Una Razón

Ivana

Mateo ha vuelto a defenderme, pero no he escuchado nada de lo que decía. La voces hablan cada vez más alto, gritaban tanto que creía que me volvería sorda. Todo me daba vueltas, me dolían las palmas de las manos por las uñas, mi pierna temblaba tanto que podría haber un terremoto y me escocían los ojos. Estoy harta de ese profesor, del instituto, de todo. No puedo más.
Antes de que el profesor replicase a lo que Mateo había dicho, he cogido mis cosas y me he ido.
Y aquí estoy ahora, llorando, cómo siempre, encerrada en uno de los cubículos del baño. Las paredes están llenas de garabatos y frases escritas por todas las chicas que han ido pasando por el instituto. Hay insultos y también frases bonitas, declaraciones de amor cortas a chicos que no lo leerán nunca y frases divertidas. Leo todo para calmarme, aunque ya casi me lo sé de memoria.
Me gusta el profesor de educación física
Helena es una puta
V+R
Nunca dejes de soñar
Me gusta uno, pero es más mayor que yo
La edad es solo un número tía, declárate.
Un desamor más y me vuelvo lesbiana
Gay el que lo lea
Y así una a una hasta que escucho como tocan a la puerta.
—Esta ocupado—digo. Hay dos baños más libres, por qué tienen que tocar en este.
—Ya lo sé. ¿Estás bien?—dice una voz que no me suena de nada.
—¿Disculpa?
—Es que como te has ido así de clase…
—Estoy bien—miento—. ¿Quién eres?
—Soy Ivana.
—¿Quién?
—Ivana.
Me seco los ojos y abro la puerta. Delante mía hay una chica que no he visto en mi vida, con cabello negro y largo. Trato de hacer memoria, pero nada, no me sonaba de absolutamente nada. Me veo reflejada en el espejo de enfrente, tengo los ojos rojos y las lágrimas han corrido algo de la base de maquillaje, desvelando algunas de mis pecas. Odio esa vista. Me acerco al espejo para arreglarlo.
—¿Por qué las cubres?
No hace falta que diga a qué se refiere para saber qué habla de las estrellas de mi rostro.
—Porque son horribles.
—No lo son. ¿Por qué piensas eso?
¿Por qué pienso eso? Ni yo lo sé, simplemente lo pienso. Raquel estuvo haciendome la vida imposible por mis pecas, hasta que consiguió lo que quería, que las odiase y las cubriese. Pero no le iba a decir eso a aquella chica desconocida por lo que me quedó en silencio.
—Bueno da igual, no hace falta que me lo digas. Pero si quieres una amiga, llámame.
No respondo y escucho como la puerta del baño se cierra. Vuelvo a estar sola. Y es raro, porque estoy sola completamente. Ya no hay voces.




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