Al despertarme he hecho lo mismo que hice anoche antes de dormirme: llorar.
Podría decir que ya se ha vuelto parte de mi rutina diaria. Si me preguntas por qué lloré anoche no sabría decirte la razón exacta, hace tiempo que no hay razón exacta. Podría contarte que es por mis pecas, por mi pelo, por mis piernas. También podría ser por mis padres, por mis amigas, por los estudios. O porque llevo días sin comer bien o dormir las horas necesarias.
Es un cúmulo de cosas que me carcomen por dentro.
Pero lo peor no es eso. Lo peor son las voces.
Hay muchas voces encerradas en mi cabeza, sin poder salir; pero, incluso, ni dejándolas salir quieren irse y dejarme en paz. Se divierten al ver como el dolor empieza a llegar y como cada vez me llevo las manos a la cabeza exigiendo que se callen.
Que se callen.
Que se callen.
Porque lo único que necesito es que se callen.
Pero no lo hacen, no me dejan en paz. Yo solo quiero un momento de paz, pero ni eso me quieren regalar. Estoy harta de ellas al igual que estoy harta de mi.
"Callaros, callaros, callaros" repito todo el tiempo, pero no quieren escuchar. Quiero que me dejen en paz para poder llenar esos huecos en mi, pero por su culpa no soy capaz. Se divierten al verme sufrir, de eso estoy segura. Estoy harta de ellas, de mí, de mi vida, de mis vacíos, de todo. Solo quiero que acabe. Solo quiero silencio.
***
Tengo que salir de casa para el instituto en quince minutos pero sigo en la cama. Ni siquiera me he vestido.
—¡Nova! ¡Vas a llegar tarde! —me grita mi madre desde la cocina.
—Que ya voy.
Salgo de la cama con pereza, no quiero ir a clase. Lo paso fatal. Lo único que voy a hacer es ir a una clase dónde no entiendo absolutamente nada y un profesor me va a preguntar algo que no voy a saber responder bien, me pondrá en evidencia delante de toda la clase que se reirá de mí, y yo no sabré hacer otra cosa que lo de siempre. Enfadarme, mandar a toda la clase a la mierda y decirle al profesor que su asignatura es una basura y acabar en el pasillo castigada y ahogándome en mis propias lágrimas hasta que se termine la clase y empiece la siguiente.
Me visto y me miro al espejo.
Tengo la cara llena de estrellas cómo dice mi madre, pero las odio, no me gustan mis pecas. Cubro las constelaciones de mi rostro con base y bajo corriendo.
—El desayuno, Nova.
—No me da tiempo, llegó tarde.
Salí de casa, pero me daba igual llegar tarde, los profesores me habían puesto ya tantos retrasos que podrían expulsarme, no se porqué no lo han hecho ya.
Odio este instituto.
"Y es instituto te odia a tí" dice la voz de mi cabeza.
Paso al lado de la churrería y quiero llorar otra vez. En primero de la ESO quedaba ahí con Laura para ir juntas a clase. Ahora ni nos saludamos cuando nos cruzamos.