*LOS HECHOS QUE PASAN EN ESTE EXTRA SON RELACIONADOS CON EL CAPITULO 4 DE CONTIENDA DE AMOR (LORD VENGATIVO)
EL CUMPLEAÑOS DE LOS MELLIZOS ALLARD BORJA.
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De dos corazones bondadosos, no siempre sale la mezcla ideal.
(Paris- Francia)
Beaumont – Louestault.
Castillo de Beaumont.
30 de octubre de 1807…
Se dice que el carácter viene de cuna forjándose con el pasar de los años y las vivencias.
Que nadie posee el mismo pensamiento, no importando que tan ligado se esté.
No interesando ni siquiera haber nacido el mismo día, y de la misma madre.
Ni mucho menos ser catalogadas como mellizas.
Almas gemelas escogidas por la naturaleza, habitando el mundo tomadas de la mano, sin importar los tropiezos que hallan en el camino.
Tampoco interesa, o tiene demasiada relevancia el hecho de que la crianza sea fomentada en base al amor, a la comunión y la hermandad.
Por que los padres crían hijos menos condiciones, y tanto Blair como Elsbeth MacGregor son la prueba de eso.
Diferenciando la una de la otra escasa media hora.
Tornándose ese pequeño lapso en un mundo entero, empezando por su apariencia nada acorde con el de la otra.
La mayor siendo Lady Blair MacGregor, una pelirroja de risos abundantes como los de su abuela fallecida, blanca como la leche, con pecas decorándole toda la faz dándole un aspecto adorable pese a sus ojos glaciales de un color azul, idénticos a los de su padre.
De contextura delgada y alta a su escasa edad de seis años.
Portando un carácter vivaz, de fácil acceso al querer ser el centro de atención la mayor parte del tiempo.
Encantadora, con una sonrisa que calentaba el pecho y unos pucheros que dejaban sin aliento.
Tanto era su poder de manipulación, que hasta a su padre sin mucho esfuerzo lo obligaba a jugar él té con ella.
Y al saberse tan parecida a su abuela muerta Aine, sin pretenderlo en un inicio era la hija favorita de su madre, pese a que esta en ningún momento poseía predilección por ninguno de sus hijos.
En cuanto a Lady Elsbeth MacGregor, era contraria a su hermana.
El cabello de un rubio cenizo casi blanco, y lacio hasta las caderas como el de su abuela paterna.
De piel blanquecina, casi hecha de porcelana, con los mofletes de un rosa acentuado pareciendo avergonzada, pese a que esta no sufría de tales bochornos a su escasa edad.
De contextura un tanto rolliza y pequeña como su madre.
O eso se auguraba para el futuro.
De nariz respingona y labios en forma de corazón rojos como la sangre.
Demostrando que sería una Beldad en unos años cuando se diera su presentación en sociedad.
Y eso que no se resaltaba su cualidad física acentuada, llamando la atención más que su aspecto general.
Los ojos bicolores que le había heredado su madre y abuela.
Dejando sin aliento a quien le conociera.
Sin esforzarse en lo absoluto, porque de ahí también radicaba la diferencia con su hermana.
Porque su carácter era todo lo contrario al de la mayor.
Mientras una era alegre, la otra no sonreía con facilidad.
No le gustaba ensuciarse, pese a que era aventurera como pocas.
Sus vestidos siempre debían ser pulcros, ni una mota de polvo rondando a su alrededor.
Degradaba el valor de jugar con muñecas., porque para ella eso no era niñez, pues a su corta edad ya sabía leer; asi que la biblioteca era un lugar asiduo, del cual se había apropiado de una parte de este al tener un espacio reformado para ella con lecturas traídas exclusivamente para la princesita de hielo, como le apodó su primo Alistair, al ser uno de los pocos que se acercaban sin correr el riesgo de ser ignorado.
Pero no eran lecturas cualquieras.
No le gustaban los cuentos infantiles cuando requería algo que le diese a pensar, teniendo en múltiples ocasiones a Duncan sentado hasta altas horas de la noche explicándole varios términos que aún no reconocía.
Y por eso mismo, al ser dos polos apuesto la relación con la que debía catalogarse su alma gemela era casi inexistente.
No se hablaban a menos de que sus padres estuviesen cerca, y solo con frases escuetas.
Y en la soledad cuando la pelirroja le obligaba a la rubia a hacer lo que quisiese con tal de no utilizar sus artimañas para manipular, ganándose de esa manera múltiples castigos, que no hacían meya en su interior, pero si la alejaban un poco más de la pelirroja.
Como esa ocasión en la casa de sus tíos Alexandre y Luisa.
Donde antes de entrar su madre no se abstuvo de recomendarle, de carácter singular porque solo la observaba a ella, que se comportase porque eran familia, y que sus primos merecían un recibimiento por lo alto al llevar tan alejados de la familia por tanto tiempo.
—Claro, mami —espetó la pelirroja con tono chillón meloso, bajando del carruaje prendiéndose a la falda de esta con el único fin de captar toda su entereza —, he estado esperando el gran día para conocer a los primos —eso le sonó tan falso que se abstuvo a cruzarse de brazos, y bufar para no ser de nuevo regañada como en la posada cuando estuvo rondando hasta altas horas de la noche en los pasillos sin vigía por su aparente capricho de tomar leche, porque sin esta no podía conciliar el sueño —. Esl debería ser más abierta a conocer a la familia, en vez de estarlos mirando como si no fueran de su agrado —el brillo malintencionado de sus pupilas no le pasó por alto, y su madre lo hubiese podido notar si en ese momento su nana Honoria no apareciese para entregarle al pequeño Duncan, mientras su padre traía en sus brazos a Edwin y Caillen, que pese a caminar y hablar de manera fluida siempre requerían de carantoñas poniéndose mas caprichosos de lo normal.
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Editado: 22.04.2023