Una Segunda oportunidad

Capítulo 24- Tortura mental

—Pues para ser sincera no me hace muy feliz, pero bueno —tuerce sus hermosos ojos

—Vamos Karen, no hay razón para ponerse así —le tomo las manos y sonrío

— ¿Así cómo?

—Celosa. —mi sonrisa se alarga, y ella deja caer el peso de su nuca hacia el frente. —Lo nuestro fue hace una vida Karen. Ella ahora es una señora, casada y con un hijo hermoso

—Eso no cambia que haya sido tu novia —me dice apacible

—Y en ningún momento he dicho lo contrario, tan solo digo que lo nuestro quedó muy en el pasado

—Y si así es, ¿por qué quieres ir a verla? —me mira a los ojos y yo suelto un resoplido

—Porque siento que debo hacerlo —le digo con una mueca

— ¿Qué le vas a decir?, ¿que eres Jacob?, ¿que eres un adolescente de nuevo? 

—No lo sé Karen. —me paso mis manos por mi rostro y subo hasta mi nuca. —Pero es mejor que no le revele quién soy

—Estás consciente de que te va a preguntar el porqué de tu visita ¿verdad? —me levanta sus cejas

—Y ahí es donde entra Luis. —sonrío orgulloso. —De hecho, será él quien se encargue de llevar la plática

— ¿Él está enterado de eso? —se le forma una media sonrisa y analiza mi expresión. Yo titubeo con una sonrisa

—Estará enterado —ambos soltamos una leve risita

— ¿Qué has sabido de la reciente problemática? —suelto un largo suspiro

—En realidad Luis no ha querido mencionar absolutamente nada de eso. —comienzo a explicar. —Se vuelve muy cortante y cambia inmediatamente de tema en cuanto lo saco a flote en el chat

—Louisa está en la misma situación. —hace una mueca triste. — ¿Crees que lleguen a arreglar las cosas?

—No lo sé Karen. —suelto el aire. —Ellos son muy complicados

 —El burro hablando de orejas —me dice y deja escapar una enorme carcajada

—Yo tengo justificación. Una justificación muy grande —le digo entre risas

—Y valla que sí. —poco a poco su risa se calma. — ¿Y ella vendrá?

—Sí, pero me costó mucho trabajo convencerla. —le digo mientras tuerzo mis ojos y hago un ademán con mi cabeza. —Me dio la dirección y me dijo que yo fuera, pero le expliqué que sería mucho más sencillo si ella iba con nosotros

— ¿Y de verdad es por eso, o es resultado de una artimaña para reunirlos a ambos? —tiene una media sonrisa en el rostro

—Tal vez un poco de ambas —volvemos a reír

— ¿Y a qué horas pasará Luis?

—Pues en un par de minutos —aprieto los dientes

— ¿Y por qué esa expresión? —entrecierra su mirada un poco

—Porque aún me falta hacer algo antes de que llegue

—Mi tía —se le forma una sonrisa divertida

—Justo en el blanco —dejo escapar una risa leve

—Pues andando que se hace tarde —se pone de pie y yo imito su acto

— ¿Crees que me deje ir? —le cuestiono al pie de la puerta

—Bueno la última vez dijo que bastaba con que tan solo le avisaras. —eleva sus hombros. —Y eso es precisamente lo que vas a hacer. —formula una mueca. —De manera que yo creo que no. —dice con firmeza y suelta una leve risa que me contagia. —Por favor Samuel analiza lo que le vas a pedir. —añade irónica. —Creo que será muy difícil el que te deje ir

—Necesito que me deje ir —cambio mi expresión

—No, no. —me dice firme mientras me toma el mentón. —Conozco esa expresión. —me dice seria. —Nada de mentirle otra vez. —eleva sus cejas. —Vamos a convencerla de que te deje ir, pero con la verdad 

—Gracias por regañarme —le digo en tono divertido y sarcástico

—Alguien tiene que hacerlo —sonríe engreída

— ¿Aparte de mis padres, Adzoel, la maestra Rosy y demás? —esquivo mi mirada mientras bajamos las escaleras

—Hablando de Adzoel. —dice espontánea. —Ha estado muy ausente. —asiento. — ¿A qué crees que se deba?

—No lo sé. —nos detenemos al pie de la estancia. —Pero su ausencia solo me pone más nervioso

—Él dice que, aunque no lo veas él siempre está contigo —me dice apacible

—De acuerdo. —paseo mi vista por el lugar. — ¿Qué te parece si dejas de hacerte el invisible y nos haces el honor de verte? —escupo con un tono de voz moderadamente elevado, y mi vista hacia el techo

—Da la impresión de que estás invocando a un espíritu. —me dice con ojos muy abiertos, pero que no extinguen su humor por el asunto. En eso mi mamá llega hasta nosotros. Intercambiamos miradas y soltamos una enorme carcajada. 

— ¿Por qué la risa? —pregunta con una expresión medio seria  

—Nada tía, nada —le responde entre risas

—Nadie se ríe tanto por nada —eleva su ceja

—Eso es lo que usted cree. —dice y volvemos a reír. —Debería vernos a diario —se le forma una mueca risueña




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