— ¿Ha sucedido algo más? —me pregunta Luis sentado a un lado de mí. La profesora todavía no hace su entrada triunfal, de manera que los chicos tenían la oportunidad de bombardearme con preguntas.
—Nada que no sepan ya chicos —contesto sonriente
—Y dinos. —comienza a decir Louisa. — ¿Qué se siente recordar que estuviste sentado aquí hace diecisiete años con otro cuerpo?
—Más extraño de lo que se pueden imaginar. —tuerzo un poco los ojos. —Me concentro y veo una imagen totalmente distinta a la que veo ahora. —digo pensativo. —Mis anteriores amigos en los lugares que ustedes ocupan —añado sonriente mientras recuerdo a los locos de mis amigos golpeándome los hombros o sacudiéndome la cabellera
— ¿Los extrañas mucho? —me pregunta Karen, serena
—Es imposible no hacerlo —contesto con el mismo tono de voz
—Hola chicos. —entra la maestra Liliana, tan puntual como siempre.
Todos los compañeros que se encontraban de pie o girados hacia las otras butacas alrededor se acomodan en sus asientos. Deja sus cosas sobre el escritorio y nos mira a todos, con esa actitud empoderada que la caracteriza.
—Si mal no recuerdo, debería haber algo más que mis pertenencias sobre el escritorio, ¿no creen? —pregunta medio sonriente.
Todos nos levantamos de nuestros asientos y comenzamos a dejar montones de carpetas sobre él.
—Bien jóvenes. —agrega sonriente una vez que todos hemos dejado nuestros proyectos finales a su alcance. —Pues como ya sabrán, esta es nuestra última clase. —todos comienzan a dar pequeños gritos de emoción. —Silencio jóvenes. —poco a poco el murmullo muere y el silencio cobra vida de nuevo. —Pasado mañana les estaría entregando calificaciones, me pondré a revisar sus trabajos hoy mismo, saben que me gusta llevar un orden y entregar todo a tiempo para que ustedes estén libres lo antes posible. —sonríe. —Sé que a veces llego a ser muy estricta con ustedes —empieza a caminar por el aula—pero solo trato de prepararlos para enfrentarse al cruel mundo, sí, cruel mundo. —vuelve a repetir con más fuerza. —Ya están grandes y saben que la vida no es color de rosa. —todos están atentos a cada palabra que sale de sus labios. —La vida es dura, un día estarás arriba y al siguiente estarás luchando con uñas y dientes para salir de un pozo profundo. Tienes que casi morir para comprender lo que es vivir. Este país necesita a personas que no solo sepan dominar una carrera, sino también que sepan lo que es vivir, y sepan cómo darle un concepto digno a la palabra. —pasea su mirada por los rostros de todos. —No confundan el término con sobrevivir, y sobre todo no lo conceptualicen con el simple hecho de abrir los ojos cada día. Vivir va más allá de una buena salud física. Se refiere a disfrutar de cada momento, vivirlo como si fuera el ultimo, hacer lo que quieres hacer y no lo que te obligan a hacer, sonreír durante casi todo el tiempo, y borrarla cuando es necesario, pero no por demasiado tiempo. Digan lo que quieren decir, sea bueno o malo, tanto uno como otro detiene su avance. Expresen su amor cuando lo sientan. —en ese momento me dieron unas ganas inmensas de girarme a ver a Karen, pero me contuve. —No sabemos cuánto tiempo duraremos aquí, por eso no debes ahogar tus palabras, tus sentimientos en un abismo de silencio, déjalas navegar hacia su destino, y espera a ver qué descubrieron a su paso o lo que derrumbaron. Busquen su misión en este mundo, todos tenemos una, cuando la encuentren, verán que no hay nada más satisfactorio que eso, se convierte en uno de los motivos por los que abres tus ojos cada mañana, por el que sonríes durante la mayor parte del tiempo. —ella sonríe plácidamente. —Esa es la magia que experimentas al encontrar tu camino. —Adrián, un compañero de la clase, con ojos café claro, cabello negro azabache, medio bajo, llenito y de piel morena levanta el brazo. — ¿Sí? —inquiere la maestra
— ¿Cómo sabré si estoy en la carrera correcta? —pregunta este, interesado. La maestra se le queda mirando por unos segundos, risueña
—No lo sabrás. —vuelve a esperar unos segundos. —lo sentirás. Y no te harás esa pregunta. —termina de decirle sonriente. Con esa respuesta, Adrián se da por bien servido. —Bien. —junta sus manos. —Fue un placer haberlos guiado durante este curso, a todos. —vuelve a sonreír. —Ya no hay nada más que hacer hoy. Tengan un lindo día
—Gracias maestra. —contesta uno tras otro mientras se levantan de sus asientos y caminan felices a la salida. El semestre llegaba a su fin, gracias a dios.
—Que mujer tan sabia — escucho en mi cabeza
<<Coincido contigo>> pienso la respuesta.
— ¿Quieres visitar el cementerio? —me pregunta Louisa muy sorprendida. Estamos desayunando, en lo que es la hora de nuestra siguiente clase
—Quiero visitar mi tumba exactamente. —todos se miran. —Tú debes saber dónde está Luis. —me dirijo a él. —Necesito que me lleves. —vuelven a mirarse, nerviosos. —Chicos voy a hacerlo de todos modos, me ayuden o no
—Está bien. —contesta Luis después. — ¿Quieres que llame a mi abuela?
— ¡NO! —le respondo rápido y elevo un poco la voz. —Quiero hacer esto solo
— ¿Solo...solo? —me cuestiona Louisa, pensativa
—Pueden acompañarme si quieren, me refiero a alguien más aparte de nosotros