Una semana en Escocia, una vida en tu corazón

CAPÍTULO 9

CAPÍTULO 9: Día 3

~Magnus~

Alguien llamaba a mi puerta de manera insistente. Eran casi las once de la noche, así que sólo podía ser una persona.

—Magnus, ¿puedo entrar? –dijo mi hermana, luego del tercer golpe.

Pensé que quizás se iría si no respondía, después de un par de intentos más, pero no tuve tal suerte.

—Magnus, la señora Paisley me avisó que volviste temprano, así que sé que estás ahí.

—Vete, Skye, sólo quiero dormir –respondí, colgando un brazo fuera de la cama.

Freya comenzó a lamer mis dedos de inmediato.

—De acuerdo, es suficiente. Voy a entrar, espero que estés decente.

Sin esperar una respuesta, abrió la puerta y entró.

—Magnus, ¿qué sucedió? No te esperaba de regreso esta noche. Ni ninguna otra de la semana, para ser sincera.

Eso me hubiera causado risa si no estuviera tan deprimido.

—¿Y qué te hizo pensar eso? ¿Acaso Sophie te dió la impresión de ser una chica fácil? –pregunté, incorporándome en la cama para recargarme contra el respaldo.

—¡Por favor, Magnus! Hoy en día no puedes llamar a una chica “fácil” por irse a la cama con quién y cuántos quiera. Es nuestro derecho.

Eso sí me hizo sonreír.

—No no, Skye. Me malinterpretaste. Me refería a que Sophie no es fácil, en el sentido de que es complicada.

—Complicada, ¿cómo? –preguntó Skye, corriendo la silla de mi escritorio para sentarse.

—Dice que tener algo conmigo podría comprometer su trabajo. Y creo que me odia por haber nacido rico.

—Eso no puede ser cierto. Fue muy amable conmigo, no me dió la impresión de que tuviera algo en contra de los ricos.

—¿Si? Pues no tuvo ningún problema en acostarse conmigo cuando creyó que era granjero, pero desde que se enteró quién soy, no lo hemos hecho ni una vez.

Skye se agarró la frente.

—Magnus, se enteró hoy por la mañana. ¿Cuántas veces se suponía que lo hicieran en un día y mientras ella trabajaba?

Me encogí de hombros.

—No lo sé, lo hicimos tres veces en una noche la primera vez, y hoy pasamos todo el día recorriendo lugares vacíos. Unas cinco veces, quizás.

—Ese es tu problema, querido hermano. Sólo tienes mente para eso. De seguro te le estuviste insinuando todo el día, ¿cómo no pensaría que eso interferiría con su trabajo?

—¿Pero no es más importante estar juntos todo el tiempo que podamos? Ella es… diferente, Skye. Realmente me gusta esta chica.

Skye me miró con simpatía.

—Lo sé, Magnus. Pero la enviaron aquí a trabajar, tal vez si separaras las cosas sería más fácil para ella aceptar tus avances.

—¿Separar cómo?

—¿Es enserio? Los hombres realmente no piensan con el cerebro.

—¿Puedes culparme? ¡A este paso volveré a ser virgen!

Skye se echó a reír.

—¡Por Dios que eres exagerado! Tuviste sexo la otra noche –dijo, cuando recobró el aliento.

—Sí, ¿pero después de cuánto?

—Eso fue decisión tuya. ¿No decías que estabas harto de las mujeres que se acercaban a tí por el dinero de nuestra familia?

—Pues sí, pero tampoco pensé que llegaría una que no quisiera estar conmigo justamente porque tenemos dinero.

—No creo que sea así de simple. Quizás piensa que estás acostumbrado a que todo te sea fácil y no entiendes que su situación es completamente distinta. No puede volver a Estados Unidos con las manos vacías.

Eso me dejó pensando. ¿Realmente le había dificultado su trabajo hoy? Quizás pude haberme insinuado menos.

—Además, ¿le hablaste de tu proyecto? Eso la haría darse cuenta de que no eres un niño rico más que sólo disfruta del dinero hecho por sus padres.

—Por nuestros tatara tatara… tatarabuelos –la corregí.

—Como sea. Creo que eso le diría mucho sobre tu verdadero carácter. Las mujeres pensamos en muchas cosas antes de ponernos serias con un hombre.

—Creo que hubiera sido más fácil sólo hacerme pasar por granjero.

—Eres un descarado –dijo Skye riendo.

* * *

Día 4 - Parte 1

Al día siguiente, cuando Sophie llegó a la casa, ya tenía un plan cuidadosamente elaborado y aprobado por Skye. Hoy le mostraría a Sophie que era un hombre con proyectos –lo cuál era cierto– y que llevarla a la cama no era en lo único en lo que pensaba –que si bien también era cierto, la verdad era que la idea sí ocupaba mi mente gran parte del día–.

Esta vez, la había estado esperando en el estudio, así que ni bien escuché a la señora Paisley recibirla, salí a su encuentro.

Sophie lucía hermosa, como siempre, con algo sencillo arriba y esos jeans que se pegaban a sus piernas en un día normal, y aún más cuando llovía. Al verlos, la imagen de sus muslos desnudos a cada lado de mis caderas, mientras lo hacíamos esa noche, volvió a mi mente. Y no pude evitar que me invadiera el deseo primitivo de arrancárselos. Pero no podía pensar en esas cosas ahora. Skye me dijo que debía dejar de comportarme como un semental en época de apareamiento, y así lo haría.




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