Una relación extraña

Capítulo Final

Capítulo Final

Desde el día que anunciaron a sus padres que tendrían gemelos, los días fueron pasándose rápidamente, en convertirse en meses.

Bárbara acariciándose el vientre.

—Conejito, deberíamos terminar de acomodar la habitación.

Lucien había terminado de colocar el oso rosa en una de las cunas.

—Mi princesita conejita, tendrá todo.

—Mi conejito bebé, tendrá el amor de mamá —dijo ella sonriendo y contenta que en menos de un mes tendrán a sus bebés en sus brazos—. Es increíble que tengamos el par.

—Sí, tenemos mucha suerte, que tendremos un conejito y una conejita —dijo Lucien acercándose a su mujer y le acarició el vientre—. Hola pequeños, aquí está papá conejo para acomodar su habitación.

Ella le acarició el cabello con amor.

—Mi conejito, es hora de irnos a comer algo.

Él se levantó del suelo y miró a su conejita.

—¿Quieres comer pizza?

Bárbara se le iluminó los ojos, desde que su amor se enteró de su embarazo siempre estaba cuidándola de todo lo que comía.

—Quiero de jamón y queso.

Lucien sonriendo y la miró divertido.

—Solo será esta vez —le advirtió—. Sabes, que me gusta cuidarte.

—Lo sé —dijo besándole los labios—. Sé que quieres lo mejor para nosotros.

—Lo único que nos queda pendiente es casarnos —le recordó sin dejar de sonreír.

—Sí, te dije; que lo haríamos hasta que recuperé la figura —dijo alegremente.

—Amor, estoy seguro de que estarás preciosa en poco tiempo —le aseguró el divertido.

—Ve a pedirlo —le dijo dándole pequeños empujones para sacarlo de la habitación de los gemelos.

Él riéndose por la actitud de su mujer.

—Ya voy.

Lucien se dirigió a la sala y agarró el teléfono para comunicarse con una agencia de pizzería, cuando logró comunicarse pidió dos cajas de pizza.

Bárbara estaba ansiosa.

—Están tardándose mucho, ¿verdad?

—Ahora suena el timbre —le dijo divertido, en pocos minutos el timbre sonó. Él sacó el dinero de su billetera y abrió la puerta—. Tomé.

—Gracias.

Él cerró la puerta al recibir las cajas y miró a su conejita.

—Es hora de comer —dijo acomodándola en la mesa.

Ella se acercó a la caja y agarró un trozo de pizza. 

—Dios mío, meses sin probarlo.

—Disfrútalo, porque será el último —dijo él sonriendo y comenzando a comer.

—Será el último, porque estoy embarazada, después de salir de mi embarazo, comeré todos los días —dijo Bárbara bromeando.

Lucien riéndose un poco.

—No permitiré que engordes.

—Malo —dijo ella bromeando y disfrutando de su comida favorita—. Ivette está emocionada por la llegada de su ahijada.

—Lo sé, también Lana, con la llegada de nuestro conejito —comentó él tomando un poco de refresco—. ¿Y has pensado un nombre para él?

—Sí, y no —le sonrió divertida, quería esperar el día que nacieran para elegir el nombre de Alain o André para su hijo—. Cuando nazca.

—Eres cruel —dijo él riéndose, él tampoco le había dicho como se llamaría la bebé. Aunque su madre dice que debería de decirlo para comenzar a llamarla por su nombre—. También esperaré cuando nazca.

—Es que, no me decido por dos nombres —le confesó ella tomándose un poco de agua para continuar comiendo—. Deberíamos terminar con la habitación.

—Solo faltaría lo de nombre de los conejitos bebés y listo —le recordó él levantándose del sofá para estirarse un poco—. Deberíamos hablar de la boda.

—Te dije; que después del nacimiento de los bebés —le contestó sin dejar de comer.

—Está bien.

.

.

Horas después.

Bárbara se encontraba leyendo un libro sobre la maternidad, cuando sintió la puerta de su habitación abrirse.

—¿Qué sucede conejito? —le preguntó al verlo entrar a su habitación.

—Voy a dormir hoy contigo —le comunicó acostándose en la cama.

—Todos los días duermes conmigo —le recordó cerrando el libro para mirarlo a los ojos—. Ya se me hacía extraño, no verte antes —le habló cariñosamente y soltando un bostezo—. Ven a darme un abracito.

—Claro que sí, cariño.

Lucien la abrazo cuidadosamente, sabía que su conejita tenía su vientre abultado y no quería lastimarla.

—Te amo, conejita.

—Yo también, conejito —susurró, quedándose dormida.

.

.

Al día siguiente.

Bárbara terminado de acomodar la maleta.

—Listo —habló acariciándose el vientre—. Pronto, estaremos los cuatro en casa.

Florence mirándola como estaba acariciándose el vientre, tomó su celular, le sacó una foto.

—Para el recuerdo.

—Florence —dijo levantándose de la cama—. ¿Y mi conejito?

—Me dijo; que vendría unas horas —le informó agarrando la maleta y observando la cara de su nuera—. Quita esa cara, solo será por unas semanas.

—Es que… Si Lucien no tuviera que estar saliendo contantemente, no tendría que irme a tu casa —dijo cruzando los brazos—. Yo quiero estar aquí. 

—No seas cerca, Lucien y tu padre, quieren lo mejor para ti —le habló ella con calma, sabía que Bárbara estaba muy sensible por el embarazo—. Es mejor irnos.

—Yo no quiero —dijo haciendo puchero y acariciándose el vientre—. Me quedo aquí.

—No seas testaruda —dijo Florence perdiendo la paciencia y cruzando los brazos—. Vamos, que tu padre estar esperándonos en la sala.

Bárbara empezó a caminar, cuando sintió una fuerte punzada en su vientre.

—¡Ay! —exclamó de dolor, miró a Florence con preocupación—. Llama a mi padre.

—No me digas —dijo Florence incrédula.

—Sí.

—¡Cariño, los gemelos van a nacer! —exclamó Florence emocionada.

Thierry acercándose a la habitación.

—Aún falta.

—Necesito irme a la clínica, tengo que llamar a mi conejito —dijo buscando su celular y marcando su número, espero unos minutos hasta que contestó—. Conejito.




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