— ¡FELIZ CUMPLEAÑOS! —gritamos todos al mismo tiempo justo cuando mi tío ha entrado tomado de la mano de mi tía por la puerta principal.
Hoy era el cumpleaños número cuarenta de mi tía Candelaria y nos habíamos reunido en su casa para darle la sorpresa, mi tío Gustavo supuestamente se la había llevado a comer a un restaurante para poder celebrar solo ellos dos, eso nos permitía a nosotros preparar algo en su casa, mis padres por nada del mundo dejarían de festejarle, mi madre y Minerva (la hermana mayor de Karen) se encargarían de la cena mientras mi padre, Karen y yo nos haríamos cargo de la decoración. Habíamos cubierto de globos y serpentinas de colores toda la sala principal, en la parte superior de la pared frontal descansaba un letrero que decía “Feliz cumpleaños Candelaria” un letrero que mi madre había mandado hacer, a unos centímetros más abajo descansaban en el aire los números cuatro y cero, solo a unos centímetros de distancia el uno del otro y formando de este modo el número de años que cumplía el día de hoy. Todos los globos contenían gas helio así que se encontraban flotando en el ambiente, deleitando las pupilas de cualquiera que pudiera apreciar la escena.
Calló la noche y finalmente mis tíos entraron por la puerta.
— ¡Por todos los cielos! —exclama ella al observarnos a todos de pie con unas sonrisas de oreja a oreja, se voltea hacia mi tío y ve que sonríe de manera que asume que tenía conocimiento de esto. Acerca su rostro al de él y le planta un pequeño beso en los labios para después acercarse a nosotros.
—Felicidades Cande —se acerca mi madre al momento que le da un fuerte abrazo
—Gracias Irma —le agradece eufórica y posteriormente se acerca mi padre, Minerva y Karen
—Muchas felicidades tía —le digo con una sonrisa y aprieto su cuerpo contra el mío
—Muchísimas gracias hijo, oye creciste durante la última semana —me dice extrañada
—Ay tía exagera —respondo separándome de ella
—No, no exagero, o tú creciste o yo me estoy volviendo más baja de lo que ya estoy. —responde sonriendo. — ¿Ves esos globos? —señala los globos color plata que representan sus años. —Los años no pasan de en valde hijo
—Ay tía usted siempre tan alegre —argumento sonriente y dejando escapar una leve risita
—Siempre hay que estar alegres hijo, ¿para qué vivir deprimidos y amargados? —hace un ademan con su cabeza. —La vida está para gozarla —mueve sus caderas haciendo un divertido movimiento
—Tu tía siempre ha sido una loca descarriada. —opina mi tío abrazándola por detrás. —Y por eso me enamoré de ella
—Bueno tortolitos, pasemos a sentarnos. —les dice mi madre con una sonrisa.
Todos pasamos a tomar asiento en la sala, esperaremos a que llegue la hora de la cena y a que esté lista para poder pasar al comedor.
Llevo casi una semana sin tener sueños ni visiones, hasta ahora ese extraño hombre tenía la razón y puede que mis sueños hubieran terminado, pero por una extraña razón quería seguir teniendo visiones, de algún modo…me acercaba más a la verdad, y en estos momentos sentía como si todo esto hubiera presionado el botón de pausa. Debería sentirme tranquilo porque no he experimentado ningún suceso extraño que pueda perturbarme, pero el hecho de no conseguir ninguna pista me tenía totalmente desesperado, quería averiguar si el presentimiento que estaba teniendo era cierto o simplemente una idea estúpida que había circulado por mi mente. En fin, algo era seguro, mi paciencia estaba llegando a su fin.
Mi tía Candelaria es una mujer baja de cabello negro y lacio, sus caderas son anchas y sus pómulos son gruesos. Mi tío por su parte es un hombre alto, un poco calvo de la parte superior de su nuca, lleva anteojos y es robusto. Minerva es muy parecida a mi tía, pero su cabello es tan largo que alcanza a llegar a sus sentaderas, es lacio como el de mi tía, es baja y de cuerpo delgado.
—Que ingeniosos fueron para crear todo esto. —dice mi tía cuando está tomando asiento al lado de mi tío. —Y todo les quedó hermoso. —navega su vista por toda la sala, observando detalle a detalle. —Creí que solo festejaríamos mi cielo y yo
—Esa era la idea Cande. —responde mi madre sonriendo con orgullo. —Pero de ninguna manera dejaríamos de festejarte
—Creímos que Gustavo arruinaría todo. —opina mi padre recargado en la pared. —Mi querido amigo no conoce el término discreción —le sonríe a mi tío
—Debo confesar que mi fuerza de voluntad se encontraba en estado crítico —bromea y tuerce un poco los ojos
—El hecho de saber que te mataría si le decías algo debió mantenerla lo suficientemente estable —le dice mi madre
—Pues déjenme decirles que no noté nada misterioso, mi marido hizo un buen trabajo
El timbre suena y Minerva da un salto desde su asiento.
—Debe ser Pablo. —dice al momento que se dirige a la puerta principal para de inmediato abrirla.
A los pocos minutos regresa tomada de la mano de un chico alto, delgado, con rostro alargado y estético, lleva anteojos y va vestido de forma elegante.
—Buenas noches —saluda este al momento que llega hasta la sala
—Buenas noches —lo saludamos todos al mismo tiempo