Una Segunda oportunidad

Capítulo 27- El final, como un nuevo comienzo

Sus pupilas se dilatan. Los demás comienzan a mirarse de reojo, trato de contenerme un poco más, pero me es imposible y finalmente suelto la carcajada.

— ¡Demonios Samuel! —me da un manotazo en el hombro y se me escapa un leve grito de dolor. —Te lo mereces. —me dice con firmeza, aún algo molesta. Los demás dejaron salir el aire y la preocupación que se había acumulado en su pecho y ella al fin sonríe.

—Carajo —me sigo quejando un poco. Se acerca, al igual que mis padres 

—Hijo. —me saluda mi madre con voz aliviada. — ¿Cómo estás?

—Ay que dejar que se recupere un poco del golpe cariño —le dice mi padre con una sonrisa divertida

—Lo siento. —me dice ya más calmada. —Es que me enoja que me hagas este tipo de bromas 

—Me sugirieron que me despertara de buen humor. —añado en defensa, con voz algo débil. —Y qué mejor que una broma

—Una broma de muy mal gusto —me dice Carmen, seria

— ¿Cómo te sientes? —me pregunta mi chica.

Mi mano intenta buscar las suyas. Las encuentra, y mis dedos acarician sus muñecas con dulzura. En ellas se distinguían las marcas de las cuerdas. Intenta retirar sus manos, pero la detengo. Luego observo su rostro y cuello, también hay marcas en ambos. Elevo mi mano y acaricio su mejilla.   

— ¿Cómo te sientes tú? —le cuestiono cariñoso

— ¿Me lo preguntas a mí? —dice irónica. —Cuando fuiste tú quien recibió el disparo

—Pudiste morir hijo —me dice mi madre angustiada, poniendo delicadamente su mano en mi hombro derecho y en perfectas condiciones

—Creí que era el final de la línea —les digo con una mueca dulce

— ¿Qué fue lo que pasó? —interroga mi padre, cuando he agachado la mirada

—Pasó lo que tenía que pasar —respondo sereno

— ¿Por qué no nos dijiste que se trataba de él? —escupe Roberto algo molesto

—Tengo exactamente la misma pregunta —agrega Carmen de brazos cruzados

—Por favor. —dice mi madre Gloria. —Apenas se está recuperando, no lo hostiguemos con esas preguntas ahora

—Si no es ahora ¿cuándo mamá? —repite Carmen con la misma actitud. —La tragedia pudo haberse repetido

—Esas cosas no se ocultan Jacob —me reprime Roberto de nueva cuenta

—Yo creo que debemos dejarlo hablar. —dice Karen saliendo en mi defensa.

En eso la puerta se abre y mi padre entra a paso rápido. Karen se hace a un lado para darle acceso.  

—Hijo. —me saluda con voz aliviada. —Bendito dios que te encuentras bien

—Estuve en buenas manos. —le digo sonriente. —Excelente operación, Sr. Doctor

— ¿Cómo lo supiste? —me mira risueño

—Sé más cosas de las que te puedes imaginar —contesto orgulloso

—Bien. —vuelve a repetir Carmen. Todos los demás se mantienen en silencio. —Empieza por explicarnos lo de Humberto

—Me interesa saber eso hijo —me dice mi padre estando a un lado de mí  

—Creo que a todos nos interesa —añade mi otro padre

—De acuerdo —trato de sentarme, pero un quejido de dolor se me escapa

—No estás para moverte hijo —me reprime el gran médico

—Estoy cansado de esta posición —digo quejumbroso

—Está bien, pero no te muevas. —mueve algo en la camilla y el respaldo comienza a ascender hasta que quedo sentado.  

—Gracias. —agradezco reconfortado. Tomo aire y agacho la mirada antes de proseguir. —Espero que estén conscientes de que hablar de esto me cuesta. —paseo mi mirada por todos los presentes.

Hasta ahora mis tíos, Marcos, Luis, Louisa y Magaly se han mantenido en silencio. No veo a Minerva aquí.

—Pero supongo que no dejarán de preguntar. —esquivo la mirada un segundo. —Esa noche —miro a mi padre y a mi madre Gloria—yo sabía que tú tenías turno doble en el hospital —lo miro a él—y sabía que estarías sola en casa. —la miro a ella. —Por esa razón me retiré temprano del bar. —trago saliva varias veces mientras hablo, hablar de esto me cuesta mucho. —Roberto me había avisado que no podría ir a recogerme, y yo vi la oportunidad perfecta para caminar y contemplar lo hermoso que se veía el cielo, saben que amaba hacer eso. —rio leve y ellos sonríen nostálgicos. —Todo iba bien. —trato de alzar los hombros, pero fracaso en el intento. Sobo despacio mi hombro izquierdo. —Caminaba por las calles desoladas sin ningún problema, y de repente —agacho la mirada—ya no recuerdo más. —vuelvo a elevarla. —Para cuando desperté me encontraba completamente atado de pies y manos, y con algo cubriendo mi cabeza. —sus ojos se comienzan a cristalizar. —Tuve…mucho miedo, sí. —digo firme. —Lo acepto. Pero luego de ver de quién se trataba comprendí que no tenía salida por más que luchara, así que me tranquilicé y aguardé la hora de mi muerte. —mis ojos se cristalizan y una lágrima sale. —En esos momentos en lo único en que podía pensar era en ustedes. —los miro a todos. —En la dulzura de tu amor. —miro a mi madre. —En la sabiduría de tus palabras. —lo miro a él. —En el amigo, hermano y compañero de locuras. —miro a Roberto. Este hace una mueca triste. —Y en tu malhumorado y rígido carácter. —se le escapa una risita a ella. —Y por supuesto —miro a Luis—en mi ahijado. —él sonríe. —Y en mi sobrina tan huraña como su madre. —le digo a Magaly. —Me dolía pensar que ya no los volvería a ver, pero debía afrontar la realidad. Mi conciencia estaba tranquila, así que reuní el rostro de todos en una sola imagen en mi mente y esperé a que el momento llegara  




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