Evani
Desvié la mirada al ver la sonrisa de triunfo en aquel hombre, siento que traiciono mi voluntad por salvar la vida de Cesar, mi hermano. Pagando los pecados que él cometió al meterse en este sucio juego de las apuestas. No es justo, y en mi interior lo sé. Aun así, debo contener mis ganas de gritar, como muchas veces me lo enseñó la madre superiora, mantener la calma, ser educada. Sin embargo ¿Cómo es posible mantener la calma cuando sientes que tu vida va contra el tren que pensabas abordar?
—Trato hecho entonces, hermanita —musitó aquel individuo con un gesto de malicia que me descoloca.
Desvió la mirada sin más, porque me cohíbo ante esos ojos penetrantes. Y debo reconocer que estar frente a un hombre de verdad me hace sentir más nerviosa de lo que imagine alguna vez ¿Cómo puede existir un tipo así? Con una piel tan cuidada, con unos ojos negros que parecen atraparte en ellos, con una sonrisa encantadora que te hace perder la noción sin darte cuenta de que te hipnotizo en ese guapo rostro. Tragué saliva no intentando pensar en nada pecaminoso que va en contra a todo lo que me han enseñado.
Se puso de pie y caminó hasta estar frente a ambos, de reojo miró a mi hermano quien parece estar incluso feliz por lo que está pasando, no puedo evitar dirigirle una mirada como si quisiera castigarlo por ponerme en esta situación.
—Bienvenida a casa —dijo aquel hombre.
Al girarme buscando las palabras adecuadas fue cuando sentí como una humedad se apropiaba de mis labios, y sin esperármelo sus manos me tomaron de la cintura acercándome a su lado. Me está besando, y ante aquel contacto desconocido no pude reaccionar, sintiendo una extraña sensación en todo el cuerpo. Pero no pude más cuando el beso se estaba prolongando y aunque mis labios permanecían quietos no parece eso detenerlo, lo empuje con ambas manos en el momento mismo que me soltaba y caí hacia atrás quedando sentada en el piso estupefacta ante su falta de cuidado, y la de mi hermano que anonadado solo vino a ayudarme cuando ya había caído al suelo. Pero antes de que se acercara, Alan me tomó de la barbilla, con una sonrisa irónica y sus ojos negros intimidante se detuvieron en los míos.
—Vaya, hermana, creo que voy a tener que enseñarle muchas cosas, no solo quiero que siga comportándose tan educada frente a los otros, quiero que por lo menos valga la pena atarme a usted.
Apreté los dientes ¿Qué se cree besándome de esa forma pecaminosa? Cuando aún ni siquiera nos hemos casado, y yo sigo vistiendo mi hábito.
—Esa mirada de odio no debería ser propio de una mujer cristiana como usted —indico sonriendo con ironía—. No me diga que es su primer beso.
Fingió sorpresa.
—No, afortunadamente no lo es —me puse de pie sacudiendo mi ropa.
Hace años en una fiesta de máscara en dónde mi traviesa amiga me obligó a ir había un muchacho con el cual me besé. Mi primer y único beso. Alan se quedó callado, al parecer no se esperaba esto. Sin embargo, solo entrecerró los ojos llamando a su mayordomo y pidiéndole unos documentos, las propiedades de la familia Montalbán que son las que mi hermano apostó con él.
—Por ahora, le entregaré sus propiedades, pero en contrato de arriendo, no me voy a arriesgar a ser abandonado en la boda —hablo con seriedad—. Cuando se celebre el matrimonio y todo salga bien le devolveré los derechos de sus propiedades.
Dicho esto, firmó los documentos y luego se los entregó a mi hermano, quien nervioso y aliviado los tomó sin siquiera leerlos firmándolos y devolviéndoselo.
—Bien —se puso de pie—. Puede retirarse y volver a su casa.
César me miró sonriendo a pesar de mi amarga expresión ¿Qué le diré a la madre superiora? ¿Tendré que abandonar todo solo por aceptar entregarme como pago de una apuesta? ¿Será mi condena al infierno por entregar mi promesa de amor mintiendo frente a Dios y a la iglesia? Bajé la mirada aun estando en desacuerdo con esta situación, y solo caminé detrás de mi hermano sin ganas de hablar.
—¿Y usted a dónde va? —me detuvo aquel hombre al ver que seguía a César.
—Con mi hermano —musite sin entender que quiso decir con eso.
—Usted se va a quedar aquí conmigo.
Me giré estupefacta hacia él ¿Quedarnos juntos? Sin siquiera haber firmado el sagrado matrimonio ¿Qué clase de hombre más sucio es? ¡Jamás me entregaré contra las reglas de Dios!
—Señor, usted está muy equivocado si piensa que yo...
—No, señorita Montalbán, no piense ese tipo de cosas, no compartiremos cama, por ahora —alzó ambas cejas sonriendo en forma seductora—. Solo quiero asegurarme de que no cometerá un error antes de presentarla a mi madre, no quiero que salga con cosas raras de su secta.
—¿Secta? Es la religión cristiana ¿Cómo secta?
—Cristianismo, secta o lo que sea —me dio la espalda —. Mañana quiero que no luzca como una novicia, y voy a revisar sus modales en la mesa, sé que fue a un prestigioso internado de señoritas así que no dudo que los tenga, pero tengo curiosidad de como luce vestida de forma más "normal"
Hubo un instante de silencio, antes de que él dijera algo no pude contener las palabras que tengo en mi cabeza.
—Usted es un pervertido...
Musité y abrió los ojos como si no creyera lo que acaba de escuchar. Me alegra que le doliera, pero en vez de eso se comenzó a reír a carcajadas. Se acercó a mí y al notar cierta malicia en su rostro retrocedí sin pensarlo. Me tomó de la barbilla sin que pudiera evitarlo y sus ojos quedaron detenidos en los míos mientras que yo arrugaba el ceño sin saber que esperarme.
—Si va a odiar a alguien por la situación en que está, odie a su hermano —me obligó a mirar hacia la ventana en donde Cesar se sube a un auto con una sonrisa de felicidad que no oculta—, si él nunca hubiera apostado contra mi usted estaría aun en su aburrido convento.