Amor es lo que te hace sonreír. Por el amor somos capaces de cometer grandes destrezas. Por el amor vivimos y hacía el amor vamos.
Mirando a Cory el corazón me obligaba a decirle lo que había sucedido con Bill.
No quería distraerlo pero... Estaba obligada por mi sinceridad. No me dejaría vivir en paz si no le decía lo del beso. Una parte de mí odiaba la simple acción, una parte de mí deseaba obviar la conversación.
Era fin de semana en la ciudad y Cory me había invitado a salir, obviamente.
Lo habíamos hecho otras veces, antes de que Bill llegara a la ciudad había puesto todo mi deseo en ser la pareja oficial de Cory aún cuándo los dos no tuviésemos edad para noviazgos formales.
Para los padres el amor no es algo que se pueda elegir a nuestra edad. Gran error.
Me sentía especial al lado de Cory al igual que al lado de Bill y si eso no se trataba de amor ¿De que se trataba?
Me arreglé rápidamente para salir al encuentro de mi mejor amigo porque aún cuando lo tuviera en mi corazón seguía siendo mi apoyo incondicional.
Bajando las escaleras entre risas lo abracé llena de alegría. Él estaba aquí, era lo único que importaba.
—¿Me echaste de menos? —preguntó jocoso mientras me miraba con su cara más galante
—Oh sí, han sido doce horas, insoportable —reí acariciando el cuello de su suéter
—Ya estoy aquí, milady, nada la va a lastimar
—Oh, mi héroe —suspiré actuando a desvanecerme entre sus brazos
—¿Tu madre no nos espía, verdad? —preguntó en voz baja observando las ventanas de la casa
—No, tranquilo, esta vez no te va a atosigar.
—Que bien, creí que debía recitar un sermón antes de llevarte a algún lado. Mira, incluso lo recorte de la biblia —me enseñó el pequeño trozo que llevaba en su bolsillo derecho
—Dios, Cory. Deja ya de recortar la biblia.
—Debo confesar que estaba dispuesto a hacerlo por ti —suspiró tomando mi cintura entre sus brazos para darme un beso tierno y corto
—Vamonos antes de que Howie haga un escándalo —susurré tomando su mano para huir lejos de casa
—¿Adónde vamos? —preguntó curioso
—Vaya, no lo sé. ¿El club de Flo sigue abierto?
—Ay vamos, Flo's siempre esta abierto.
Cruzamos la calle no sin antes pasar por el parque principal. Cory era una de esas personas que nada inmutaba únicamente noticias realmente impresionantes. Verlo sin preocupaciones tocando las cortezas de los árboles me causaba una sensación pudorosa.
¿Cambiaría algo si le contaba lo de Bill?
Si lo pensaba en detalle no había sucedido nada grave. ¿Podría ser un agravio a nuestra relación? ¿Un beso destruiría esta clase de compañerismo que compartíamos?
Lo meditaba mientras lentamente nos acercábamos a nuestro destino.
—¿Preocupada? —preguntó el pelinegro tomando una hoja de una rama baja que alcanzó por el camino
—No, me preguntaba... ¿Qué haremos luego de la escuela?
—¿Haremos? Ese plan me gusta —rió entregándome la hoja bronceada entre mis manos —No lo sé, supongo que papá querrá que trabaje con él al menos el tiempo que curse a lo que me dedique.
—¿Que quieres ser? ¿Policía? ¿Doctor?
—Consideraba un club.
—¿Un club? ¿Un club de qué?
—No lo sé, podría ser un bar también.
—Oh, genial, serás el dueño del bar dónde todo ocurre.
—No será un bar cualquiera. No quiero un espacio oscuro y con las ventanas recubiertas de papel de periódico.
Tuve que dejar escapar una pequeña carcajada mientras guardaba la hoja en mi bolsillo
—Quiero un espacio limpio, iluminado. Con luces neón, ya sabes, como en Las Vegas.
—Eres ambicioso además de soñador. Un lugar así sería como una especie de maravilla en este pueblo.
—Exacto, es que intento ser algo más que solo... Cory.
Me detuve en su camino bloqueándole el paso mientras estudiaba su rostro
—Cory Kasper ¿Estás avergonzado de quién eres? —cuestioné cruzándome de brazos un tanto molesta
—Gigi, he sido diecisiete años "El hijo de los Kasper" o "El pequeño Kasper" Si voy a ser parte de esta ciudad quiero ser reconocido sino ¿De que vale esforzarse tanto?
—Mira, esta bien que quieras dejar el anonimato aunque no entiendo porqué. Otro asunto totalmente diferente es estar avergonzado de quién eres. Soy Geraldine Lewis y lo seré por siempre. No tiene nada de malo ser quién eres ¿Si comprendes? Cory, eres un chico maravilloso. No entiendo porqué dices esas cosas de ti mismo.
—Lo siento, no quise decir que hay algo malo conmigo, quise decir que hay ciertas cosas que quiero superar. Vamos, no te molestes conmigo —pidió entregándome sus manos a lo que las tomé con una sonrisa a medias
—No debes querer cambiarte totalmente ¿Sabes? A mi me gustas así. Me gusta Cory Kasper.
—Deben ser las hormonas. —se burló él a lo que lo empujé algo enojada
—Madura, Cory.
Las luces del letrero de Flo's brillaban con intensidad en ese tono rojo que si lo observabas fijamente te dejaba aturdido.
Flo, como casi todas las noches, leía su revista mientras sostenía un cigarillo en su mano derecha
—Hola chicos ¿Mesa para dos? —preguntó sin apartar la vista de su magazine
—Lo de siempre, Flo. —pidió mi amigo mientras tomábamos asientos en la mesa
—¿Porqué siempre pedimos batido de chocolate? —inquirí mirando la carta de recomendaciones
—No me imagino que otra cosa le vaya a salir a Flo. ¿Te imaginas? Oh Flo, trae la mejor champaña que tengas en el refrigerador y langostinos rebozados ¿Quieres? —Cory sabía cómo hacerme reír y sus actuaciones siempre lograban un efecto eufórico en mí.
—Lo entiendo. De cualquier manera algún día deberíamos probar no sé...¿La tarta de limón?
—Si quieres perder las papilas gustativas, quizá. Una vez la comí, creeme, no hay vuelta atrás.
Estaba dispuesta a contarle lo que había sucedido con Bill... Hasta que su buen humor y sus sonrisas me detuvieron. No quería verlo triste o enfadado, mucho menos alejarlo de mí. Preferí disfrutar de su compañía sin ningún sobresalto ni tristeza. Me odiaría a mi misma si viera una sola lágrima recorrer su rostro. Si le causara alguna dolencia jamás me perdonaría. El chico de mis sueños era Cory aún con sus tonterías. Quererlo era un privilegio que no merecía y aún así me alegraba la vida.