Una semana en Escocia, una vida en tu corazón

CAPÍTULO 11

CAPÍTULO 11: Día 5 - Parte 1

~Sophie~

—Estoy en problemas, Lara –dije al teléfono, al borde de un ataque de pánico.

—¿Qué sucedió? ¿Estás en la cárcel o algo por el estilo? Porque lograr una extradición es muy difícil, hermana.

—Lara, ¿podríamos tener una conversación seria por una vez en la vida?

—Sophie, discúlpame pero tengo una amiga a la que metieron presa por poner música sugerente en una rocola en Corea. Eso es muy serio.

—¿Cuál Corea?

—¿Hay diferencia?

—A tí deberían meterte presa por no saber la diferencia –dije, llevándome otro haggis a la boca.

Una vez que olvidabas que era de entrañas, la verdad no sabía nada mal.

—Muy graciosa, Sophie. Ahora dime, ¿en qué problema te metiste?

Dudé antes de decirlo en voz alta.

—Creo que me estoy enamorando de Magnus.

Sí, definitivamente se sentía más real ahora.

—¡¿Qué?! Sophie, ¡felicidades! Creí que Steve te había arruinado para siempre –dijo, sin pelos en la lengua, como era típico de ella.

—Gracias, Lara, es bueno saber que eso pensabas –respondí sarcásticamente.

—No te ofendas, Sophie, pero es que ya no parecías interesada en relacionarte con nadie. Podría decirse que te volviste una workaholic desde entonces, y eso no está nada bien.

—Pues sí rindió sus frutos, ¿sabes? Me ascendieron dos veces desde que terminé con Steve.

—Hablando de él, anda arañando las paredes, desesperado por verte. Lo convencí de que no te llamara, pero no sé por cuánto tiempo me hará caso.

—Es un idiota. Debería irme de Houston, lo juro.

—Pues sí, pero más importante… cuéntame, ¿qué te hizo darte cuenta de que estás enamorada del granjero heredero? –preguntó Lara, sonando emocionada.

Yo por mi parte estaba aterrada.

—Es que ayer creí que… lo que sea que teníamos, se había terminado, y no lo sé, me sentí muy triste. Sólo deseaba que aún quisiera estar conmigo, y tal vez es muy tonto que me haya sentido así. Pero ahora que lo conozco mejor, creo que me gusta.

—Por lo que me has contado, y si no te mandó a volar después de que lo dejaras con las ganas la otra noche, es porque a él también le gustas.

—¿Lo crees en verdad?

—Cien por ciento. Eso no es un tema menor para ellos. De seguro heriste su orgullo, y si te perdonó así de rápido, es por algo. Créeme Sophie, te sacaste la lotería con este hombre.

—Gracias, Lara. De verdad –dije, no queriendo pensar en el hecho de que mi suerte en la lotería, se terminaría en dos días.

—¿Y lo hicieron de nuevo? –preguntó Lara de repente, por fortuna logrando distraerme.

—Claro que no, estuvimos todo el día en viaje y recorriendo las locaciones. Al final del día, ambos estábamos exhaustos. Pero sí nos dimos un beso.

—¿Y bien?

Yo suspiré, recordando ese momento en la torre.

—Bueno, Magnus es increíblemente sensual en todo lo que hace. Hasta cabalgar con él me resultó erótico cuando nos cocimos, y besarlo es como un acto sexual en sí mismo.

—Dios mío, Sophie, ¡qué envidia! Deberías traerlo aquí para que le enseñe un par de cosas a John. Creo que voy a terminar con él.

—¿Sólo por el sexo? Lara, no seas así.

—No es sólo eso, sucede que tampoco le pone ganas a nada más. Me refiero a que ese hombre parece aburrido de la vida, o de sí mismo, no lo sé. Pero estamos en nuestros 30s, ¿no deberíamos hacerlo hasta en el baño de un restaurante?

—Eso sólo pasa en las películas. Los baños de los restaurantes son muy pequeños.

—Lo siento, señorita mi hombre es tan enorme que no cabe –dijo Lara, y no pude evitar reírme.

Pero era verdad, no había manera de que Magnus cupiera en el cubículo de un baño conmigo. Sólo quizás.

—John tampoco es tan pequeño –respondí cuando pude parar de reír.

—Sophie, creo que peso más que él. Y peso 48 kilos.

Sí era bastante delgado, es verdad.

—Aún así, no hagas nada de lo que te arrepientas después. ¿Si?

La oí resoplar.

—De acuerdo, lo pensaré un poco más antes de terminar con él. ¿Contenta?

—Sí, bastante.

—¿Y cuándo verás a Magnus de nuevo?

—Esta noche. Hoy nos tomamos el día porque yo debía editar las fotos que tomé hasta ahora y enviárselas al editor en jefe. Pero su hermana me había invitado a cenar con ellos hoy, así que iré.

—¿Ves? Incluso ya te presentarán a toda la familia.

—Eso no es cierto, sólo será una pequeña reunión –dije, repitiendo las palabras de Skye.

* * *

Pero resultó que Lara tenía razón. Esa noche, cuando llegué a la residencia MacLeod –en un auto que Magnus había enviado al hotel a recogerme–, me quedé helada. El predio estaba lleno de limusinas y coches de lujo, y la “pequeña reunión” era de al menos cuarenta personas.




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