Una rosa y mil espinas.

Capítulo XI.

Pierre.

—Ve, asegúrate de que las entradas estén vigiladas, no quiero sorpresas.

El hombre asintió y salió de la habitación.

Me escondí tras una columna, esperando a que sus pasos se desvanecieran en el pasillo.

Cuando me asomé de nuevo Selene estaba sola, pero ya no parecía la princesita de un cuento.

¿Acaso la amabilidad que había mostrado durante el banquete no era más que una máscara?

Sabía que debía actuar, pero también sabía que Selene no sería un objetivo fácil.

Ella no era solo un lobo disfrazado de oveja, era un monstruo que jugaba con fuego para quemar lo que no le convenía.

Di un paso hacia la habitación, ajustando mi agarre en el cuchillo que llevaba en mi cinturón.

—Lady Selene.

Ella se giró hacia mí, sonriendo.

Ah, así que ya estás aquí. —No parecía sorprendida en lo absoluto, lo cual solo hizo que mi nerviosismo aumentara.

—Viniste a matarme, ¿no? —dijo, con un tono burlón, sus dedos acariciaron la empuñadura de una daga sobre su mesa.

No respondí, sabía que cualquier palabra sería algo que podía usar en mi contra.

—Déjame adivinar, mmm... Harmonious, ¿cierto? —Río suavemente.

—Eres tan predecible como ella, pero mucho menos interesante.

Antes de que pudiera reaccionar, lanzó la daga hacia mí.

Me aparté por poco, pero el filo rozó mi hombro, dejando una línea de sangre. Selene ya se había levantado, moviéndose con una velocidad casi irreal.

Selene se movía con una velocidad y precisión que me tomaron por sorpresa.

Cada uno de sus ataques estaba bien pensado, como si estuviera probándome.

Mis meses de entrenamiento bajo Harmonious me permitieron esquivar sus golpes iniciales, pero apenas podía mantenerme a la altura.




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