Capítulo II.

Pierre

Tragué saliva con fuerza, retrocediendo un paso, solo para quedar atrapado entre la mesa de joyas y ella misma.

—Por favor, princesa, perdóneme, e-estoy seguro de que puedo compensarlo a cambio de ser liberado, estoy desesperado, su alteza, tengo una persona con la que debo regresar... una hermana enferma a la que debo cuidar...

Mis piernas tiemblan mientras me esfuerzo por mantener el contacto visual con ella, pero mis ojos reacios a mirarla voltean hacia otro lado.

Ella me observa y da un suspiro.

—Una hermana enferma, ¿no?

—Hm, ¿sabes? Es fascinante cómo los plebeyos siempre tienen alguna tragedia que contar cuando se enfrentan al castigo.

—Pero, supongamos que no estás mintiendo, supongamos que realmente tienes una hermana enferma a la que cuidar, dime, ¿qué podrías ofrecerme tú, un simple ladrón, que sea digno de mi perdón?

Se inclina hacia mí y me obliga a levantar la vista.

—Dime, ¿qué podrías darme para convencerme de no destinar tu vida al calabozo?

Me mantengo quieto mientras me rodea, mis ojos la siguen mientras me estremezco al sentirme acorralado contra la mesa detrás de mí.

Muevo mi bolsa detrás de mí con más fuerza, tratando de esconder la evidencia de mi acción.

—¡L-lo que sea...! ¡H... haría cualquier cosa! ¡Por favor! ¿Qué puedo hacer? ¡H-haré lo que sea!

Mis ojos se llenan de lágrimas al pensar en mi hermana.

—¿Cualquier cosa, dices? —Sus labios se curvan en una sonrisa. —Qué declaración tan peligrosa para alguien en tu posición.

—Muy bien, plebeyo. Harás un trato conmigo.

—Me servirás de manera leal y sin cuestionar mis órdenes hasta que decida que has saldado tu deuda.

— A cambio, no solo olvidaré este... pequeño incidente, sino que me aseguraré de que tu hermana reciba la medicina que necesita.

—Decide... ¿Aceptas servir a la princesa que acabas de intentar robar? ¿O prefieres descubrir cómo es el calabozo?