Una Razón

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El chico de los ojos bicolores sí que está despierto. No había dormido bien esta noche y se había levantado una hora antes de lo normal.

Está viendo las historias de sus antiguos amigos en redes sociales. Los echa de menos, pero sabe que ellos a él no. No le han vuelto a escribir. No lo entiende, son sus amigos de toda la vida, pero al mudarse se han olvidado completamente de él, han seguido con su vida como si él nunca hubiese sido parte de ella. No entiende cómo han podido olvidarse de él tan rápido después de casi quince años de amistad.

Supone que tal vez no era tan importante para ellos como creía ser.

Entonces es cuando le llega el mensaje.

¿Estás despierto?

Lo quita sin leer de quién es, supone que su madre, o Leo, o...

—Espera—musita para sí mismo abriendo la aplicación de mensajes.

Sabe que no puede ser ella, pero tiene la esperanza y...

¡Es Nova! No debería estar tan alegre por un mensaje, ¡pero es Nova!

No sabe qué responder. Un simple "sí" sería muy seco. Pero con algo más parecería muy entusiasmado.

El chico de los ojos bicolores se queda mirando la pantalla.

El mensaje sigue ahí, iluminando su habitación en la penumbra.

¿Estás despierto?

Nova no le habla mucho en persona y mucho menos por mensaje. A veces le responde con monosílabos y otras veces ni le contesta, pero nunca ha sido ella quien ha iniciado la conversación.

Y ahora, en mitad de la madrugada, antes del amanecer, lo ha hecho.

¿La magia de un nuevo día?

Mateo se sienta en la cama, pasando una mano por su pelo enredado. Su corazón late rápido, aunque intenta decirse a sí mismo que no es para tanto. Es solo un mensaje. Solo dos palabras.

Pero son dos palabras que significan algo.

¿Por qué me ha escrito?

Mira el teclado del móvil, intentando encontrar la mejor respuesta.

Respira hondo y, sin darle más vueltas, escribe:

Mateo: Sí, ¿y tú?

Demasiado tarde para borrarlo. Lo envía y espera.

Un minuto.

Dos minutos.

Cinco minutos.

No hay respuesta.

Se deja caer de nuevo en la cama, suspirando.

Tal vez Nova se haya quedado dormida.

Tal vez nunca tuvo la intención de contestar.

Aun así, deja el móvil en la mesita, con la pantalla hacia arriba, por si acaso.

Por si ella decide que, por una vez, quiere seguir hablando.

Y mientras el chico de los ojos bicolores cierra los ojos, la luz del móvil parpadea en la oscuridad.




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