Una Segunda oportunidad

Capítulo 25- Revelaciones

—Quedamos en que no ibas a hacer nada —me reprende en lo que sube las escaleras detrás de mí

—Por favor Adzoel. —me giro a mirarlo. —Actúas como si me estuviera dirigiendo al fin del mundo. —le digo incrédulo. —Solo saldré a correr —sigo caminando   

—Tus padres se van a despertar molestos y preocupados —tomo algunas prendas de mi armario

—Por algo se inventó el lápiz y el papel —las tiro sobre la cama y me siento en el borde  

— ¿Crees que con dejar un mensaje de “salí a correr, volveré más tarde”, ellos van a quedarse tranquilos?

—Sí. —desdoblo la playera. —Esa es la idea —me saco la camisa y me coloco la limpia 

—Tus padres se volverán locos y lo sabes

— ¡Excelente! —exclamo irónico. —Ya no seré el único —me pongo de pie un segundo para retirarme los pantalones

—No es momento para ironías —me reprime un tanto molesto

— ¡Vamos Adzoel! —apenas y me coloco los tenis cuando su comentario ya me ha obligado a ponerme de pie de un salto. —Necesito sentirme normal, y no puedo estando postrado en esta cama con estas cuatro paredes. —le digo en tono de reclamo. —Si no eres capaz de entenderlo al menos deja de reprochármelo —tomo asiento para sujetarme las agujetas, me ayudo cruzando una pierna

—Está bien. —asiente levemente. —Tal vez tengas razón 

—Gracias. —agradezco sarcástico. Ya no quería ser grosero, pero quería que entendiera que solo necesitaba salir un rato de aquí. Me aproximo a salir.  

—Aquí me desvanezco. —se detiene en la puerta. —Te estaré observando y cuidando

—Estaré bien Adzoel. —hago flexiones de pierna. —A menos de que otro deportista se me eche encima. —añado divertido antes de alejarme de él trotando.

Me toca recorrer varias calles antes de llegar al parque de siempre, este lugar que está vivo y presente en tantos recuerdos de mi vida. De vez en cuando me cambio de mano la botella de agua que llevo conmigo, aunque su peso es leve, luego de un tiempo comienza a cansar a lo que la sostiene.

El sol apenas comienza a asomarse, sus rayos apenas y rozan el concreto, pero se elevan con suma rapidez. Es un día bastante fresco, no hay mejor remedio que el ejercicio para combatirlo. En cuanto hube calentado lo suficiente comienzo a correr, intento descargar toda la furia y la impotencia que siento al no poder aún recordar todo. Aunque he de confesar que entre más me acerco…más miedo siento. Sentía como el sudor comenzaba a mojar mi pecho, espalda y rostro, y tomando en cuenta que no me he bañado en días no me quiero imaginar a como he de apestar. Algunas personas dicen que uno mismo no es capaz de percibir su olor, por suerte para mí, y desgracia para los demás. 

La claridad ya estaba más que presente, sutil, pero sólida, lo suficiente para que mis ojos capten a la perfección cuanta cosa pasa, y algo en concreto capta toda mi atención justo cuando me encontraba bebiendo un poco de agua. Anna y me atrevo a asegurar que Mauricio, trotan en mi dirección, se toparán conmigo en menos de un minuto. Soy incapaz de moverme, de manera que solo permanezco de pie en medio de la acera, Trato de disimular al menos. Miro de reojo que ella comienza a frenar.    

— ¡Hola! —me saluda con gran emoción

—Hola —le regreso el saludo con una sonrisa

—Que gusto volver a verte —su sonrisa es tan sincera, pero será mejor que me presente ante su esposo ya que parece muy intrigado

—Gracias —le agradezco, pero miro de reojo a su esposo

— ¡Oh! —y capta la indirecta, excelente. —Él es mi esposo Mauricio —hace una seña con su mano

—Mucho gusto —me ofrece su mano

—Igualmente, soy Samuel —la estrecho

—Él es el chico del que te hablé aquella vez. —me mira de reojo. —Al que el niño golpeó con el balón 

— ¡Oh ya! —exclama él cayendo en cuenta

— ¿Y la chica dónde está? —inquiere con emoción.

Sentía un par de sentimientos encontrados. Verlos a ellos dos juntos, a ambos como unos jefes de familia. Él con basta barba en su rostro de piel blanca, su cabello negro ahora perfectamente cortado, su leve aumento de peso y altura; pero afortunadamente nada que me pusiera molesto, indignado o entristecido.    

—Asumo que sigue descansando. —respondo con una sonrisa. —Más si despierta y no me encuentra puedo jurar que saldrá corriendo a buscarme —suelto una diminuta risita que ellos acompañan

—Se ve que se tienen un amor muy grande —ambos me observan

—Nacimos juntos. —afirmo con una gran sonrisa. —En el mismo día y en el mismo quirófano. Nuestras madres se tomaban de la mano

— ¡¿En serio?! —exclama con grata sorpresa en su rostro y voz

—Sí. —asiento manteniendo mi sonrisa. —No nos hemos separado nunca

—Y dices que para ti es como una hermana —me es imposible evitar la sonrisa que sin invitación se coló en mis labios

—En realidad. —comienzo a decir. Risueño. —Ella ahora es mi novia, me di cuenta que desde un principio ha sido ella, y por siempre será ella   




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