Una Pasante en Apuros

Capítulo 2: Desafíos y Oportunidades

¡Perfecto! Aquí tienes el Capítulo 2 reescrito desde la perspectiva de Bendecida:
La culpa me pesaba como una losa mientras caminaba hacia la empresa, con un café humeante para Jeanet. Los restos del enrojecimiento en su rostro eran un recordatorio constante de mi error. "Tengo que arreglar esto", pensé, apretando el vaso de café en mis manos temblorosas.
—Jeanet, lo siento de verdad. Traje esto para ti —le dije, extendiéndole el café.
Jeanet me observó en silencio, sus ojos verdes analizándome. Por un momento, temí que me rechazara. Pero entonces, una sonrisa suave suavizó sus rasgos.
—No te preocupes, Bendecida. Fue un accidente. Gracias por el café —respondió, aceptando el gesto.
Sentí un alivio inmenso. "Menos mal", pensé, mientras me dirigía a mi escritorio. Pero antes de que pudiera sentarme, la Señora Claudia me interceptó con su habitual expresión severa.
—Bendecida, tu castigo continúa. Hoy, venderás labiales en la planta baja, en el almacén de Radcliffe Beauté. Diez ventas, o habrá consecuencias —ordenó, sin dejar lugar a réplica.
Tragué saliva y bajé a la planta baja, sintiéndome como si estuviera entrando en otro mundo. El almacén de Radcliffe Beauté era un palacio de la belleza, un vasto espacio con suelos de mármol pulido que reflejaban la luz de enormes candelabros de cristal. El aire estaba impregnado de una mezcla embriagadora de perfumes exóticos y el suave murmullo de conversaciones en voz baja.
Las vitrinas resplandecían con productos de maquillaje, perfumes y lencería de alta gama. Frascos de perfume tallados como joyas, estuches de maquillaje con incrustaciones de piedras preciosas y delicados encajes colgaban como obras de arte. En el centro del almacén, una fuente de mármol con una escultura de una ninfa vertía agua cristalina en una pila, creando un sonido relajante.
Al llegar al mostrador de labiales, la vendedora, una mujer alta y delgada con un uniforme impecable, me recibió con desdén.
—Hola, soy Bendecida, la pasante. Me asignaron para vender labiales hoy —le dije, tratando de sonar profesional.
—Buena suerte, la necesitarás —respondió, sin ofrecer ayuda, y volvió a pulir un frasco de perfume con un paño suave.
Suspiré. "Como jugar con muñecas", pensé, y sonreí a las clientas que pasaban.
—Buenos días, estos labiales resaltan la belleza natural de cada tono de piel —les dije, pero las mujeres fruncieron el ceño y se alejaron hacia la sección de perfumes.
Desanimada, tomé un labial de color rojo carmesí y me lo apliqué frente a un espejo dorado. El color era perfecto, vibrante y seductor. Con una sonrisa radiante, me giré hacia las mujeres.
—¿Les gustaría probarlo? Se adapta a cada tono de labios —les ofrecí, mostrando el labial.
Las mujeres se detuvieron, hipnotizadas por el color en mis labios. En minutos, había vendido veinte labiales. La vendedora, con los labios apretados, tuvo que procesar las ventas.
Satisfecha, paseé por el almacén, admirando la opulencia. Distraída, choqué con un hombre alto y elegante: Maximilian Radcliffe. El labial dejó una marca roja en su impecable traje gris.
—¡Dios mío, lo siento muchísimo! —exclamé, horrorizada.
Maximilian me miró con frialdad. Su secretario, un hombre de mediana edad con gafas, contuvo la risa.
—Señorita Mirabal, ¿verdad? ¿Qué hace aquí? —preguntó Maximilian, su voz cortante como el hielo.
—Vendo labiales. ¡Fue un accidente! —respondí, temblando.
Maximilian sacó un pañuelo de seda y limpió la mancha.
—Este traje cuesta más que su pasantía. Le sugiero que sea más consciente de su entorno. En Radcliffe Beauté, la precisión y la profesionalidad no son negociables. Espero que este incidente no se repita. —dijo con total autoridad.
Asentí, mi corazón latiendo con fuerza.
—Gracias, señor Radcliffe. Seré más cuidadosa —respondí, sintiéndome diminuta.
Mientras me alejaba, me sentí determinada. "Demostraré mi valía", pensé, "incluso si tengo que ganarme el respeto de ese hombre de hielo".



#318 en Novela romántica

En el texto hay: pasante, amor celos

Editado: 24.02.2025

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