Una semana en Escocia, una vida en tu corazón

CAPÍTULO 16

CAPÍTULO 16: Día 2 sin él - Parte 1

~Sophie~

—Matt, ¿tú sabes qué le sucede al jefe? –pregunté por lo bajo a mi vecino de cubículo y confidente en la revista.

—Que bueno que no soy el único que lo notó –susurró de igual manera–. ¿Verdad que está actuando extraño?

Ambos miramos discretamente hacia la oficina de vidrio, levantando la vista apenas, por encima de nuestros monitores.

—¿Con quién crees que esté hablando?

—No lo sé, pero lo vi secarse el sudor del cuello, con la mano –señaló Matt, y pareció que un escalofrío le recorrió el cuerpo–. Espero que no me llame para darme nada.

En frente nuestro, Pam se rió por lo bajo.

—Yo sí sé qué le pasa –dijo, asomándose un poco para vernos.

Bastaba con ver sus ojos para saber que contenía una sonrisa.

Iba a pedirle que hablara, cuando de repente oímos la puerta de vidrio abrirse.

—Sophie, ¿puedes… venir un momento?

—Sí señor Jones, ahora voy –respondí de inmediato.

Detrás mío, Matt repetía por lo bajo: No le des la mano. No le des la mano. Y eso casi me hizo reír.

* * *

—¿Crees…? Tú eres la experta, pero, ¿crees que podríamos tener las fotografías de tu viaje… editadas para el martes? –preguntó mi jefe, como con temor.

Eso me tomó por sorpresa. Apenas había vuelto al trabajo hoy, ¡y sólo faltaban 5 días para el próximo martes!

—Son al menos 1.000 fotografías y aún estoy en el proceso de revisarlas una por una para elegir cuáles editar –respondí, recordándome que era mi jefe y que debía mantener la compostura.

—Ya veo, sería… un plazo poco realista –dijo, por fortuna dándose cuenta, mientras se pasaba la mano por el cuello.

No pude evitar lanzarle una mirada a Matt, a través del vidrio, que como lo pensé, miraba la escena desde su cubículo arrugando la nariz y frunciendo el ceño.

—¿Puedo preguntar por qué el martes? Los compaginadores no esperan las fotos sino hasta el mes próximo.

El jefe pareció ponerse aún más nervioso. Aunque nervioso no era la palabra correcta, sino más bien incómodo. Y por la forma en la que evitaba mirarme y ni siquiera me había invitado a sentarme, el sentimiento debía tener que ver conmigo, ¿o no?

—Es verdad, fue… fue mi error. No sé por qué le dije el martes.

—¿Le dijo? ¿A quién? –pregunté intrigada.

—A nadie. No te preocupes. Sólo… hazme saber cuando vayas teniendo algunas listas, ¿de acuerdo? –dijo, con una sonrisa tiesa.

Algo sucedía aquí.

* * *

Cuando volví a mi cubículo, una caja me esperaba en mi escritorio.

—Te llegó correspondencia en los 5 minutos de silencio que guardaron con el jefe –dijo Matt, conteniendo la risa–. ¿Falleció un colega y no me enteré?

—Que gracioso, Matt. Fue muy incómodo, ¿sabes? –respondí, abriendo rápidamente la caja.

—¿Te compraste un celular?

—Sí, olvidé el mío en el taxi que me recogió del aeropuerto. Ni siquiera pude avisarle a mi hermana que llegué a la ciudad.

Ni a Magnus, pensé sin decir nada. De seguro estaba preocupado.

—Con razón anoche no contestaste –dijo Matt, ayudándome a conectar el cargador al tomacorrientes bajo el escritorio–. Quería invitarte a comer pizza para celebrar tu regreso.

—Sí, qué manera de regresar. Y ahora esto –dije mirando nuevamente hacia la oficina del jefe–. Pensé que si no me iba, terminaría diciéndome qué sucede en realidad.

Pam volvió a interrumpir y entonces recordé que antes dijo saber lo que sucedía.

—No te lo dirá, Sophie –dijo, acomodando sus lentes–. ¿Sí sabes que el jefe aún es soltero porque es muy tímido con las mujeres, verdad?

—¿Y eso qué tiene que ver con esto?

—Bueno, resulta que ayer, precisamente, le pasé el resumen de los gastos que hiciste con la tarjeta del trabajo durante tu viaje.

—¿Y? –preguntó Matt, acercando más su silla hacia nosotras.

Claramente más interesado en todo este asunto que en su trabajo.

Yo por mi parte, estaba helada. No había comprado los condones con esa tarjeta –de hecho, ni siquiera los había comprado yo–. Entonces, ¿de qué se trataba esto?

Pam hizo una larga pausa para generar suspenso.

—Pues que tú, Sophie, pequeña traviesa… compraste lencería erótica en tu viaje de trabajo.

Toda la oficina debió escuchar la exclamación de sorpresa de Matt. Yo me cubrí el rostro con las manos y Pam comenzó a reír por lo bajo.

—Lo siento, creí que había entrado un virus a mi computadora –dijo Matt, a modo de disculpa general.

—Los de la tienda dijeron que aparecería como indumentaria femenina –dije, deseando que la tierra me tragara.




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