiliario en las primeras horas del viaje, en donde intermitentemente leían y miraban por la pequeña ventana del coche avistando el paisaje, entre tanto su doncella aprovechó para dormitar.

Todo en orden hasta que aparentemente ansioso la parte masculina decidió cortar el silencio.

—No te mencionare lo sobrecogedor que esta el clima, y que lo más probable es que la lluvia nos acapare, porque pese a que disfrutamos de este es lo más aburridor del mundo, y nosotros nos saltamos esa fase hace mucho tiempo— captó la atención de Ángeles, haciendo que abandonara el libro que estaba leyendo, o tratando ya que la cabeza la tenía enredada de tanto cuestionar.

Sencillamente no había pasado de la primera letra sin repetirla un centenar de veces no entendiéndola.

—El clima se torna aburridor, pese a que ame la naturaleza— sonrió de medio lado dándole la razón—. Mejor hablemos de un tema que he estado posponiendo porque no había encontrado el momento— Austin la miró sin decir nada estudiándole.

—Hare lo posible por resolver tus dudas si se encuentra en mis manos— accedió posterior a un breve silencio.

—¿Qué conoces de las andanzas de mi marido? — abrió mucho los ojos al no intuir por donde venia su ataque—. De su amante concretamente— Honoria se removió incomoda sin abrir los ojos, haciéndola denotar que, aunque no intervendría estaba escuchando todo y no le parecía.




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