Una semana en Escocia, una vida en tu corazón

CAPÍTULO 15

CAPÍTULO 15: Día 2 sin ella

~Magnus~

—¿Aún no contesta? –preguntó Skye, entrando con prisa a mi estudio.

—No. Me envía directo al buzón de voz.

—Pues mira lo que tengo.

Se sentó en la silla frente a mi escritorio y sacó su celular del bolso.

—Le pedí a tu secretaria el contacto de su jefe –dijo, mostrándome el número en la pantalla.

—Skye, no puedo llamar a su jefe. ¿Qué voy a decirle? Disculpe, ¿puede ponerme en contacto con la fotógrafa que envió a Escocia? Me acosté con ella un par de veces y ahora no contesta mis llamadas –dije, hundiéndome aún más en la silla.

Skye revoleó los ojos.

—Podrías dar menos detalles que esos.

—Sólo la avergonzaría.

—Pero debe haber una razón por la que no atiende el teléfono. Oí de un avión que se desplomó en el Amazonas hace varios años, y algunos de los pasajeros sobrevivieron y quedaron perdidos en la selva por…

—Skye, déjame detenerte ahí –dije, levantando la mano para que se callara, aún sabiendo que lo odiaba–. Los hombres no somos cómo las mujeres. Sabemos que cuando alguien no te llama o atiende tus llamadas, es porque no quiere hacerlo, y no porque se perdió en el Amazonas.

Skye me lanzó una mirada asesina.

—No es que las mujeres inventemos excusas por ustedes. Sólo pensamos en todas las posibilidades.

—De acuerdo, ¿te digo una posibilidad? Simplemente no quiere hablar conmigo –dije, sintiendo más dolor del que mostré, al pronunciar esas palabras.

Skye me miró con simpatía.

—No digas eso, Magnus. Cualquier mujer estaría feliz de estar contigo. Y créeme, cuando estuvo aquí, se veía feliz, incluso… enamorada.

Me hubiera gustado creer lo que decía. Pero conocía a Sophie mejor que ella.

—No te equivoques, Skye. Sophie es como el hombre de esa vieja canción americana. Ya sabes, la del mar.

Skye me miró confundida. ¿Realmente me haría cantarla?

“Mi vida, mi amante… es el mar” –entoné lo mejor que pude–. Bueno, en el caso de Sophie es su trabajo.

Se notaba que Skye hizo un gran esfuerzo para no reírse de mi interpretación musical.

—Sigo pensando que hay una razón –dijo, intentando ponerse seria.

—Así es. No quiso quedarse aquí cuando lo propuse y no quiere seguir en contacto conmigo si lo nuestro no tiene futuro.

—Pues era obvio que no se quedaría. Se conocen hace sólo una semana y toda su vida está allá. Aunque dejara su trabajo, lo que no sucedería, toda su familia vive en Estados Unidos. ¿Qué iba a hacer?

Me levanté de la silla y comencé a caminar por el estudio. ¿Había sido una locura el pedirle que se mudara aquí? Sophie definitivamente lució sorprendida cuando lo hice. Pero podía jurar que, por un instante, vi duda en sus ojos. Creo que al menos lo consideró, y eso ya era algo. Significaba que quería estar conmigo, ¿o no? Sólo que había razones lógicas para no hacerlo. Y si había aprendido algo de Sophie en nuestro tiempo juntos, era que se guiaba por la lógica.

—Magnus, harás un agujero en el piso –dijo de repente Skye, trayéndome de vuelta de mis pensamientos.

—Lo siento –respondí, deteniéndome junto al juego de mesa y sillas que habíamos ocupado la vez que vino a mi estudio–. Creo que tienes razón. Inventaré alguna excusa para preguntarle a su jefe por ella, y si confirma que está allí, entonces sabré que simplemente no quiere hablar conmigo.

Skye me devolvió una sonrisa optimista.

—De acuerdo, te envío su contacto y haz eso cuanto antes. Sólo puedes sobrevivir de 2 a 4 días sin agua.

Me agarré la frente pero ya no argumenté nada.

* * *

—¡Señor MacLeod! Muy buenas tardes. ¿A qué debo el placer? –dijo el hombre de voz aguda al teléfono.

—Buenas tardes señor Jones. Llamaba para felicitarlo por el buen trabajo de la fotógrafa que envió. Quedé muy conforme con los resultados.

El hombre aclaró la garganta y cuando volvió a hablar sonaba incómodo.

—Ah… ¿pudo ver las fotografías? ¿Qué digo? Por supuesto que las vió. Son excelentes… ¿verdad? Muchas gracias a usted por permitirnos el… el acceso a sus propiedades.

¿Qué sucedía aquí? Este hombre no balbuceaba tanto la primera vez que hablamos por teléfono. Y su voz parecía más aguda con cada oración que completaba.

—Ni lo mencione –dije, siguiendo con mi plan–. ¿Tiene idea de cuándo estarán editadas las fotos? Me gustaría recibir una copia si no es molestia.

El jefe de Sophie volvió a aclarar la garganta. Parecía un acto inconsciente pero revelaba su incomodidad con nuestra charla.

—S…sí. La fotógrafa está trabajando en ellas mientras hablamos. Estimamos que estarán listas para el martes. Me aseguraré de enviarle una copia de todo.

Entonces Sophie estaba bien. Sentí un enorme alivio al saber eso.




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