Una santa para un pecador

¿Casarme?

Evani

Lo quedé mirando anonadada ¿Acaso lo escuché bien? ¿Me acaba de pedir matrimonio a cambio de perdonarle la deuda a mi hermano? ¡No ve que soy novicia! ¿O solo se está burlando y es tan malvado como me advirtió Cesar? Alzó mis ojos deteniéndome en los suyos y me sonríe osado, incluso siendo capaz de levantarme de la barbilla. Lo contemplé con los ojos bien abiertos, nunca había tenido a un hombre así de cerca, puedo sentir hasta su tibia respiración sobre mis labios.

 

—¿Qué pasa, hermana? ¿La impresión la ha dejado callada? —me preguntó sin que sus ojos siquiera mostraran vergüenza por el atrevimiento que está cometiendo.

 

—Disculpe, señor Fábregas, pero no estoy entendiendo su broma —arrugué el ceño.

 

—No es broma —entrecerró los ojos con malicia—. Acepta o su hermano aprende a vivir como indigente.

 

Dicho esto, me dio la espalda caminando hacia su amigo, que tranquilamente bebe un vaso de whisky como si no estuviera pasando lo que está pasando ¿O soy yo y ya de nuevo tengo estos extraños sueños? Ya he pagado bastantes penitencias por soñar con hombres guapos como este, sin embargo, al pellizcarme me doy cuenta de que esto es real. Pestañeé rápido intentando encontrar lógica a su petición ¿Qué hombre en sus cabales le propone matrimonio a una mujer que nunca ha visto antes en su vida y que además usa habito? Necesito aire, salir de ahí lo más pronto posible.

 

—¿Y cuál es su respuesta? —dicho esto se sirvió un vaso de licor sin borrar su mirada arrogante al darse cuenta de que me tiene en una situación difícil.

 

—No lo acepto —respondí y noté como abrió sus ojos sonriendo como si no creyera lo que acabo de decirle. Pero volvió a entrecerrarlos con seguridad y aquella sonrisa sínica que me está molestando—. Le recomiendo que vaya a una iglesia y confiese al padre la propuesta que le acaba de hacer a una novicia, si piensa en su alma hágalo.

 

—Prefiero que mi alma arda en el infierno a cambio de casarme con usted —señaló irónico riéndose con el otro hombre. 

 

—Que Dios lo perdone —musité moviendo la cabeza antes de salir sin que él siquiera se volteara a mirarme, debe estar riéndose de la broma que está haciendo, aprovechándose de la desesperación de mi hermano.

 

No creo que, dentro de los planes de un hombre como este, altanero y arrogante, que parece tenerlo todo, casa, autos, dinero, quiera, así como así casarse con una novicia que acaba de conocer ¿Tendrá manías extrañas? Tan perverso que busca lo prohibido porque solo lo excita hacer lo que va contra las buenas costumbres ¿O acaso mi belleza lo ha deslumbrado? Vi mi reflejo en los ventanales antes de darme un golpe en la frente de pensar en tales tonterías, la vanidad va contra mis principios y acabo de cometer un error de pensar en un segundo en eso por culpa de la burla de aquel hombre.

 

Me despedí con cortesía del mayordomo antes de salir de esa casa, intentando pensar que ese tipo, Alan, no tiene ningún respeto a nadie, y es peor de lo que siquiera imaginé. No debería pensar eso, pero es imposible, no puedo dejar de recordar su expresión maliciosa, en su rostro triunfal al creer que me tenía entre la espada y la pared. Esos ojos, insinuante y esa sonrisa perfecta. Sí, debió ser solo una broma buscando como rechazar mi petición y además burlarse de mí. Si le hubiera dicho que sí tal vez se hubiera atorado y su burla hubiera llegado hasta ese momento, debí ser más lista. Pero por ahora solo espero que de verdad se acerqué a una iglesia, se dé cuenta de lo que está haciendo y piense en perdonar la deuda a todos aquellos que han terminado en la calle como su hermano.

 

—¿Cómo te fue? —preguntó Cesar apareciendo de repente y asustándome por la forma sorpresiva como me abordó.

 

Su desesperación me asustó, no pensaba que podía sudar de esa forma ni que se aferrara a mis hombros por mi silencio. Me quedé sin habla ante su rostro impaciente y sus ojos bien abiertos fijos en los míos.  Desvié los míos no quiero ver su desilusión cuando le diga lo que ha pasado. Me solté de su agarre sobándome el brazo, nerviosa, buscando las palabras adecuadas para decirle la verdad. Tal vez en vez de responderle directamente podría darle una idea para la nueva vida que desde hoy vendrá en su camino.

 

—¿No has pensado en cambiar de rubro? ¿Algo así como vender golosinas en un parque? Escuché que en el municipio las personas de escasos recursos puedes postular a un carrito de esos y...

 

Pero cayó al suelo como si lo hubieran apuñalado por la espalda. En una forma bastante dramática, pero propia de mi hermano. Aunque claro, si soy sincera no siempre voy a poder sacarlo de cada agujero en donde mete la pata. Refunfuñé para mí misma al pensar de esa forma, debo buscar algo que pueda ayudarlo. 

 

—Sabía que todo esto sería inútil ¡¿Dios mío, que voy a hacer?! —alzó sus manos al cielo y ambos miramos arriba como si esperáramos alguna señal. Luego moví la cabeza a ambos lados, eso sería bastante extraño, más con alguien tan alejado del cristianismo como mi hermano. 

 

—No molestes a Dios con eso. Tal vez, hermano, es una forma de que aprendas a valorar más lo que tienes. Bueno ahora no tienes nada —suspiré dándome cuenta de que con eso solo lo empeoraba—. Ese hombre es malo, ya pagara sus pecados ¿Puedes creerlo que me dijo que si quería que te perdonara la deuda yo debía casarme con él?

 

Le dije refiriéndome a Alan Fábregas, cruzando los brazos, molestas. Pero más fue mi sorpresa cuando mi hermano sin levantarse del suelo me contempló con fijeza, con un ceño arrugado que no pude entender ¿Está molesto conmigo? ¿No acaba de escuchar lo que acabo de decirle?

 

—¿Le dijiste que no? ¡¿Cómo pudiste negarte?! —me miró con una mueca mientras apretaba los puños.




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