De nueva cuenta esas expresiones en las caras de mis padres, cuándo dejaré de causarles preocupaciones. Me enoja demasiado el que me quieran tener tan vigilado, ya no soy un niño, puedo cuidarme solo, aunque no lo pareciera ni siquiera lo suficiente. A mis dos madres se les cristalizan los ojos, y mis padres las abrazan por detrás. Mi corazón se rompe…al igual que mi alma.
— ¿A qué se debe esto Samuel? —se acuclilla ante mí Adzoel. —Hace unos momentos estabas perfectamente bien
—No lo sé. —le respondo con voz débil. —No lo sé —vuelvo a repetir con cabeza gacha
— ¿Con quién habla? —escucho que pregunta Roberto desesperadamente
—Creo que con Adzoel —le responde Karen al instante
—No quiero morir. —le digo con lágrimas en los ojos. —No de nuevo. No sin antes llegar siquiera a los cincuenta —mis madres comienzan a sollozar
—Entonces no lo hagas. Aférrate a la vida. Se te dio una segunda oportunidad por una razón, encuentra esa razón y defiéndela a capa y espada —me dice de forma tranquila, pero con firmeza
— ¿Qué es lo que realmente debo hacer?, por favor ya dime —le digo suplicante.
Mi mente está cansada, mi corazón se hace pequeño con cada latido, no sé cuál es el objetivo de esta segunda vida, no supe cuál era el de la anterior…siento que mis vidas hasta ahora han sido un libro al que no se le encuentra propósito.
—El que yo te lo diga cambiaría el rumbo de tu destino. He roto muchas reglas, pero no puedo hacerlo con esto. Mi deber es protegerte hasta que llegue el momento en el que debas valerte de tus propias armas. Si te digo ahora lo que anhelas escuchar te haría mucho daño. —hace una mueca. —Créeme Samuel. —me soba el hombro. —Tendrás las respuestas que buscas, solo ten paciencia. —me sonríe. —Karen —la llama
—Te veo y escucho. —le responde ella al segundo.
Se mantenía de pie a unos pasos de distancia, tan solo escuchándome a mí. Adzoel le hace un ademán para que se acerque. Se arrodilla en frente mío y no deja de mirarme de una manera muy seria.
—No te enojes con él. —me mira. —Fue una tarde de emociones fuertes. —le abre enormemente los ojos para pedirle que no pregunte sobre el tema en estos momentos. —Tan solo está cansado. Estaba perfectamente bien, pero sabes de sobra que ustedes los jóvenes sufren muy a menudo de estas cosas que han llamado crisis existenciales. —hace una mueca. —Y tomando en cuenta la situación de Samuel. —me mira. —Pues aún más —regresa su mirada a ella
—Creí que ya había aprendido a controlarlo —le dice muy seria sin quitarme su vista de encima
—No podrá evitarlo hasta que tenga todas las respuestas que está buscando. Lo comprendes muy bien, de manera que ya deja de mirarlo así porque aumentas su pesar —añade algo divertido. Ella logra sonreírme
—Me enoja y al mismo tiempo me rompe el corazón ver esos ataques de frustración. —bajo la mirada. —Pero lo entiendo
—Bien, porque va a necesitar que alguien lo abrace
—Adzoel. —le digo serio. —No exageres
—No lo hago —agrega sonriente. Karen baja la mirada
— ¿Por qué no lo escucho? —pregunta mi madre Irma nostálgica y algo alterada
—Porque él no lo permite tía. —Karen se gira a verla. —Está bien. —me mira de nuevo. —Fue una crisis existencial
—Creo que eso va más allá de una crisis existencial —agrega mi otra madre mirándome de una forma que reconozco a la perfección en ella; triste y muy preocupada
—Sí, puede que sí. —respondo mientras me pongo de pie lentamente y luego ayudo a Karen a hacer lo mismo. —Escuchen. —me acerco a ellos. —Lo que dije es verdad —los miro directamente a los ojos
—Samuel —Karen me aprieta el hombro suplicando que pare de hablar
—Ya abrí mi boca Karen. Voy a terminar de hablar. —le hago una mueca para hacerle sentir que está bien. —Esto aún no termina. —vuelvo a mirarlos. Roberto y Luis se mantienen juntos. —Todavía no sé lo que realmente debo hacer, creo que tiene que ver con el día de mi muerte —siento como mis padres se cohíben—pero créanme cuando les digo que no voy a dejarme vencer de nuevo. —les hago una mueca sonriente. —Voy a luchar. —miro a Karen. —Lamento lo que dije hace unos minutos, pero entiéndanme, aún tengo muchas preguntas sin respuesta, y no creo que me hayan asignado a un guía espiritual por nada. —trato de mirarlos a todos. —Creo que puede ayudarme a dar con las respuestas que atormentan mi alma. —respiro despacio. —Ya no soy un niño, puedo cuidarme solo
—No demuestras mucho eso —me dice mi padre Fernando con voz seria
—Y lo que pasó hace unos años no te suma mucho —añade mi otro padre
—De cualquier forma, no pueden estar detrás de mí todo el tiempo, deben dejar que me equivoque, que cometa errores, porque solo de esa forma voy a aprender
—No, no lo creo. —niega mi madre muy firme. —A partir de ahora no saldrás solo a ninguna parte, no te dejaré ni a sol ni a sombra. —aún hay lágrimas en sus ojos, pero su enojo, coraje y temor creo, están conspirando para transformar todo sentimiento de nostalgia, en fuerza y convicción. —Te llevaré a la prepa, y estaré ahí hasta que salgas si es necesario —añade con más fuerza y al mismo tiempo desesperación