Una semana en Escocia, una vida en tu corazón

CAPÍTULO 18

CAPÍTULO 18: Día 2 sin ella - Parte 3

~Magnus~

Jamás vi venir la bofetada.

Nunca me habían golpeado y sólo dos veces en mi vida –contando ésta– había hecho algo para merecerlo. Y las dos veces fue a Hannah.

Quise llevarme la mano a mi mejilla para ver si eso calmaba el ardor, pero me detuve antes de hacerlo. Aceptaría como un hombre cualquier castigo que ella creyera justo. Incluso si era físico.

—¡¿Cómo pudiste hacerme esto, Magnus?! –preguntó, con los ojos llenos de lágrimas.

Nunca creí que lloraría. Si había algo que odiaba, era ver a una mujer llorar y jamás deseé ser yo la causa.

—Lo siento, Hannah –respondí, y eso me ganó otra bofetada.

Esta vez la esperaba.

—¡Deja de decir eso! ¡No cambia lo que hiciste y no sirve de nada si no te arrepientes de haberlo hecho!

No tenía nada que argumentar a mi favor respecto a eso.

Me gustaría poder decirle que me arrepentía de haberle sido infiel, pero no sería sincero. Aún si pudiera volver el tiempo atrás, no cambiaría ni uno sólo de los momentos que compartí con Sophie. Habían sido perfectos.

—Sólo contesta mi pregunta –suplicó, arrancándome de mis pensamientos–. ¿Cómo pudiste? ¿Y por qué?

Hannah se sentó en la cama, sin apartar su mirada de la mía. Las lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas, pero ví la determinación en sus ojos, y supe que no se calmaría sino hasta obtener una respuesta.

—Hannah, lo nuestro había terminado, aún antes… de nuestro compromiso. Ni siquiera creí que tú creyeras otra cosa –dije, aún de pié junto al buró.

—¡Nos estábamos dando un tiempo! Y sí, sabía que pasaste los primeros meses llevándote todo lo que tuviera piernas y pechos a la cama, pero nunca creí que tomarías a ninguna de esas mujeres en serio. Y ahora de la nada, aún estando comprometido conmigo, ¿vas y presentas a esa zorra ante toda tu familia?

—¡No hables así de ella! –dije, de repente descubriendo que sí había algo que no aceptaría de Hannah, sin importar cuán herida estuviera.

Eso pareció sorprenderla.

—Se robó a un hombre comprometido. ¿Cómo más debo llamarla?

—Ella no sabía de nuestro compromiso. Le dije que había terminado, ¡porque así lo creí! –respondí, levantando la voz sin querer hacerlo.

Tomé aire y esperé a calmarme antes de continuar.

—Hannah, hace tres años te pedí terminar. No quisiste aceptarlo y propusiste esta idea de darnos un tiempo. Pero sabías que no era lo que yo quería.

—¡¿Entonces por qué aceptaste?! –gritó, volviendo a levantarse–. ¡¿Por qué no terminaste conmigo y pusiste fin a nuestro compromiso en ese momento?!

—¡Fue porque aún estabas lidiando con… demasiado! Creí que sólo necesitabas más tiempo para asimilarlo y si salíamos con otras personas quizás incluso podrías enamorarte de alguien más.

—No hay nadie más para mí, Magnus MacLeod –dijo, acercándose a mí como si fuera a besarme o a matarme.

Esta versión de Hannah siempre me había asustado un poco. Las probabilidades de que un hombre muriera a manos de su pareja eran pocas, pero nunca cero.

—Pues yo sí me enamoré de alguien más –dije con firmeza.

No podía dejarme intimidar.

—Por favor, Magnus. Tuvieron una escapada sexual de una semana, eso es todo. Y si resultó ser excelente en la cama quizás sea porque tenga una amplia experiencia en la materia. Quién sabe con cuántos ha estado.

—Te lo advierto, Hannah –respondí, apretando los dientes.

Ella se acercó aún más.

—¿Usaste protección en todo momento? –preguntó, mirando hacia abajo, en dirección a mi entrepierna–. Si no lo hiciste deberé pedirte que te hagas algunos estudios antes de la boda.

—¡No habrá boda, Hannah! –dije, dando un paso atrás para poner algo de distancia entre nosotros, pero dí con el buró.

—¡Despierta, Magnus! Esa mujer se fue. Y ni siquiera hubiera estado contigo en primer lugar si hubiese sabido lo que hiciste. Pero yo te perdoné y seguí a tu lado a pesar de todo –dijo, sabiendo que con eso podía controlarme–. Soy la única para tí, sólo acéptalo.

Todos estos años había usado el peor momento de nuestras vidas para manipularme. Y el hecho de que yo supiera que lo hacía, no lo volvía menos efectivo.

Sólo pude bajar la mirada mientras Hannah unía sus labios a los míos. Odiaba el sabor de su labial y estaba seguro de que lo sabía y por eso lo usaba.

Todo sobre su manera de besarme era como una carta de odio hacia mí, y no entendía por qué se obligaría a ella misma a pasar por esto. Pero lo hacía.

Sentí sus manos en mi cinturón y sus dedos abrieron la hebilla con destreza. Dejé que me tocara por encima del pantalón y luego me desvistiera, pero yo no la toqué ni removí una sóla de sus prendas. Hannah se despojó de todo ella misma y luego tomó mi mano para guiarme a la cama.

En ese punto, sentí que argumentar era en vano. Era mi culpa que ella fuera de esta manera. Y no podía liberarme ahora.




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