Una Segunda oportunidad

Capítulo 3-Una teoría muy loca

Claro, era la familia de Jacob, se encontraban en el comedor, su padre ocupaba la silla principal y su madre estaba sentada a su costado del lado derecho; también estaban sus hermanos ocupando las dos sillas que quedaban al frente de mí. El chico de mayor edad se parecía mucho a Jacob, tenía el cabello castaño y los ojos color verde, al igual que Jacob tenía su piel muy clara y por lo que podía distinguir era alto. La chica por el contrario tenía su cabello rubio y lacio, era delgada y alta, su rostro deslumbraba un color de piel muy claro, aunque en él se encontraba una expresión de disgusto. 

La señora Gloria sostiene una conversación con la chica sobre una pelea en la escuela, ella no parecía ser mayor de 18 años, de manera que lo más probable es que haya estado cursando el bachillerato.

— ¿Cuándo será el día en que no me llamen del colegio para avisarme que te metiste en otro problema Carmen? —le pregunta la señora Gloria a la muchacha que al parecer se llama Carmen

— ¡YA TE DIJE QUE ESA ESTÚPIDA LO COMENZO TODO! —grita la chica causando que el muchacho se ladee un poco a su izquierda

— ¡CARMEN!, no levantes la voz. —le reprime el señor Fernando. —Dejemos este tema por ahora y comamos, ya hablaré contigo después jovencita  

— ¿Y a ti cómo te fue en la escuela hijo? — << ¿la señora Gloria está preguntán…dome? >>bajo la mirada y me encuentro con el cuerpo de… ¿Jacob? Por dios estoy en el cuerpo de Jacob, ¿cómo es eso posible?

—Muy bien mamá, pronto serán los exámenes finales y podré disfrutar de unas buenas vacaciones —contesto o contesta por dios no sé cómo llamarlo, esto me produce una sensación muy extraña imposible de explicar  

—Tú siempre has sido un gran hijo y estudiante —responde la señora Gloria y su voz es como una dulce melodía

—Es que mi hermanito es todo un cerebrito —añade el otro chico, mostrándome una sonrisa 

—Ay si el hijo perfecto —parlotea Carmen con un hilo de voz chillona y quejumbrosa

—El que tú seas una rebelde sin causa no es su problema —le dice el chico

—Y aquí está el hermano defensor

—Carmen ya basta, no empezarás una pelea más. —dice el señor Fernando con voz autoritaria. —Ya perdí la cuenta de las que llevas esta semana. —Carmen solo es capaz de rodarle los ojos y soltar un bufido.  

El trance en el que estaba comienza a desvanecerse, y poco a poco voy percibiendo que pronuncian mi nombre una y otra vez.    

—Samuel, Samuel, Samuel —escucho mi nombre con claridad y con esto…vuelvo al presente

—Por dios hijo ¿estás bien? —me pregunta mi madre levantándose de su asiento y acercándose a mí para tomar mi rostro entre sus manos

—Sí, estoy bien —le contesto como si no pasará nada, aunque en realidad pasa mucho, quisiera decirles todo, pero aún no es tiempo 

— ¿De verdad te encuentras bien hijo? —me pregunta mi madre con una voz muy preocupada. —Estás pálido

—Sí mamá estoy bien, solo me siento un poco indispuesto —contesto tratando de zafarme del interrogatorio 

—Nos asustaste mucho hijo, no reaccionabas —dice mi padre acercándose a mí 

—Yo creo que el azúcar se le ha de haber bajado —opina Karen tratando de cubrirme, por dios ¿qué haría sin ella?

—Creo que Karen tiene razón, será mejor que suba a mi habitación y descanse un poco —digo y trato de levantarme, pero mi madre me detiene  

—Por supuesto que no, de aquí no te levantas hasta terminar todo lo que hay en tu plato. —me ordena tomándome los hombros y obligándome a sentar de nuevo. —Si estás así es porque de seguro no te alimentaste bien en el colegio

—No tengo apetito madre

—Tu madre tiene razón hijo, termina tu comida y después puedes subir a descansar. —.  

Mis padres vuelven a sus asientos y yo me dispongo a devorar todo lo que hay en mi plato en el menor tiempo, pero tratando de no parecer apresurado.

—Ahora si subiré a descansar —digo al momento que me pongo de pie

—Yo subiré por mi mochila para irme a casa y preguntar a mis padres sobre el estado de salud de mi abuela

—Está bien chicos, y Samuel, procura descansar —me pide mi madre cuando nos pretendemos alejar del comedor.

Entro a mi recamara y una vez más me tiro en ella cubriéndome el rostro con mis manos.

—No puede ser posible. —digo aún con las manos en mi rostro .—No logro entender

—Tuviste otra visión ¿cierto? —argumenta con seguridad. Había entrado detrás de mí y se había encargado de cerrar la puerta de mi cuarto una vez que entró 

—Si quieres llamarlo así. —pronuncio sin ninguna emoción. —Mi cerebro está creando una teoría muy loca 

— ¿A qué te refieres con eso?

—No diré nada hasta no estar seguro

—Pero Samuel sabes que yo

—Karen, Karen. — la interrumpo y me giro para mirarla a los ojos. Tomo sus manos entre las mías. — ¿Confías en mí?  




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