Después del caótico desfile de modas, fui asignada a una tarea aparentemente tranquila: asistir a una cata de perfumes exclusivos en el laboratorio de Radcliffe Beauté. La Señora Claudia, con su habitual tono severo, me había advertido:
—Mirabal, esta es una oportunidad para demostrar que puedes ser útil sin causar un desastre. ¡No la arruines!
Armada con mi libreta y bolígrafo, entré en el laboratorio, un espacio pulcro y lleno de frascos de cristal. El perfumista jefe, el señor Dubois, un hombre excéntrico con una nariz prominente y un acento francés marcado, me recibió con una sonrisa.
—¡Bienvenida, Mademoiselle! ¡Hoy exploraremos las notas más exquisitas de nuestros nuevos perfumes!
La cata comenzó con una serie de fragancias delicadas y florales. Tomaba notas diligentemente, tratando de descifrar las complejas descripciones del señor Dubois.
—¡Esta fragancia evoca un jardín de rosas al amanecer! —exclamó el señor Dubois, agitando un frasco bajo mi nariz.
Justo en ese momento, la puerta del laboratorio se abrió de golpe, revelando a Maximilian Radcliffe, con su habitual expresión seria.
—Señor Dubois, necesito el informe sobre la nueva fórmula del perfume "Midnight Velvet" —dijo Maximilian, con voz autoritaria.
El señor Dubois, nervioso por la presencia de Maximilian, tropezó con un estante lleno de frascos de perfume. Los frascos cayeron al suelo, creando una explosión de fragancias que llenó el laboratorio.
Tratando de evitar los frascos rotos, tropecé con un frasco grande de un líquido ámbar. El líquido se derramó sobre mi ropa y sobre el suelo, creando un charco resbaladizo.
—¡Oh, là là! ¡Qué desastre! —exclamó el señor Dubois, llevándose las manos a la cabeza.
Maximilian, con una expresión de incredulidad, miró el desastre.
—Señorita Mirabal, ¿qué ha ocurrido aquí? —preguntó, con un tono que anunciaba problemas.
Tratando de no resbalar en el charco de perfume, intenté explicar la situación.
—Señor Radcliffe, fue un accidente. El señor Dubois tropezó y...
Antes de que pudiera terminar la frase, resbalé en el charco de perfume y caí sobre Maximilian, derramando el resto del líquido ámbar sobre su traje.
Maximilian, ahora cubierto de perfume, me miró con una mezcla de exasperación y resignación.
—Señorita Mirabal, parece que el caos me sigue a todas partes —dijo, con un suspiro.
El señor Dubois, tratando de aliviar la tensión, intervino.
—¡Pero, Monsieur Radcliffe! ¡Este perfume es una nueva creación! ¡Una mezcla de ámbar, vainilla y... un toque de sorpresa!
Maximilian, con una ceja levantada, olió su traje.
—¿Un toque de sorpresa? —preguntó, con sarcasmo—. Parece que la sorpresa es que ahora huelo como un frasco de perfume roto.
Sintiéndome culpable, intenté limpiar el traje de Maximilian con un pañuelo.
—Lo siento mucho, señor Radcliffe. ¡Intentaré limpiar esto!
Pero cuanto más intentaba limpiar, más extendía el perfume. Maximilian, con una expresión de resignación, se rindió.
—Déjelo, señorita Mirabal. Parece que hoy no es mi día.
Mientras salía del laboratorio, dejando un rastro de perfume a su paso, suspiré. "Definitivamente, hoy no es el día de nadie", pensé.