Una Oportunidad Para Amar (lady Esperpento) Ar1

XLV

Ángeles

Tenía que preguntarlo nuevamente, pese a que se sintió como una tonta.

Pero debía saberlo.

Estar segura.

—Como te respondí en el lago— dijo en voz baja ronca, agarrando uno de sus cabellos sueltos para ponerlo detrás de su oreja mientras la miraba con seriedad, y algo de calidez mandándole corrientazos a su cuerpo estremeciéndole—. Aquí el sueño eres tú, mi ninfa celestial.

Quiso jadear, pero el sonido quedó atrapado en su garganta, y las lágrimas se agolparon de nuevo en sus ojos alcanzando a refrenarlas.

No despertaba antes del amanecer, más bien, dormitó después de verle aquella tarde, solo que prefirió que su mente disfrazara la realidad en sueño, al no tener la intención de afrontar lo que se avecinaba con su presencia en el lugar.

La había abrazado, y acariciado con añoranza a la par de devoción.

La admiró con ternura y alivio.

Sabía que estaba de encargo, demostrándole de alguna manera que aceptaba el fruto del amor que ella sentía por él.

Entremezclándose los recuerdos, con el hecho de que quería un heredero al trono para poder obtener la tranquilidad para su familia.

Una familia en la que este no la distinguía como parte de ella.

Sus ilusiones momentáneas se desmoronaron, y quiso enterrarlas con todo su dolor, plasmando en su rostro inexpresividad, pese a que por dentro estaba sufriendo.

—No deberías estar aquí— se alejó como bien pudo de su contacto, pese a que este no la imitó pues continuaba en la cama.

—Sabes perfectamente que lo que dices no es cierto— soltó tratando de acariciarle el vientre, pero ella lo frenó con un movimiento de mano que respetó.

No era correcto privarlo de aquello, pero no asimilaba del todo lo que estaba ocurriendo.

» Vine por ti... por ustedes— aclaró con un deje de frustración tras su respuesta negativa.

—La situación entre nosotros quedó lo bastante clara la última vez que nos vimos— apartó la mirada de sus ojos, en el momento en que imágenes de las caricias y besos vinieron a su mente, pretendiendo que con esa acción su cabeza se despejase, porque si no, la racionalidad abandonaría su cuerpo.

Resultándole imposible luchar con sus sentimientos.

Si seguían por ese camino, cedería en cualquier momento, y eso solo le ocasionaría más daño.

—Como si tu abandono después de haber consumado el matrimonio fuera alguna claridad para nuestra relación— atacó con rencor reprimido, entre tanto seguía sin enfocarle, pues de por si era una situación difícil de sobrellevar—. Porque este no marcó un final, si no el inicio de lo que nos estas negando a continuar— tragó sonoramente sin saber cómo rebatir ante eso.

Antes todo lo tenía más claro.

¿Ahora?

¿Con que argumentos se defendería?

—Te di la explicación correspondiente a mi actuar— lo enfocó de soslayo, advirtiendo como apretó la mandíbula con el semblante endurecido mientras se erguía para implementar algo de distancia, obligándole por fin a mirarle con la cabeza alzada porque creyó que se iría, sin embargo, pese a su accionar continuaban demasiado cerca.

—¿Explicación? ¿Si quiera me dejaste defenderme? ¿Me preguntaste cual era mi opinión al respecto? ¿Esperaste a que yo te interrogara de regreso? — no respondió a ninguno de sus cuestionamientos, pues solo atinó a morderse el labio para mermar sus ganas de llorar.

La sensibilidad le estaba jugando una mala pasada.

El embarazo le tenía las emociones destrozadas.

» Te creí menos cobarde— eso hizo que respingara por la rudeza que ilustró en sus palabras—. Pensé que la mujer aguerrida que me mostraste no era solo fachada, pero quizás fui un iluso al creer que la dama que me cautivó existía— estaba siendo duro, pero también se exponía sin ánimos de cambiar el tema, confesando como se vislumbraba por dentro.

Contradictorio, severo, pero honesto.

—Fue una medida desesperada— rebatió guardando la compostura, pese a que le estaba afectando que él le tratara con aquel rencor que especuló sentía por ella, mientras en su ausencia se debatía si obró bien o se apresuró—. Siendo lo más razonable cuando me declaraste que no me dejarías ir, que no permitirías que efectuase mi deseo, yo solo... busque una salida— tenía la opción de quedarse, pero no se veía aguantando que otra fuese la dueña de su corazón, pese a que su boca dijese lo contrario, y ni hablar de lo que había hecho ella, eso sí que no se veían afrontándolo, al ver como la odiaba.

Pero eso él ya lo sabía, y en vez de repudiarte te acogió en su lecho, sin embargo, le respondiste con un abandono cuando te dio la confianza para solucionarlo.

De nuevo la vocecilla en su cabeza que no la desamparaba.

» Una salida ante tu frustración por las imposiciones que no cesan— decidió ignorar sus auto reproches defendiendo su punto—, y no dejaría que me obligaras a quedar en cinta para después apartarme de mi hijo— se acarició el vientre como acto reflejo, haciendo que este lo enfocara—, pues me diste a entender que me retendrías, pero no me incluirías en tus planes de vida— se mandó una mano a la cabellera dorada con aire abatido—. Pero ese no fue el único motivo por el que hui de tu lado, pues era demasiado pronto para conjeturar que lo que paso tendría frutos— venia la parte que no quería confesarle de frente, pero tenía que—. Lo hice por ti— se relamió los labios mientras se miraba las manos, y volvía a enfocarle esta vez parándose del lecho para estar a la par—. Porque si cedía a mi sentir, a ese paso lo que conseguiría es que si había una posibilidad de que me alojases en tu corazón, se extinguiera cuando fuese más fuerte el orgullo al comprender, y no hablar de mi error— soltó con tristeza apartando una lágrima rebelde de su rostro ante su mirada atenta—. Porque que lo ignores no lo aminoraría, al igual que yo solo deseo tu felicidad, y sabía perfectamente que no lo soy— la voz le tembló—. No merecías que siguiera dañando tu vida, tenías que estar con la persona que en realidad ocupa tu corazón y aunque yo lo...— respiró profundamente— yo lo añore con todas mis fuerzas porque te amo— lo dijo con todas sus letras—, y no te impondría algo que a todas luces sería un error— siempre se sintió como eso en su vida—. No me importó mi ruina, ni el buen nombre de mis familiares, ni el de tu título, pese a que lo hacía por ti, pues deje de lado todo porque tu tranquilidad contrarrestaba lo sufrido— negó tratando de apartar las sensaciones que estaban oprimiendo su corazón—. Por eso no entiendo que haces aquí ¿Porque no has denunciado en la cámara de lores el abandono? ¿Porque no tomaste mi intención como un aliciente para seguir los deseos fervientes de tu pecho? — lo miró sin comprender su actuar.




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