Una Razón

9

La chica de las constelaciones se encierra en su cuarto para seguir leyendo un libro sobre una niña que conoce a un pájaro que habla y tiene que salvar su mundo. Lee toda la tarde sin molestarse en abrir la mochila para hacer los deberes.

El chico de los ojos bicolores camina de vuelta a su casa que está en la otra punta de la ciudad, pero le da igual andar más porque ha conseguido acompañar a Nova a la puerta de su casa.

La chica de las constelaciones se queda inmersa en su libro. La trama la lleva a un mundo lleno de magia y peligros, algo que la hace olvidarse, por un rato, de los propios monstruos que viven en su cabeza. Sin embargo, aunque sus ojos recorren las palabras, su mente divaga.

Mateo.

¿Por qué es tan amable con ella? ¿Por qué no parece cansado de intentarlo?

Las voces no tardan en regresar. "Sólo lo hace porque te da lástima", dicen. Cierra el libro de golpe, respirando profundamente. No quiere escuchar. No ahora.

Se asoma por la ventana de su habitación. La calle está en calma, con solo unos cuantos coches pasando de vez en cuando. ¿Qué estará haciendo él? ¿Por qué no puede dejar de pensar en él? Quizás porque es la primera persona que no la ha ignorado o juzgado desde el principio en mucho tiempo. Pero no quiere que esas esperanzas crezcan. Siempre terminaban en nada.

Coge su móvil queriendo escribirle un mensaje. Algo simple, algo casual. Gracias por hoy. Pero sus dedos se quedan inmóviles sobre la pantalla. No quiere parecer necesitada ni débil. Deja el móvil a un lado, frustrada consigo misma.

En ese momento, su madre abre la puerta, sobresaltándola. Había llegado antes hoy.

—Nova, ¿no vas a cenar?

—No tengo hambre —responde, desde su cuarto.

—Sabes que eso no está bien. Necesitas cuidarte.

—Ya sé, mamá. Sólo déjame.

—Como quieras—su madre suspira, cerrando la puerta sin insistir.

Nova siente una punzada de culpa, pero no sabe cómo detenerla. Hablar con ella es como intentar conectar con alguien a kilómetros de distancia, aunque estén en la misma casa.

De pronto, su teléfono vibra. Lo coge rápidamente, su corazón se acelera al ver el nombre en la pantalla: Mateo. Se enfada consigo misma por emocionarse tanto.

Mateo: ¿Todo bien?

Sonríe, y por primera vez en mucho tiempo, sintió que el nudo en su pecho se aflojaba un poco. MAL MAL MAL. NO DEBERÍA PASAR ESO. Duda unos segundos antes de responder.

Nova: Sí, ¿y tú?

No pasa mucho tiempo antes de que conteste.

Mateo: Mejor ahora. ¿Leíste algo interesante hoy?

Nova frunce el ceño, sorprendida por su pregunta.

Nova: ¿Cómo sabes que estaba leyendo?

Mateo: No sé, tienes cara de que lees.

Responde él, sin contarle que cuando se había ido al baño en clase sus compañeros habían cogido su mochila lanzándola por ahí y él la había recogido poniéndola como nueva en su respectiva silla y había visto el libro que llevaba en la mochila.

Mateo: ¿Qué lees?

Sin quererlo, ella suelta una pequeña risa.

Nova: Una historia sobre salvar un mundo con un pájaro mágico o algo así.

Mateo: ¿Y lo estás salvando?

Nova se queda mirando la pantalla, sin saber qué responder. ¿Está salvando algo? ¿A ella misma, tal vez? No.

Nova: Supongo que sí.

Nova bloquea el móvil y lo deja sobre la mesilla de noche, boca abajo, como si así pudiera silenciar las palabras de Mateo que todavía resuenan en su cabeza. No está salvando nada. Ni un mundo, ni un pájaro mágico, y mucho menos a sí misma. Mateo no lo entiende. Nadie lo hace. Ni ella misma lo entiende.

Las voces regresan, como un eco incesante que no la deja tranquila. "Te estás ilusionando. Él solo está siendo amable. Quiere sentirse un héroe, pero tú no eres su responsabilidad. Nadie lo es. No lo necesitas. No necesitas a nadie. Nadie te necesita a tí."

Se recuesta en la cama, mirando al techo. El nudo en su estómago vuelve a apretarse, recordándole que la calma que sintió hace un rato fue solo un espejismo. Las palabras de Mateo eran cálidas, sí, pero eso no las hacía reales. ¿Cuántas veces alguien había sido amable al principio, solo para desaparecer después? No puede permitirse bajar la guardia otra vez.

Agarra el móvil de nuevo, su dedo titubeando sobre el botón de bloquear. Si corta el contacto ahora, se ahorrará la decepción más adelante, ¿verdad? Pero algo la detiene. Se siente cobarde. ¿Por qué no puede confiar en alguien, aunque sea un poco?

La pantalla se enciende con un nuevo mensaje.

Mateo: ¿Te gusta? El libro, digo.

Nova duda antes de responder. ¿Qué se supone que diga? Que los libros son lo único que la mantienen de pie, que cada página es una especie de refugio para esconderse del caos que la rodea. Eso sería demasiado.

Nova: Está bien.

Mateo: Solo "bien"? Suena como que no te convence.

Nova siente una punzada de fastidio. ¿Por qué insiste? ¿Por qué no puede dejarla tranquila?

Nova: No importa. Es un libro, ya está.

Mateo tarda unos segundos en responder, y en ese breve lapso, Nova siente una punzada de culpa de nuevo, pero no lo suficiente como para borrar la barrera que está levantando.

Mateo: Perdón, no quería molestarte.

Nova suspira al leer el mensaje. ¿Por qué tiene que disculparse él? La culpa es suya, por ser así, por no saber cómo dejar que alguien se acerque.

Deja el móvil de nuevo, esta vez apagado. Se acurruca entre las mantas, con el corazón pesado. Mateo parecía diferente, pero ese pensamiento no significa nada. La gente siempre parece diferente hasta que demuestra que no lo es.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.