Pierre.
Después de una semana aquí, el sonido de unas botas resonando sobre el suelo del calabozo fue lo que interrumpió mis pensamientos.
Levanté la cabeza, mi mirada se encontró con la figura de la princesa Harmonious, acompañada por un hombre, él capitán de los caballeros.
—Capitán, evalúe al prisionero —ordenó la princesa, sus ojos clavados en mí como si fuera un insecto.
El hombre dio un paso adelante, cruzando los brazos mientras me observaba con desdén. Caminó a mi alrededor, su mirada recorriendo cada centímetro de mi figura.
—No sirve para nada, Su Alteza.
—Es un mocoso, débil y malnutrido, dudo que pueda levantar una espada.
—¿Nada? —La princesa se acercó y su mirada se detuvo en la mano donde tenía una cicatriz que no había tenido tiempo de sanar.
—¿Qué le pasó en la mano? —preguntó Harmonious al capitán.
—Probablemente se la hizo durante algún robo o en el forcejeo con los guardias, no es relevante.
Pero ella no parecía satisfecha con esa respuesta, dio un paso más cerca, inclinándose para examinarme.
—Capitán, sáquelo del calabozo. Creo que este hombre tiene potencial.
Ambos, el capitán y yo, la miramos con incredulidad.
—¿Potencial, Su Alteza? Con el debido respeto, no veo cómo...
—No me interesa lo que ves, confío en mi juicio, no en el tuyo.
Sin más preámbulos, unos guardias me levantaron del suelo y me escoltaron fuera del calabozo.
Me llevaron a una sala sencilla donde me dieron ropa limpia y un plato de comida. Después de semanas de hambre, apenas podía contenerme de devorar cada bocado.
—Oye.
Subí la mirada hacia la princesa.
—A partir de mañana entrenarás bajo mi supervisión directa. Tendrás tres meses para demostrarme que puedes ser útil.
—Si fallas, volverás a ese calabozo y te aseguro que no saldrás de ahí con vida.