Una reunión explosiva (relato Cifi - 5 capítulos)

2. Reflexiones

El despertador sonó a las 7:05 de la mañana, como todos los días. Pero, para Elia, aquella era una mañana especial. Había dormido apenas una hora y la cabeza le palpitaba a causa del destilado que había bebido la noche anterior, pero nada de eso importaba. Por primera vez en mucho tiempo, se sentía bien. Pero eso no impedía que tuviese que ir al trabajo. << Maldita sea, la reunión del Consejo >>... No podía faltar.

Refunfuñando, se estiró en la cama ergonómica, sacó los pies de debajo de las sábanas y los apoyó en el suelo climatizado. Pulsó el botón junto a su cama que permitía levantar las persianas, y se acercó despacio al gran ventanal que ocupaba toda la pared este del apartamento para contemplar el amanecer. La zona en la que residía era, sin duda, una de las más bonitas de la ciudad. Edificios altísimos de apartamentos de lujo se alternaban con parques pulcramente diseñados y cuidados por robots jardineros. El diseño de todo se hacía en empresas especialmente dedicadas a la arquitectura, donde los ingenieros introducían una serie de datos en sus pantallas y el ordenador iba realizando los planos simultáneamente.

Hubiera sido un buen trabajo, pero Elia prefería la industria pura. Mecánica, energías... Ese era su mundo. Y, dentro de poco, sería una profesión mucho más agradable, pensó con cierta picardía.

No hubiera sabido decir en qué momento de la noche anterior había empezado a sentirse realmente cómoda con Jeoh; la verdad es que jamás lo hubiese imaginado, pero era cierto que la pelea con Antella aún tenía un regusto amargo. Solo ahora se daba cuenta del posible error que había cometido, y un escalofrío bajó a velocidad de vértigo por su espalda a la vez que enterraba la cara entre las manos. ¿Y si Jeoh no era del todo sincero? ¿Y si iba a contarle a Antella que habían estado juntos la mayor parte de la noche? No había pasado nada, obviamente, pero aun así...

<< No seas boba >>, le recriminó una vocecita en su cabeza. No soy boba, hubiera respondido ella, pero sabía que era verdad. Se estaba comportando como una paranoica. Tratando de alejar tan funestos pensamientos, se masajeó las sienes mientras bajaba las escaleras que conducían al salón-cocina. Su robot doméstico, programado para despertarse a las seis de la madrugada todos los días, apenas alzó la cabeza para darle los buenos días. Elia le devolvió el saludo y se sentó en el sofá. Un botón junto al reposabrazos permitía extraer automáticamente una mesa plegable sin patas, sobre la que el robot depositó una bandeja con té y dos bollos integrales ecológicos.

Elia los mordisqueó despacio, sumida en sus pensamientos. ¿Qué debía hacer? No podía tener esperanzas. Jeoh se iría en dos días y a saber cuándo volvería. Pero no podía evitar un cosquilleo al pensar en él. Era un   herssiano,   cierto, pero ella nunca había tenido problemas con esa clase de cosas. De hecho, sus relaciones más tormentosas habían sido precisamente con humanos.

Suspirando indecisa, se bebió el té de un trago y se dirigió hacia el armario. Había mucho que hacer.




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