No paraba de dar vueltas alrededor de mi habitación, mis padres no regresaban, lo más seguro y viable es que tal vez deberían estar aguardando a que la lluvia se apaciguara un poco, conducir con una tormenta así puede llegar a ser un tanto peligroso, o muy peligroso de hecho.
En la actualidad vivimos tiempos muy locos, es casi diciembre y parece casi imposible que esté lloviendo de esta manera, más sin embargo una voz en mi cabeza me grita que sería hipocresía el quejarme, ya que si el clima está tan descontrolado es precisamente por culpa nuestra, día con día intentamos destruir el único planeta conocido en el que es posible vivir. Es un acto de estupidez y suicidio el atentar contra su vida, pues al mismo tiempo, atentamos contra la nuestra de forma indirecta. Pero a final de cuentas lo hacemos, la madre naturaleza se defiende, y sus lecciones pueden llegar a ser muy duras, y aun así, la gente no abre los ojos, no se puede ir en contra de la naturaleza, y sin embargo seguimos intentándolo, aunque ya hayamos muerto en el intento, una y otra vez.
—Veo que estás en medio de una discusión climática y al mismo tiempo sentimental —me dice este mientras aparece de la nada en mi habitación
—Quiero ir con Karen. Necesito hablar con ella. —no dejo de dar vueltas y mi respiración está acelerada, así que por consiguiente el tono de mi voz lo está también. —Pero esta lluvia, nomás no me lo permite —termino de decir con disgusto, y vaya que me quedé corto
—Primero que nada, tranquilízate y deja de dar vueltas porque, aunque te parezca imposible estás comenzando a marearme —me dice con algo de disgusto
—Ya lo dijiste. —hago caso omiso a su petición. —Eso no me lo creo
—Samuel siéntate por dios —me ordena autoritario
—Oye no soy tu perro para que me digas qué hacer —le respondo algo enojado ahora, se torna sorprendido
—Voy a hacer como que no escuché lo que claramente acabo de escuchar —en ese momento reacciono y bajo la mirada
—Lo siento. —me disculpo apenado. —Es que estoy algo desesperado
—Eso se ve y se siente claramente. —agrega serio. —Ahora siéntate. —finalmente lo hago. —Samuel si tanto quieres hablar con Karen, ve y hazlo —sugiere firme
—Mis padres ahora sí me matarían si vuelvo a desobedecer sus órdenes
—Pero irás a donde ellos están —me dice haciendo una mueca que me grita que haga lo que sienta que deba hacer
— ¿Y si de verdad me castigan de por vida? —aprieto los dientes
— ¿Qué es lo que le quieres decir a Karen?
—No entiendo por qué me sigues preguntando lo que de sobra sabes —mi rostro adquiere una expresión de confusión e incredulidad al mismo tiempo
—Para aceptar algo que probablemente no quieres aceptar —me levanta una ceja—es necesario decirlo en voz alta, y de preferencia con alguien más que no seas tú mismo frente al espejo —rio por su comentario
—Quiero decirle que la amo. —digo finalmente cuando logro tomar valor. —Dios que bien se siente —agrego emocionado
—No esperaba que lo hicieras tan pronto. —comienza a decir, pensativo. —Tenía fe en que te acobardarías y te repetirías la frase de “no puede ser, no puede ser”, a diario cuando despertaras. —lo miro incrédulo. —Pero este camino también es bueno. —rio y logro que él también lo haga. —Ahora dime. —me mira directamente. — ¿El poder de ese te amo es más fuerte que toda esta pequeña tormenta… —el sonido de un trueno nos azota, fuerte y ensordecedor— …o tal vez no? —añade luego, un tanto inseguro y divertido.
Medito la respuesta por unos segundos y de repente ya estaba atravesando la puerta con gran rapidez. Bajo las escaleras con una velocidad que no recuerdo haber utilizado en toda mi vida, o tal vez sí, cuando se me hacía tarde para ir a clases. Eso no importa de cualquier manera. Llego hasta afuera y el agua fría comienza a bañar todo mi cuerpo, la piel se me pone chinita y me arqueo por un segundo. Respiro profundo y comienzo a correr.
Escucho el sonido de los autos, el sonido de la lluvia al estrellarse contra el pavimento y el concreto de la banqueta por la que ahora corro. Todos esos sonidos, pero ni unidos, pueden opacar al sonido de los latidos de mi corazón en estos momentos; siento que se me va a salir del pecho y me va a tocar perseguirlo por toda esta calle, en medio de toda esta lluvia, ya que sin él no podría llegar con Karen, es el símbolo y la prueba viviente que alberga todo nuestro amor, sin él, no existe prueba alguna de lo anteriormente dicho .
Curiosamente no me he detenido ni un segundo, las calles que he cruzado han estado en verde y ahora que estaba a punto de hacerlo de nuevo también lo está, algo me dice que alguien va delante abriéndome paso.
Ya estoy aquí. El coche de mis padres se encuentra afuera. Ya estoy casi empapado, mi cabello está completamente mojado, pero no tengo frío, había entrado en calor al correr hasta aquí, pero…
— ¿En qué carajos me estoy preocupando? —me pregunto con desagrado. Ahora debo enfocarme en cómo se lo diré. —Podría tocar la puerta y pedirles ver a Karen, pero mis padres podrían detenerme, regresarme a casa y todo esto habría sido en vano. —pienso en voz alta mientras doy vueltas en la calle. —O tal vez podría intentar subir por su balcón. —me paro firme y observo su ventana. —Pero lo más seguro es que me vendría abajo apenas de haber comenzado y sufriría una lesión, y no sé si Karen querría estar con un lesionado. —tomo un muy largo respiro. Estoy muy nervioso. —Bien creo que solo me queda una opción. —vuelvo a levantar mi vista hasta su ventana. Respiro profundo varias veces. — ¡KAREEEEEEEEEEEEEEN! —comienzo a gritar muy fuertemente. — ¡KAREEEEEEEEEEEEEEEN! —una vez más. — ¡KAREEEEEEEEEEEEEEEEEEEN! —dios santo si no sale pronto me voy a quedar sin aliento.