Una parada en Colonia Basilia

Capítulo 5

Esa mañana el lugar se llenó de gente. Algunos estaban de paso, como todos los días, pero muchos otros habían llegado para participar de la fiesta.

Olivia sintió el peso del trabajo sobre sus espaldas y aquello hizo que se olvidara por completo del fracaso con el que inició el día. No solía amargarse por esos detalles, pero cuando se trataba de algo tan difícil para ella, como lo era llegar a horario, aquello cobraba importancia.

—Buenos días, bienvenidos a Colonia Basilia —repitió por milésima vez en el día—. Les dejo el menú.

—Muchas gracias… Una consulta. ¿Alojamiento?

En verdad, adoraba poder guiar a los turistas con indicaciones acerca de los lugares del pueblo… Le había costado acostumbrarse a aquello, pero cuando logró superar la timidez, empezó a disfrutar de las charlas con los desconocidos que llegaban al pueblo. Pero en aquel momento, con más de cinco mesas esperando atención, deseó que hubiera alguien más para eso. Por suerte, logró divisar a Waldo y les dijo que él los guiaría.

El hombre estaba feliz. Amaba esos días y mucho más poder hablar con las personas recién llegadas. Olivia se alegró de verlo tan animado.

Los primeros meses después de la muerte de su mujer, Marta, había sido difícil convencerlo de regresar al comedor. Quedaba refugiándose en la casa que se encontraba en la parte del costado o salía al patio. Pero el comedor le traía demasiados recuerdos, según decía. Recién a los cuatro meses volvió a pisar el lugar y desde ese momento, la gente y el trabajo se convirtieron en su motor para seguir adelante. Su ánimo había logrado incrementar mucho y Olivia se alegraba de aquello.

Ella había sufrido mucho el primer mes de ausencia. Cerraron el comedor una semana y luego continuaron con la atención, ya que era el sustento de Waldo. Pero el dolor de no ver a Marta nunca había desaparecido… Solo se había acostumbrado a no tener su compañía en sus días de trabajo, a no tener sus charlas, a no verla caminando por allí con el ánimo siempre presente. El dolor la acompañaría siempre. Después de todo, había sido como la abuela que no había llegado a tener tan cerca.

Al mediodía, la gente continuó llegando e Igor decidió quedarse un poco más para poder ayudarla… Se fue cuando la mayoría de los clientes estaban con su plato de comida sobre la mesa.

—Quizás vuelva antes para ayudar. Hoy parece ser un día complicado.

—No te preocupes muchacho, lo resolveremos con Olivia y las mellizas —le dijo Waldo sentándose en la banqueta cerca del mostrador.

Después del mediodía llegarían las dos chicas que trabajaban durante el fin de semana. Durante la fiesta y otras fechas especiales, solían hacer días extras para ayudar a Olivia e Igor. Y ese viernes, definitivamente necesitaban refuerzos.

—Si, no te preocupes.

—Vendré igual.

—Terco —le dijo la chica rodando los ojos.

—También te quiero —le sonrió y caminó hacia la salida.

Waldo clavó su mirada en él y luego la dirigió insinuante hacia Olivia.

—No empieces…

—Hay cenizas que tienen el poder de resurgir en un ave fénix.

La chica rodó los ojos.

—Estas cenizas se las llevó el viento y el mal humor de él.

Waldo rió y no pudo agregar nada más porque Olivia se puso de pie para ir hacia unos clientes que la llamaron. Y agradeció la interrupción. Waldo era el único que seguía insistiendo en un posible vínculo entre sus dos camareros. No lograba entender que esa historia había quedado en el pasado, que había transcurrido casi una vida en medio y que no había forma de recuperar lo perdido. Y mucho menos, había intenciones de hacerlo.

De a poco las personas comenzaron a pagar y a retirarse. Parecía ser que el trabajo intenso había terminado y la calma típica de Paraíso comenzaba a reaparecer.

Olivia se permitió sentarse al lado de Waldo para revisar los mensajes que habían llegado en el grupo de sus amigos… Los leyó por arriba para ponerse al tanto de los planes. Parecía ser que esa noche irían los cinco a disfrutar del recital con el que se daba inicio a la fiesta.

La puerta principal se abrió y ella guardó rápido el celular para ponerse de pie. Su sonrisa no tardó mucho en desaparecer. Había vuelto…

—Parece ser que hoy no es mi día de suerte —comentó mientras se sentaba en una banqueta del otro lado del mostrador y dejaba su mochila a su lado.

—¿Qué sucedió? —le preguntó Waldo desde el lugar de atención.

Olivia volvió a sentarse.

—Parece que el camión necesita un repuesto y me dijeron que hasta el lunes no se podrán conseguir —habló con tono decepcionado.

—Estos días está complicado el tema en la colonia —rio—. Pero no te preocupes, aca la pasarás bien. ¿Quieres comer algo? Iré a ver si los cocineros tienen algo que pueda gustarte.

—Muchas gracias.

Waldo se puso de pie y se dirigió a paso lento hacia la cocina. Olivia lo siguió con la mirada y luego volvió su vista hacia el joven que estaba a pocos metros de ella. Tadeo le sonrió.

—¿Te quedarás en el pueblo? —inquirió para salir de la incomodidad del silencio.



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En el texto hay: suenos, amor, pueblo

Editado: 23.08.2024

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