Una Razón Para Vivir

Capítulo 1

Ya no puedo pensar con claridad, la fiebre es bastante alta, siento que moriré en algún momento, a veces tengo mis días buenos y otros no, como hoy por ejemplo, muchos doctores están a mi lado, uno me está colocando compresas para bajar la fiebre, otro me está poniendo una sonda, la sonda es la peor parte, duele como el mismo infierno, no es nada agradable que te metan algo por la nariz, lo necesito, he perdido bastante peso y la sonda me ayuda para poder alimentarme.

—Nena por favor quédate quieta—dice mi mamá tomándome de ambos brazos.

—Duele, paren por favor—empecé a moverme descontrolada por el dolor.

Era realmente horrible cuando me colocaban la sonda, era como si te estuvieran metiendo cinco puñetazos por segundo en la nariz.

—Necesitamos que te quedes quieta para poder acabar de ponerte la sonda.

—Nena, ya falta poco, solo un poco más—lloró mi mamá.

Odio cuando llora, siento que todo esto le afecta de una manera incomparable, esto duele mucho pero mucho, si no me he rendido hasta ahora es porque mi mamá no tiene a nadie más que yo, siempre hemos sido las dos.

—Bien nena, acabamos—avisó la doctora.

Sentí un gran alivio en ese momento.

—¿Mads podemos hablar afuera?—preguntó Ángelo, mi doctor desde hace ocho meses.

Y si, hace 8 meses mi mundo se vino abajo, todas mis expectativas de la vida se fueron a la mierda, mis sueños, ir a una universidad era una de esas.

—Luz espérame aquí—dejó un beso en mi coronilla.

Luz, ese apodo que me puso mi madre, según ella soy su lucerito de luz, ella ha estado conmigo desde siempre, me siento culpable, todo comenzó con los comentarios de las chicas de mi clase, gorda, puerca, entre muchos más, deje de comer, botaba la comida, un día me desmayé en el colegio y me desperté en el hospital, me dijeron que tenía una anemia avanzada y que si seguía sin comer llegaría a la leucemia.

No lo tome en cuenta en su momento, pero ahora aquí estoy, en la cama de un hospital, con una sonda, conectada a varias máquinas, suero, y una bolsa de sangre que pasa por ese tubo de un centímetro de ancho hasta llegar a mis venas.

Estoy observando a mi madre hablar con el doctor por el grande ventanal que me da acceso a saber quien se dirige a mi habitación, puedo ver a mi mamá tomarse el cabello frustrada y Angelo intentando calmarla, no puedo oír pero sé que es sobre mi, tal vez el tratamiento no está dando resultados, la verdad es que ya ni me importa.

—No esta dando resultado el tratamiento ¿cierto?—pregunté al momento en el que entró.

—Nena por...—sé que está pensado en no decirme nada como siempre.

—Mamá por favor solo se sincera, estoy harta de que me pases mintiendo—la interrumpí con cierto enojo en mi voz.

—Mi pequeña, no sabes cuanto lo siento—rompió en llanto.

Cuanto lo siento, esas palabras, lo sabía, moriré, duelen, sí, pero no tanto como creí, tal vez el tiempo que me queda quiero disfrutarlo, quiero salir de aquí, viajar, ya no sirve de nada estar aquí si ya sé que moriré.

—¿Moriré?—tome su mano.

—No digas eso nena, Angelo dice que el tratamiento no está dando resultados, pero no mencionó jamás que morirás, así que no lo vuelvas a decir.

—¿¡Mamá de qué sirve seguir luchando!?—empecé a llorar—. Solo por favor entiende que no quiero morir en un hospital, si voy a morir que sea en una de las playas de Hawai tomando un Martini mientras observo el mar, entiende mamá no quiero morir postrada en una cama, aparte morir en la playa tomado un Martini seria una muerte envidiable—limpié mis lágrimas, y me levanté de la cama.

Espera, 'wow', me siento mejor, esas medicinas del demonio sí sirven.

—Ya basta de hablar de muerte, no te vas a morir Lucy, y por favor acuéstate, necesitas descansar.

—No mamá, ya estoy bien, tengo una energía de esas de las que tienes cuando estás apunto de hacer cosas perversas—el hecho de estar enferma no significa que no sea una chica mala.

—Que puerca luz, ya basta de berrinches y acuéstate—me jaló y me hizo sentar otra vez en la cama.

—Que no mamá—me volví a levantar—. Voy a salir un rato a los pasillos, a ver que hay de nuevo.

—¿Cómo que "qué hay de nuevo"? —me miró con disgusto—. Luz, es un hospital no una heladería, donde puedes ver como piden los sabores que quieran.

—Bueno si fuera una heladería me quedaría a vivir, es más les pago para que me dejen vivir en una heladería, pero ya que, y bueno informarse sobre nuevos heridos is my passion—me puse mis pantuflas de tigre.

Algunos piensan que es muy infantil y yo pienso ¿En que momento te pedí tu opinión sobre mis bebés?.

—¿Es que nunca te rindes?—preguntó.

—No—sonreí con inocencia—. Me alegra que en todos estos años de vida te des cuenta.

Tomé mi abrigo de escandalosos y mi gorro el cual tiene escrito ¿POR QUÉ MEJOR NO TE MUERES?, y sí, muy alentador en un hospital.

—Te equivocas, siempre he sabido eso, cuando estaba embarazada y me sentaba querías que estuviera parada, cuando me paraba querías que estuviera sentada.

—¿Qué querías que hiciera mamá?, no encontraba la posición perfecta—estaba frente del espejo acomodando mi gorrito.

—No crees que en lugar de utilizar un gorro que dice ¿POR QUÉ MEJOR NO TE MUERES? , deberías utilizar uno como, no sé, que diga LUCHA POR TU VIDA.

—No, igual algún día todos moriremos, puede que muera hoy tarde con una fresa porque se me quedo atorada.

—No, eso es técnicamente imposible, tu odias las fresas.

—Diablos, olvidaba ese detalle—digamos que de todas las frutas que hay esa es una de las peores.

—¿A donde vas hoy?, la anterior vez fuiste a maternidad.

No soy la típica chica que dice "Ay no por Dios yo no quiero tener hijos" la verdad es que desde siempre me han gustado los bebés son muy lindos y su olor neutro es lo mejor. Sí quiero tener hijos, pero en un futuro lejano, ahora eso tal vez no se logre pero ya que.




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