Una Salvación

Estoy en casa

— Hija mía, me alegra verte nuevamente. — Su voz es cálida, cargada de comprensión y ternura, como un abrazo invisible que envuelve mi alma.

— ¿Por qué? ¿Por qué me diste una nueva oportunidad si al final todo terminaría así? — reclamo con la voz quebrada, buscando respuestas en medio de mi confusión.

Él sonríe suavemente, con una mirada que parece contener siglos de sabiduría.

— Mi deber es guiarte. Tu destino ya estaba escrito en el libro de la vida, y yo no puedo cambiarlo. Pero dime, ¿la decisión que tomaste fue la correcta?

Por primera vez en mi vida, las palabras fluyen desde lo más profundo de mi ser, con la certeza de una verdad que finalmente comprendo.

— Sí... antes creí que estaba sola, que nadie me quería. Pero estaba equivocada. Siempre estuve rodeada de personas que me amaban, incluso cuando yo no podía verlo.

Una punzada cruza mi corazón al pensar en ellos, en los rostros de mi familia, en las lágrimas que les dejé.

— Lo único que me duele —susurro— es tener que dejarlos atrás.

— Tranquila —dice con infinita serenidad—. Ellos poco a poco aprenderán a seguir adelante. Y, cuando llegue el momento, tú estarás aquí para recibirlos con los brazos abiertos.

Un calor reconfortante llena mi pecho, disipando todo temor.

— Gracias... gracias. Ahora lo sé: ya no tengo miedo ni dudas. Solo siento una inmensa paz, esa paz que tanto había buscado toda mi vida.

Él asiente con dulzura, y el blanco puro que me rodea se hace aún más brillante, como si la luz misma me acogiera en su abrazo eterno. Estoy en casa.




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