Capítulo IX.

Pierre.

Apareció un mensajero.

—Tu hermana está a salvo —dijo con frialdad. —Puedes encontrarla en el lugar indicado por Su Alteza; toma esto como una advertencia.

El aire se sentía más denso en el camino de regreso; cada paso que daba hacia el palacio era más pesado que el anterior, como si la misma tierra quisiera detenerme.

No podía sacarme de la cabeza la imagen de mi hogar reducido a cenizas.

Y mi hermana... ¿Dónde estaba? Harmonious había dicho que seguía viva, pero ¿podía confiar en la palabra de una mujer que había destruido todo lo que tenía?

Cuando llegué, Harmonious me esperaba en el salón principal, sentada en un trono tallado con figuras de rosas y espinas.

—¿Qué te pareció el mensaje que dejé? ¿Te gustó? —preguntó con un tono burlón.

—¡¿Dónde está mi hermana?! —grité.

Sonrió y, con un gesto lento, chasqueó los dedos.

Dos guardias aparecieron por una puerta, escoltando a una figura pequeña.

—Pierre... —La voz de mi hermana era apenas audible, sus ojos estaban llenos de lágrimas, pero no había un solo rasguño en su piel, de hecho... Se veía más sana.

Corrí hacia ella, ignorando todo lo demás, y la abracé con fuerza, sintiendo cómo su cuerpo se aferraba al mío.

—Estoy bien, Pierre, estoy bien... —murmuró una y otra vez.

—Me aseguré de que recibiera sus medicinas, ella está bien, pero un movimiento en falso, y no lo estará. —Interrumpió Harmonious.

—Eres un monstruo.

Ella inclinó la cabeza, aparentemente inmune a mis palabras.

—Pft, llámame como quieras, pero recuerda que... no me importa lo que pienses de mí, solo me importa lo que hagas por mí.

—Ahora, sabes que puedo protegerla... o —Hizo una pausa, dejando que el silencio terminara la frase.

—Si cumples mis órdenes, tu hermana vivirá una vida tranquila y segura; si fallas o desobedeces, entonces sabes lo que pasará.