Una segunda oportunidad para Ginebra

Capítulo 14

Después de la cena, Ginebra habría esperado que el duque reclamara sus derechos sobre ella. Sin embargo, no sucedió, y pese a la incertidumbre de que apareciera en la habitación en cualquier momento, terminó durmiendo plácidamente, tal vez debido al cansancio de todo el sobresalto de los últimos días.

Se despertó muy temprano, y antes de que diera el primer bostezo, ya había alguien tocando su puerta para venir a ayudarla. Como lo había permitido el duque, ella iría de compras con Lady Carlota Finch. Luego de comer como un pajarito del copioso desayuno que se sirvió en la terraza, las dos subieron al carruaje y se dirigieron al centro de la ciudad para visitar la boutique favorita de Carlota.

―Seguro que tengo los modelos perfectos para la joven dama, mi lady ―dijo la dueña de la tienda, la señora Jones, juntando sus manos. Muy alegre, fue a buscar una revista de modelos de vestidos para que Ginebra escogiera a su gusto.

Eso había pedido Lady Finch, una vez llegaron y luego del recibimiento y los saludos. Ginebra había estado un poco confundida porque imaginó que sería igual que en la tienda de la señora Mansfield, quien había alardeado de ser una experta en moda, pero al final solo eligió lo que consideró apropiado y que, a ella le resultaba espantoso.

Al ser criada en un convento, todo esto era nuevo para ella, por lo que tenía que empezar a descubrir su propio estilo, y uno que no avergonzara al duque. La señora Jones volvió con varias revistas que entregó a Carlota, y esta la instó para que las mirara y eligiera los modelos que más le gustaran.

―No te contengas, mi querido primo ha dicho que puedes escoger todo lo que gustes ―le dijo encantada.

Este trato tan amable la abrumaba en el fondo, no obstante, empezaba a ver a Lady Finch como alguien que no la demeritaba y la trataba como igual, a pesar de sus orígenes, que, imaginó, no le eran para nada ocultos.

Ella asintió, porque de todos modos no podía rehusarse y, en medio de todo, tenía que empezar a asimilar y acomodarse a su nueva situación, en la que había dejado de ser una huérfana, se había casado y por primera vez llevaba un apellido, aunque este fuese prestado. Fue así como, con la guía de las dos mujeres, se pasaron el resto de la mañana escogiendo modelos de vestidos, telas de gasa, muselinas, sedas y encajes de suave terciopelo y tomándole las medidas para completar su primer guardarropa mucho más acorde a ella y a su edad. El vestuario, ya confeccionado, llegaría unos meses después a su nueva residencia.

―Si hay algo que desees cambiar, puedes decírmelo y se lo informo a la señora Jones ―mencionó Carlota, mientras se abanicaba.

―¡No es necesario! ―exclamó Ginebra sacudiendo sus manos.

Luego del ajetreo en la tienda de ropa y la de bisutería a la que la llevara Lady Finch, decidieron tomar un descanso en la famosa sala de té del distrito de Pendletown, Cabinet, donde disfrutaron de un delicioso té frío para atenuar el calor del sol de verano que arreciaba en las calles.

―¿Estás segura?

―Lo estoy.

Ginebra abrió sus grandes ojos, corroborando lo persuasiva que era la prima de su marido el duque, pero lejos de incomodarla, su trato le resultaba novedoso.

―Ya te dije que Dante no es tacaño, así que deberías aprovechar.

―Nunca he hecho eso ―adujo retrayéndose.

―No te preocupes, te puedo enseñar ―repuso la mujer con una carcajada que espantó a Ginebra.

―Yo no podría…

―Sí puedes, porque en el lugar al que vas, necesitarás mostrarte fuerte. La familia de Dante es un poco de temer.

―Es normal, ni siquiera estoy a su altura ―emitió, bajando su cabeza y fijando su mirada en el líquido oscuro de su té.

Lady Finch puso su mano en su mentón, haciendo que levantara su rostro.

―Eso es lo de menos. Dante te escogió para convertirte en su duquesa y eso es lo único que debe importarte. Además, estoy segura de que lo harás bien.

―¿Cómo sabe eso? Apenas me conoce.

―Tal vez, pero eres tan transparente que es difícil no deducirlo ―adujo Carlota sonriéndole.

Ginebra terminó sonriendo también, aunque no estaba segura si eso debiera hacerle gracia. Estaban a mitad de camino, y el siguiente recorrido los llevaría a su destino final, uno que la atemorizaba un poco. Sin embargo, meditó en que Lady Finch tenía razón y, al igual que en el convento, daría lo mejor de sí para estar a la altura de todo lo que se le presentara de allí en adelante.

Después del té, volvieron a la villa donde Dante las esperaba. Ella pensó que repararía en todas las bolsas que habían bajado del carruaje con todo lo que le habían comprado, pero él no dijo nada y pareció a gusto. Luego de ello y al caer la tarde, subieron todo al carruaje para continuar el viaje hasta Preston, siguiendo el frondoso estuario del río Ribble. A diferencia de cuando comenzaron el viaje, esta vez su penoso saco se había transformado en un opulento y lujoso equipaje, e incluso ella se sentía diferente, luego de que Carlota le enseñara unos pequeños trucos de maquillaje para exaltar su belleza, algo que no consideraba que tuviera, pero la idea que así fuera la hizo sonreír.

※━✥━※━✥━※




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.