Abro los ojos y observo que ya ha amanecido, la tormenta había cesado y por lo que podían apreciar mis ojos las nubes también se habían dispersado.
Karen seguía recostada en mi pecho, no me movería, tan solo quería observarla dormir hasta que ella despertara por su cuenta, tenía un rostro tan hermoso y lucia extremadamente tierno cuando cerraba sus ojos.
La conversación que escuché hace unas horas toma lugar en mis pensamientos, abriendo paso a una sola pregunta: ¿qué pasaría ahora?, ni siquiera tengo el valor de salir de mi habitación, bajar para hablar y aclarar las cosas. Inmediatamente mi subconsciente me bofetea y me llama “estúpido”, con justa razón, yo siempre terminaba empeorando las cosas, así que era preferible permanecer aquí.
No sé si Karen me confunde con su almohada personal, pero repentinamente me aprieta con más fuerza, eso causa que sonría y casi suelte una carcajada, pero logro retenerme, extrañamente se sentía muy bien, demasiado bien debo decir. Luego escucho que resopla y comienza a mover su cabeza lentamente. La levanta y me observa directamente. No logro identificar si está confundida, incómoda o avergonzada.
— ¿Cuánto llevas despierto? —me pregunta sin moverse en lo más mínimo
—Solo unos minutos. —le respondo con una sonrisa. —Te ves extremadamente tierna cuando duermes —alargo más mi sonrisa
— ¿Cumplidos tan temprano? —añade en tono burlón. Una sonrisa aparece y se borra en cuestión de instantes. — ¡El colegio! —dice de golpe. —Se nos hará tarde —se pone de pie casi en automático
—Aguarda, aguarda. —la tomo de un brazo. —No asistiremos hoy
—Samuel no puedes hacer a un lado tu vida y de paso gobernar la mía también —me dice en reproche
—Relájate. Es algo que decidieron nuestros padres —hago una mueca
— ¿Cómo sabes eso? —opta por una expresión de desconcierto
—Entraron anoche y conversaron un poco aquí —suelto de golpe
—Ósea que vieron como dormíamos —argumenta algo nerviosa
—Fuiste tú la que quiso retirar el seguro —le digo divertido
—No pensé que fueran a entrar —sus pies vuelven a tomar lugar en la superficie de la cama y se sienta en medio de esta
—Nuestros padres tampoco irán a trabajar y Minerva se unió a la causa —digo un poco divertido
— ¿Y la causa es? —hace ademanes con sus manos
—Al parecer quieren pasar este día en familia —alzo un hombro
—Y de paso interrogarnos —añade con firmeza
—Tal vez no lo hagan. Creo que aguardarán a que se cumpla el plazo que les di
—Una semana. —su voz suena tan natural, las emociones parecen estar ausentes en cada una de las palabras que sus labios expresan.
—Así es —contesto dudosamente
— ¿Crees poder decirles todo? —me pregunta entre dientes
—Ya los he lastimado mucho Karen, si de aquí a ese día no sucede nada, les diré todo lo que sé y lo que presiento —esto último causa que se cohíba un poco
—Diles todo excepto eso. —añade angustiosa sabiendo a qué me refiero. —Solo es una suposición, no los asustes por ello
—Sabes que la muerte no tiene solución ¿verdad?, que sin importar lo que haga o lo que hagas, no podemos ganarle la batalla
—Por favor ya deja de decir eso —su voz tan dulce comenzaba a quebrarse
—Hay que aceptar la realidad —digo firme
—Entonces te vas a rendir así ¿tan fácilmente?, después de todo lo que has pasado —sus ojos se habían convertido en un par de cristales empañados
—Estoy aterrado. —confieso con voz débil. —Pero estoy cansado de luchar contra algo que desconozco. Cuando enfrentas a un enemigo que no conoces, tu derrota está asegurada
—Pues no estoy de acuerdo y no lo acepto. —se limpia con fuerza dos lágrimas que resbalaban por sus mejillas. —No puedo creer que tires la toalla a estas alturas
—Si estuvieras en mi lugar harías lo mismo. Estoy cansado de pelear y estoy cansado de esperar. —la furia se había adherido a mi voz. —Si algo va a pasar, que pase cuando se le pegue su regalada gana, no pienso seguir deprimiéndome por ello, ya no más
—Entonces, ¿qué vas a hacer?
—Aprovechar cada momento, así que dime ¿vas a quedarte conmigo y apoyarme o vas a enojarte y alejarte de mí por algo que no puedo controlar? —me observa por unos segundos
—Estaré contigo —me responde mientras apoya su mano sobre la mía
—Gracias —acaricio su mano
—Pero déjame decirte algo, dudo mucho que todo esto termine así, es ilógico y no lo creo, debe haber algo más, y vamos a averiguarlo
—Te deseo toda la suerte del mundo con eso —esquivo la mirada
—Por favor Samuel no te des por vencido —levanto mi mano y limpio una lágrima más de su rostro enrojecido
—No lo hago Karen. Solo estoy aceptando los hechos, y te juro con el alma que anhelo estar equivocado. Por dios apenas cumpliré los diecisiete, no quiero morir todavía