Una semana en Escocia, una vida en tu corazón

CAPÍTULO 4

CAPÍTULO 4: Día 2 - Parte 1

A la mañana siguiente, desperté con la cabeza cómodamente acomodada sobre el pecho de Magnus y mi cuerpo amoldado al suyo, como si no perteneciera a ningún otro lugar más que a su lado. Pero a medida que mi cerebro despertaba y procesaba la escena, yo comenzaba a entrar en pánico.

¿De verdad me había ido a la cama con un extraño a sólo horas de conocerlo? ¡¿Y sin usar protección?! Tantos escenarios catastróficos cruzaron por mi mente, que empecé a hiperventilarme. Freya se despertó, probablemente al oír mi respiración acelerada, y temí que Magnus pudiera despertar también.

Me levanté sigilosamente y comencé a buscar mi ropa. Aún estaba mojada, pero ni siquiera me importaba. Mientras me vestía sólo tenía cabeza para calcular en qué día de ovulación estaba. Me tranquilicé un poco, cuando según mis cuentas, debería estar fuera de peligro. Entonces ya sólo me quedaba hacerme un chequeo completo de ETS al llegar a Estados Unidos. No quería pensar mal de Magnus, pero yo no podía ser la única chica con la que había tenido relaciones sin usar protección. ¡La lista podría ser enorme! Para mi sorpresa, no pude evitar sentir celos al pensar en eso.

Sabía que jamás volvería a ver a Magnus, pero por alguna razón, la idea de que hiciera con otras mujeres lo que habíamos hecho anoche, me entristecía. Quizás para él la experiencia no sería algo inolvidable, pero yo no me había sentido de esta forma con nadie. Ni siquiera una vez durante la relación de 6 años que había tenido con mi ex.

Con él, todo el asunto siempre pareció un trámite, algo que debía hacer un par de veces a la semana –como hacer las compras o sacar la basura–. Además, cada vez que lo hacíamos, mi mente se disociaba y terminaba pensando en mi trabajo, en qué haría para cenar, e incluso en que me tocaría lavar las sábanas de la cama por 8 minutos de sexo. Pero anoche, mientras lo hacía con Magnus, toda mi atención estaba puesta en eso, en ese momento, en él, y sólo existíamos los dos. Tanto fue así, que hasta olvidé pedirle que usara protección. Aunque dudaba que hubiera salido a cabalgar llevando en el bolsillo un condón.

Mientras yo pensaba estas cosas, Magnus seguía durmiendo, y era una imagen como de postal. Dormía plácidamente boca arriba, con una expresión completamente relajada, algunos mechones de cabello rubio sobre el rostro, otros tantos enredados entre los pelos de la alfombra, y el cuerpo casi totalmente expuesto, cubierto tan artísticamente en la entrepierna por la manta, que parecía apropósito. Se me ocurrió entonces que tomarle una foto no podía hacer ningún daño. Por supuesto que jamás se la enseñaría a nadie, pero si nunca volvería a ver esta imagen en mi vida, quería guardarla para el recuerdo.

Tomé entonces mi cámara, medí la luz, y me moví unos pocos pasos por el lugar –siempre tratando de no hacer ruido– hasta encontrar el ángulo perfecto. Tomé la foto, miré una última vez a Magnus, y me dispuse a guardar en mi bolso todas las cosas que había sacado la noche anterior.

Cuando ya me estaba yendo, Freya se levantó de su camita y me siguió. Le acaricié la cabeza unos instantes y cuando abrí y cerré la puerta, lo hice con cuidado de que no se escapara, pues parecía querer seguirme. Una vez afuera, la escuché comenzar un suave quejido y rascar la puerta con sus uñas. Eso de seguro despertaría a Magnus.

Caminé hacia la carretera a paso apresurando, mientras imaginaba a Magnus saliendo por esa puerta semi desnudo. No sabía por qué, pero la idea de verlo luego de lo que habíamos hecho, me daba muchísima vergüenza. Yo no solía acostarme con hombres que acababa de conocer y por alguna razón no quería que él tuviera esa idea de mí. Y aunque era un poco tarde para eso, al menos no volvería a verlo, ¿verdad? Jamás sabría que pensaba de mí después de lo de anoche.

Sin embargo, no llegaría muy lejos caminando. Así que busqué mi celular en el bolso y le rogué a todos los santos que ya tuviera señal. Luego de caminar alrededor de media hora con el brazo levantado, sujetando el celular en alto para ver si captaba algo, finalmente logré dos líneas. Eso me bastó para llamar primero a la grúa, para que fuera por el auto rentado, y luego a un taxi, para que viniera por mí al medio de la nada. Por fortuna, mencionar el croft y el rebaño de ovejas fue suficiente para que entendiera en qué área debía estar. Y así, otra media hora después, ya me encontraba sentada en el taxi con rumbo a mi hotel.

* * *

Cuando al fin pude ducharme, ponerme ropa seca, y ordenar comida a la habitación, me senté en la cama con la espalda apoyada en el respaldo y me dispuse a revisar los mensajes en mi celular, mientras comía la porción de fish and chips que había ordenado. Eran al menos una docena de mensajes, que habían comenzado a entrar una vez que mi celular volvió a tener señal. Algunos eran de mi jefe para avisarme que la reunión con quién sería mi guía estos días, el heredero de los MacLeod, sería mañana a las 9 en la residencia principal de su familia, lo cual era bastante intimidante. Pero la mayoría de los mensajes eran de mi hermana, a quién le había estado enviando un audio justo cuando me topé con las ovejas en la carretera.

Primero contesté los mensajes de mi jefe explicando la situación –dejando fuera de la historia toda mención de Magnus, claro– para que supiera por qué no respondía desde ayer y para confirmar que había recibido la información sobre la reunión de mañana. Y luego llamé a mi hermana, que según mis cálculos teniendo en cuenta la diferencia horaria, ya habría vuelto a su casa del trabajo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.