No solo era el, era una especie de barrera que impedía que lo bueno de a luz. En su pequeña cabaña oculta demasiados secretos, que, alguna vez caminaron por una calle. Quinientos de ellos, todos escondidos en su sótano, cuando la luz del faro indicaba peligro en la ciudad, que alguien estaba desenmascarado por algo, tapando una oscura persona que sería capaz de asesinar por un dólar, un psicópata que ya ha sido captado en otros sitios de Estados Unidos, quien marcó historia, principalmente, en Denver y Boulder, ciudades de Colorado. El restaurante de más de mil asientos, principalmente dedicado a turistas, era el punto principal de cenas de variedad, cualquier comida la tenías allí, lista en unos cinco minutos. Se te acercaría a ti un tipo con ocho bandejas en mano, cada una de ellas con dos platos, te entregaría una y las demás serían para las otras mesas. Era primer servicio, mozos agradables, buena comida, todo aquello se hallaba debajo de un gran hotel, Barcot Hotel. Cada uno de los empleados hablaban un idioma distinto, atendían a cualquier persona a tiempo, no le hacían esperar ni un minuto, sin que esté parado, aburrido. Barcot era la ciudad ideal para aquel que visitaba Colorado. Pero, no todo era lindo allí, no todo era color rosa, las maldades nunca se han producido allí, jamás. Algunas personas comentaron que veían cosas extrañas, siendo producto de su imaginación, o quizá real, nadie sabe lo que ve, nadie puede comprobar si verdaderamente pasó, lo que alguien observa, en algunas circunstancias, puede llegar a ser algo irreal, que nunca antes se habría visto, como un humo que toma forma humana, o una pequeña hoja escrita con un juramento satánico. Hay demasiadas cosas que alguien no se imagina, debido a lo ficticio que puede llegar a ser. Nadie lee una nota que se encuentra en la calle, y al terminar de leerla se topa con un aposento oscuro, en el que ve una puerta con un cartel, muertos. Todo es imaginación de la persona, pero, en esta ocasión, lo ficticio llegó a un punto de ser realmente real, que alguien sienta un deja vú al volver a ver una figura aterradora cuando se asoma por la puerta de una espantosa casa, ubicada por los pantanos de la ciudad, cuando los sapos saltan y saltan por las noches, mientras que aquella persona trata de dormir, pero no lo logra debido a aquellos molestos ruidos que retumban en sus oídos a no parar. Lo ficticio está comenzando a ser real, y, Barcot debe enfrentarlo, sea como sea. No se sabe si es aquel hombre de los mil cuerpos que logra crear seres maléficos con su perfecta mente y lo hace ver en la mente de las personas -o tal vez en el mundo real- se hablaría de un perfecto mago que estudia magia desde los diez años y se fanatiza por dicha profesión que tanto adora, eso era el, no mago en ese sentido sino, crea determinadas cosas que lo hacen ver como un verdadero mago. Era su mente en realidad, todo salía de el gran cerebro que le provocaba su ingenio. Inicialmente todo sucedía en el Barcot Hotel, a la noche, cuando el pequeño hacía el intento, el maldito intento de no sentir que tenía los ojos cerrados para intentarse dormir, que, en realidad abría los ojos, pero se quedaba un buen rato con los ojos cerrados, intentando que ya no sienta nada, que su primer sueño comenzara a dar a luz de una buena manera, que sea algo bueno, no una pesadilla. Debía recordad no dormir con ambas manos en el pecho. No quería soñar la realidad, lo que en ese momento sucedía, abajo, arriba, dos pisos abajo, no lo sé, pero el Barcot Hotel era víctima de los seres extraños que se aparecían a diario. El empleado favorito de Gordan -el jefe- era Fredes. Trabaja desde los dieciocho años allí -hoy día mantiene treinta y tres. Su padre lo crio allí. Desde siempre -al igual que él- fue el favorito del jefe que se encontraba en ese momento, fallece en ese mismo lugar, mientras acababa con un largo día de trabajo, de viaje tras viaje, de trasladar demasiadas cajas, y que cuando llegue el final del día, caería muerto ante sus hijos y su esposa. No se merecían aquello. Mina -su esposa- reportó el caso a la policía e insistió en que metan al jefe de Barcot Hotel a la cárel, debido a la gran cantidad de trabajo que le daba al pobre de Richard. No obstante el fue metido en prisión, con una condena de un año. Según mencionó Mina en una entrevista, reveló lo que su marido planeaba hacer: El hombre aquel tenía demasiados empleados, y el ochenta porciento del trabajo se lo daba a mi esposo, ex-esposo, en el nombre del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo, Amén. Mi marido planeaba, según el, trabajar allí toda su vida, había juntado el dinero suficiente para tener unas hermosas vacaciones en China, hubiera sido posible si este engendro no habría dado tanto trabajo por hacer, en un hotel despreciable al que nadie le sirve. Las palabras desataron una terrible polémica que invadió la personalidad de Mina, quien se enojó tanto que amenazó a cada quien se le acerque, daría lo que fuera por la protección y mandó al infierno al Barcot Hotel y sus trabajadores. Cuando ella muere, fue la noticia graciosa de la semana, cada quien reía a no parar, mencionando la loca muere por una paro cardíaco. ¿Qué pensará su hijo, el pequeño Freddy, de los desastrosos pensamientos que tenía la gente hacia su madre? Tuvo que luchar y lograr sobrevivir a aquel infierno que, quizá, nunca acabaría, nunca. La charla que mantenían dos mujeres en la planta baja era una discusión, se notaba claramente como ambas luchaban por ver quien se quedaba con el caballero de la noche, esposo de ninguna que se haría una apuesta para ver quien se quedaba con el hombre, un tipo que se manejaba por su elegancia, pero que en el fondo era un idiota de cabeza a pies. Siempre cargaba un gorro negro con una pipa marrón, idéntica a la de Sherlock Holmes, debía ser amigo de Gordan, el creído jefe del hotel que no pararía de dar miles de trabajos por ganar un Par de dólares; imbécil, pensaría Fredes, no aguanta un segundo más tenerlo como jefe, por su suerte, el es su empleado favorito, pero eso no quita lo insoportable que es Gordan en algunas situaciones. Una larga cola en la entrada avisaba muchas nuevas personas para el hotel, quedaban tantos espacios que con todos no bastaría, no había demasiada gente, debido al costo del alquiler. Desde la escalera baja una mujer, que parecía recién despertarse, pálida, con miedo a saber que demonios pasaría en unos meses, días, años, avisando una noticia escalofriante que dejaría quieto a todos los que oyeron.
Editado: 26.02.2018