Una rosa y mil espinas.

Capítulo VI.

Pierre

Sentado en el suelo húmedo y áspero, con las manos entrelazadas y la mirada fija en el vacío, pude oler cenizas, lo que me recordó cómo había llegado a esto.

Hace cuatro años, mi vida había sido distinta, era el hijo mayor de la familia Vaughgray, un apellido que inspiraba respeto y admiración en todos los rincones del reino.

Mi padre, un comerciante, había construido un imperio que traía riquezas de tierras lejanas, mi madre, con su inigualable habilidad para la artesanía, había ganado el favor de la nobleza con sus creaciones, cada una un testamento de su ingenio. Y yo... yo era su orgullo, aunque joven, se me consideraba digno heredero de ese legado.

Tenía una hermana menor, de apenas siete años en ese entonces, cuya risa era la luz que iluminaba nuestra casa, pero aquella luz se extinguió en un solo día.

Aquel día, acompañamos a mi padre a uno de nuestros almacenes, allí esperábamos un cargamento especial, joyas y objetos de lujo que habían cruzado océanos para llegar hasta nosotros.

Sin previo aviso, el almacén estalló en llamas, el aire se llenó de humo y gritos, el calor era insoportable y las estructuras comenzaban a desmoronarse.

Recuerdo a mi madre empujándome fuera de las llamas, pero al mirar hacia atrás, vi a mi hermana atrapada entre los escombros y su pequeño cuerpo temblando de miedo.

No podía dejarla allí, contra las súplicas de mi madre, volví corriendo hacia el infierno que consumía el almacén, las llamas mordían mi piel, y el dolor era indescriptible, pero logré llegar a ella, la levanté en brazos y corrí hacia la salida.

Cuando por fin escapamos, caí al suelo, exhausto y herido, mi brazo izquierdo estaba quemado en su totalidad, pero la verdadera herida estaba en el corazón de nuestra familia.

Lo perdimos todo... los almacenes, las riquezas, incluso el respeto de aquellos que antes nos admiraban.

A los pocos meses del incidente, mi padre se fue consumiendo, los médicos decían que había sufrido un daño interno irreparable, pero yo sabía la verdad... Su corazón se había roto junto con su legado, era un hombre que había vivido para protegernos y darnos todo, y vernos despojados de aquello lo destruyó.

Una noche, simplemente no despertó.

Y después fue mi madre, ella intentó mantenerse fuerte por nosotros, por mí y por mi hermana, a pesar de sus heridas, trabajaba incansablemente para que pudiéramos comer, pero el fuego no había terminado de reclamarla.

Las infecciones, las heridas que nunca sanaron y el peso del dolor terminaron por arrebatarla de nuestro lado.

Su última noche fue la más fría que recuerdo, y su último suspiro fue acompañado por un susurro.

"Cuida de tu hermana."

Desde entonces, nuestras vidas fueron un descenso constante hacia la pobreza, mi hermana enfermó, y yo... yo me convertí en lo que soy ahora.

Un ladrón.

Por eso robé, por eso me humillé, y por eso ahora estaba aquí, en un calabozo, con la princesa de Freedonia tratando de aplastarme.




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