Una promesa bajo una luna plateada

Capítulo 6. Bajo el hechizo de la luna

«Te amo, contra viento y marea, contra un destino que no quiere que estemos juntos.
Y cada día es una batalla, pero también es un testimonio de lo que somos, de que vale la pena luchar, porque no hay fuerza más grande que nuestro amor».

La luna llena iluminaba el cielo con un resplandor plateado, otorgándole a la noche un aura de magia que envolvía a Silvia y Pablo en su complicidad. Silvia avanzaba por el sendero de tierra, sintiendo cómo la brisa nocturna acariciaba su piel y movía sus cabellos. Sus pasos eran firmes, y su corazón latía con fuerza, acompasado por la ansiedad y la emoción que la embargaban. El silencio del bosque solo era interrumpido por el susurro de las hojas y el crujir de las ramas bajo sus pies.

Faltaban unas pocas horas para la medianoche cuando lo vio. Pablo estaba allí, de pie, bajo el viejo roble que se alzaba como un guardián solitario en medio del claro. Con los brazos cruzados y una sonrisa cálida, parecía parte de la noche misma.

—Hola, Pablo —saludó ella, con la voz impregnada de un nerviosismo que no podía disimular.

Sus ojos brillaban bajo la luz lunar mientras una tímida sonrisa adornaba su rostro, incapaz de ocultar la felicidad de estar frente a él.

—Hola, preciosa mía —respondió él, con voz baja y pausada. Avanzó hacia ella con pasos medidos, seguros, y cuando estuvo lo suficientemente cerca, inclinó el rostro para dejar un beso cálido en la comisura de sus labios. Sus manos descendieron con suavidad por la curva de su espalda, atrayéndola con ternura hacia su pecho—. Qué bueno que ya estás aquí.

El calor de su cuerpo la envolvió, y en sus brazos encontró una seguridad que disolvió cualquier rastro de temor o duda que hubiera tenido sentido antes. Por un momento, ambos se perdieron en un diálogo silencioso, sus miradas entrelazadas diciendo todo lo que las palabras no eran capaces de expresar.

Silvia no podía apartar los ojos de su rostro. La sombra de la barba que cubría su mandíbula le confería una masculinidad irresistible, y la fragancia amaderada de su colonia la cautivaba, dejándola completamente rendida ante su presencia.

—Eres tan preciosa —murmuró Pablo con tanta intensidad que la hizo temblar de los pies a la cabeza—. Estaba desesperado por verte. —Con suavidad, acarició su mejilla, y con el pulgar rozó sus labios con delicadeza.

—Pablo —susurró, con un nudo formándose en su garganta, mientras su corazón parecía querer escapar de su pecho.

Pablo la sostuvo con firmeza por la cintura, atrayéndola más a su cuerpo. Silvia rodeó su cuello con los brazos, cerró los ojos y se estremeció cuando sus manos tomaron posesión de sus caderas. Alzó el rostro hacia él, ansiosa. Pablo se inclinó despacio y rozó suavemente sus labios contra los de ella. Tras una ligera presión, la hizo abrir la boca para adentrarse en ella, explorarla y saborearla con deleite.

A ella le encantaba todo aquello. Cada caricia de Pablo le provocaba un cosquilleo delicioso que recorría su espalda como un suave oleaje. Enredó los dedos en el cabello de él y se puso de puntillas para profundizar el beso y darle mejor acceso a su boca. Pablo aceptó la invitación, prolongando el momento, besándola más despacio, pero con una pasión que parecía no tener fin.

Un gemido escapó de los labios de Silvia, ahogado en la boca de Pablo, y antes de que pudiera reaccionar, él la levantó del suelo con facilidad, aferrándola en un abrazo que la hizo sentir completamente suya. Sus labios se separaron solo para que él mordisqueara dulcemente los de ella, arrancándole un suspiro tembloroso que se perdió en el aire de la noche.

—Esto no es correcto —murmuró ella, con la voz entrecortada, cuando la razón intentó regresar, aunque su voluntad se diluía mucho más rápido—. Es demasiado peligroso.

—Lo es, pero no me importa —admitió él, firme, sin apartarse ni un centímetro—. ¿Quieres parar?

—No —susurró sin dudarlo, apretando con más fuerza su cuerpo contra el de él.

Pablo sonrió y cerró más sus brazos.

—A partir de este momento eres mía, Silvia —declaró con posesividad—. Nada ni nadie va a apartarme de tu lado.

Ella alzó la vista, perdida en la profundidad de sus ojos y emocionada por la intensidad de su declaración. Pablo admiró sus mejillas sonrojadas, los labios hinchados por los besos y el brillo en sus ojos que parecía un reflejo de todo lo que él sentía por ella. Antes de que Silvia pudiera dar una respuesta, él volvió a devorar su boca, esta vez con más urgencia, como si quisiera marcarla con su pasión.

Silvia se aferró a su espalda, dejando que la pasión de Pablo la absorbiera por completo y por un ansioso instante se perdió en toda aquella fascinación. La cordura y el miedo quedaron atrás. Esa noche, nada importaba. Solo su mutua y absoluta entrega bajo las estrellas.

Con cuidado, Pablo la recostó sobre la hierba, con sus cuerpos acoplados a la perfección. La miraba con una fascinación que la hacía sentirse única, deseada. Su aliento, cálido y entrecortado, rozó su oreja antes de bajar por su cuello, dejando un rastro de sensaciones que erizaban su piel. Silvia cerró los ojos, entregándose a la suavidad de las manos de Pablo, que exploraban su cintura, sus caderas y cada curva de su cuerpo como si fuera un tesoro.



#25 en Paranormal
#10 en Mística
#195 en Fantasía
#26 en Magia

En el texto hay: romance, drama, magia

Editado: 24.12.2024

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.