Una semana en Escocia, una vida en tu corazón

CAPÍTULO 5

CAPÍTULO 5: Día 2 - Parte 2

—Conocí a un hombre… que me ayudó con el problema de las ovejas –dije, sonando sospechosa hasta para mis propios oídos.

—Sophie, ¡¿te acostaste con un granjero escocés?! –preguntó, riendo demasiado cerca del altavoz.

Yo alejé el teléfono de mi oreja y revoleé los ojos aunque ella no pudiera verme.

—¿Y qué si lo hice? ¿Ahora que tienes un novio abogado desprecias a los granjeros?

Lara trató de explicarse entre risas.

—¡Claro que no! ¿Quién no tuvo alguna vez la fantasía del granjero fornido en el establo?

—¡¿Qué?! Sólo tú podrías tener ese tipo de fantasías, Lara. ¿Sí sabes que la paja no es tan blanda como la hacen parecer los modelos de los calendarios que compras, verdad?

—¿Ahora eres experta en establos? –preguntó, echando a reír de nuevo.

—¡Claro que no! Lo hicimos en un croft.

—¿Y eso qué es?

—Son cabañas de piedra muy antiguas aquí en Escocia –expliqué, tratando de hacerlas sonar sofisticadas.

En realidad, los crofts tenían mucho potencial turístico, sólo que ese en particular estaba bastante deteriorado.

—Aún no me lo creo. Mi hermanita con un fornido granjero escocés en una mítica cabaña. Tengo que decírselo a mis amigas, todas creen que tomaste los hábitos hace dos años.

Eso casi me hizo ahogar con el pescado que comía mientras hablábamos.

—¡No andes divulgando mi vida privada! ¡¿Cómo saben que no lo he hecho en dos años?!

—De acuerdo, tal vez no debí contarles con lujo de detalle, pero sólo lo hice por si tenían a alguien para presentarte.

—Sabes bien que estoy enfocada en mi trabajo, no tengo interés de empezar una relación con nadie –dije, mientras me metía otro trocito de pescado a la boca.

—¿Entonces sólo te interesa si es sexo sin ataduras de una noche?

Me ahogué de nuevo.

—¡No lo digas así! Sí fue fantástico pero no estoy buscando que se repita con nadie. Si conocieras al sujeto sabrías por qué terminé en su cama. Bueno… cama es un decir.

—¡¿Qué?! –preguntó Lara alarmada. ¿Dónde lo hicieron entonces? Necesito detalles, Sophie, detalles.

Tragué saliva.

—De acuerdo, lo hicimos en la alfombra… tres veces.

—¡Dios mío, Sophie! Sí que tenías abstinencia.

—No fui yo nada más. Magnus parecía no cansarse de hacerlo. Es más, creo que sólo paró por mi bien –dije tratando de dejar las imágenes de esa experiencia, fuera de mi mente.

Necesitaba olvidar todo eso y concentrarme en mi trabajo. A eso había venido aquí.

—Así que se llama Magnus. Es un nombre viril. Me agrada.

—Y si lo vieras te enamorarías, estoy segura.

—¿Así de apuesto es?

Suspiré.

—Es como si Apolo hubiese tenido un hijo con Zeus.

Lara se largó a reír a carcajadas.

—¡Eso sería anatómicamente imposible! –dijo, en cuanto recobró el aliento. Pero hablando de anatomía, del 1 al 10, ¿qué tan bien equipado está?

Aunque nadie me veía, no pude evitar sonrojarme con una pregunta como esa.

—¡Eres tremenda, Lara! ¿Sólo en eso piensas?

—Pues ya sabes lo que dicen, para hacer bien un trabajo debes tener buenas herramientas –respondió, atreviéndose a sonar inocente.

Sabía que no me dejaría en paz si no le decía.

—Bien, sin exagerar… un 20.

Del otro lado del teléfono, Lara se atragantó con lo que sea que había estado picando antes de la cena, como era su costumbre.

—¡¿Un 20?! ¿Hablas en serio? –preguntó luego de toser un par de veces. Creo que me voy a Escocia contigo. John apenas es un 6, y no tiene creatividad tampoco para trabajar con lo que Dios le dió.

Esta vez fuí yo quien se echó a reír.

—¡Qué mala eres, Lara! ¡Pobre John! –dije cuando pude parar. En fin, ya debería dormir. Mañana tendré un día largo.

—De acuerdo, Sophie. Manténme al tanto cuando puedas, ¿sí? Me tenías realmente preocupada.

—Lo haré, Lara. Descansa.

* * *

Al día siguiente, a las 8:45, me encontraba frente a las gigantescas escalinatas de piedra de la residencia MacLeod. Me había tardado al menos 15 minutos sólo atravesar el jardín, y calculaba que me tomaría otros 5 subir las escaleras. Pero el lugar era precioso. Podría haber pasado horas fotografiándolo.

El jardín, con canteros repletos de flores, esculturas de piedra y una enorme fuente en el centro, era bellísimo. Y la residencia no se quedaba atrás. Su imponente fachada de piedra, combinada con enormes ventanales de vidrio en sus tres niveles, le daba un perfecto estilo ecléctico. La familia MacLeod realmente tenía muchísima suerte de poder vivir en un lugar así. Mi pequeño departamento en Houston no se parecía en nada a esto.




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