La semana en Radcliffe Beauté se había convertido en una especie de campo minado personal. Cada esquina, cada pasillo, parecía conspirar para ponerme en el camino de Maximilian Radcliffe, y cada encuentro terminaba en un nuevo desastre. "¿Tendré un letrero invisible que diga 'choca conmigo'?", me pregunté, mientras trataba de evitar una pila de cajas en el pasillo.
El viernes por la mañana, la Señora Claudia anunció con su habitual tono de mando que la empresa organizaría un desfile de modas para presentar la nueva línea de labiales "Radiant Rouge". Y, por supuesto, yo sería la encargada de "asistir" a los modelos detrás del escenario.
—Asegúrate de que todo esté perfecto, Mirabal —me advirtió la Señora Claudia, con una mirada que prometía tormenta si algo salía mal—. El señor Radcliffe estará supervisando cada detalle.
Tragué saliva. "Perfecto", pensé, "mi especialidad en crear caos".
Detrás del escenario, el caos reinaba. Modelos corriendo de un lado a otro, estilistas con ataques de pánico y un olor a laca para el cabello que picaba en la nariz. Armada con una paleta de labiales, intentaba mantener la calma, pero sentía que estaba a punto de unirme al club de los ataques de pánico.
—¡Más rojo, más rojo! —gritaba un estilista histérico, señalando a una modelo que parecía a punto de desmayarse.
Tratando de no tropezar con los cables y las montañas de ropa, me acerqué a la modelo con el labial en mano. Justo cuando iba a aplicar el color, un modelo tropezó conmigo, y el labial salió disparado, aterrizando directamente en la camisa blanca impecable de... sí, Maximilian Radcliffe.
—¡Oh, no! —exclamé, con los ojos abiertos como platos.
Maximilian me miró con una mezcla de incredulidad y exasperación. La mancha roja en su camisa parecía una declaración de guerra.
—Señorita Mirabal —dijo, con una voz que helaba hasta el alma—, ¿tengo que asumir que usted tiene un imán para el desastre?
—Lo siento mucho, señor Radcliffe —balbuceé, tratando de limpiar la mancha con un pañuelo, empeorando la situación—. Fue un accidente.
—Un accidente que parece repetirse con alarmante frecuencia —replicó Maximilian, con una ceja levantada.
En ese momento, la música del desfile comenzó a sonar, y una modelo con un vestido de noche espectacular salió a la pasarela. Maximilian, con la camisa manchada, se vio obligado a tomar asiento en primera fila, con la esperanza de que la mancha no fuera demasiado visible. "Genial, ahora arruiné su camisa", pensé, sintiéndome como la peor pasante del mundo.
Sintiéndome culpable, decidí que tenía que hacer algo para compensar mi error. Durante el desfile, vi una oportunidad: una modelo cuyo labial se había corrido. Sin pensarlo dos veces, corrí hacia la pasarela con la paleta de labiales en mano.
—¡Un momento! —grité, interrumpiendo el desfile.
La música se detuvo, y todos los ojos se posaron en mí, que estaba aplicando labial a la modelo en plena pasarela. Maximilian se llevó las manos a la cara, como si no pudiera creer lo que estaba viendo. "Espero que no me despida aquí mismo", pensé, con el corazón latiendo a mil por hora.
—¡Listo! —anuncié, con una sonrisa radiante—. Ahora sí que está perfecta.
El público, sorprendido por la interrupción, comenzó a aplaudir. La modelo, agradecida, me dio un guiño. Maximilian, por otro lado, parecía a punto de estallar.
Después del desfile, Maximilian me llamó a su oficina.
—Señorita Mirabal —comenzó, con una voz que anunciaba problemas—, su... creatividad es admirable, pero sus métodos son... cuestionables.
—Solo quería ayudar —me defendí, con la mirada baja.
—Ayudar no es interrumpir un desfile y manchar mi camisa —replicó Maximilian, con un tono que no dejaba lugar a dudas.
—Lo siento, señor Radcliffe —dije, sintiendo que mi carrera en Radcliffe Beauté estaba a punto de terminar.
—Espero que esto no vuelva a ocurrir —dijo Maximilian, con un suspiro—. Ahora, por favor, retírese.
Salí de la oficina, sintiéndome como si hubiera sobrevivido a un huracán. "Al menos no me despidió", pensé, tratando de encontrar un lado positivo. Pero sabía que mi próxima metedura de pata podría ser la última.