Una semana en Escocia, una vida en tu corazón

CAPÍTULO 19

CAPÍTULO 19: Día 3 sin él - Parte 1

~Sophie~

—Tiene que haber una explicación.

—No la hay, Matt. Así son los hombres –dije, frotándome los ojos.

Había pasado las últimas 6 horas editando las fotografías de mi viaje y mirar fijamente al monitor tanto tiempo, siempre me cansaba la vista. Aún así, lo peor de editar estas fotos, era los recuerdos que traían.

—No digas eso, Sophie. Mírame a mí, yo no soy así –dijo Matt, girando su silla en dirección a la mía–. No dejes de creer en el amor por este tipo.

—Mi novio también me engañó, varias veces, de hecho. Ahora es mi ex, claro –aportó Pam, desde detrás de su pantalla.

—Ese comentario no ayuda, Pam.

—Chicos. No me siento engañada –intervine, antes de que comenzaran a discutir–. Engañó a su prometida conmigo. Me siento usada. Y una tonta por haber creído que se enamoró de mí.

Matt pareció considerar mis palabras.

—Hay algo que me resulta extraño en eso –dijo finalmente–. Entiendo que se acostara contigo porque muchos hombres no tienen problema en ser infieles. Pero no le propones a tu amante que viva contigo cuando vas a casarte con alguien más, y él lo hizo.

—Quién sabe, Matt. A lo mejor creyó que sería divertido tener a las dos eventualmente bajo el mismo techo –propuso Pam.

Definitivamente ella tampoco confiaba en los hombres.

—Mi padre se acostó con mi niñera por 5 años y mi madre nunca sospechó nada. Cama adentro, ya lo creo.

—Pam, no eres la mejor persona para hablar de este tema –dijo Matt, levantando una mano como pidiéndole que se detuviera–. Sophie, ¿a tí te dió la impresión de que era ese tipo de hombre?

—¡Claro que no! Él es… perfecto –respondí, suspirando como una idiota enamorada–. Se nota que tiene en alta estima a las mujeres por la manera en la que valora la opinión de su hermana. Y es increíblemente respetuoso y considerado… ya saben, en la intimidad.

¿Por qué tuve que recordar eso?

—Un hombre considerado en la cama es difícil de encontrar, créeme, aún sigo buscando –dijo Matt, tocando mi hombro.

—Sí, Steve era muy desatento en ese aspecto. Creo que creía que si él quedaba satisfecho, yo también, no lo sé, como por arte de magia. En cambio Magnus pensaba siempre en mi primero –dije suspirando de nuevo–. ¡Qué vergüenza! Debí haber llevado el cartel de necesitada de buen sexo en la frente. ¡Por eso se me acercó!

—Sophie, si hay algo que tú no pareces, es necesitada de sexo. Es más, estás a un paso de parecer asexual –dijo Matt, luego shushando a Pam cuando comenzó a reírse.

—¡Ey! No hagan bromas sobre mi vida sexual. ¿No ven que estoy de duelo?

—¿Sabes qué ayuda con el duelo? –preguntó Pam emocionada.

—¿Qué cosa? –preguntamos, esta vez, Matt y yo a coro.

—Ver que la persona con la que se quedó no es tan linda como tú. ¿Cómo dijiste que se llama ella? Hannah…

—Clark. Hannah Clark –dije, sin saber por qué.

¿De verdad quería saber más sobre ella? De seguro era más hermosa que yo o exitosa. Magnus era literalmente de la nobleza. No se casaría con cualquiera.

Pam confirmó mis sospechas.

—¿Saben qué? Mejor no. Es feo compararnos entre mujeres, deberíamos dejar de hacerlo –dijo, dando clicks apresurados, evidentemente intentando cerrar las ventanas del buscador que había abierto.

Matt y yo prácticamente saltamos de nuestras sillas para ir de su lado.

—¡Detente! ¡Déjanos ver! –dijo Matt, sacando su mano del mouse.

Quedó abierta su cuenta de Instagram.

—¿Es… algún tipo de modelo? –pregunté cuando logré superar el asombro, viendo que en su mayoría publicaba fotografías profesionales de estudio de ella misma.

Pues Hannah, al parecer, era una auténtica diosa nórdica.

¡Maldición! ¿Quién le había dado derecho a ser tan bella?

—Se tiñe, estoy seguro –dijo Matt, sin poder despegar los ojos del monitor.

—Matt, hasta sus pestañas son rubias, casi blancas. Ese cabello no es teñido.

Era de un rubio dorado muy claro, largo y en ondas, lo cual lucía perfecto para su piel clara y resaltaba sus penetrantes ojos grises.

No tenía oportunidad contra ella.

—Sophie, tú eres una belleza mucho más natural. Las rubias perfectas pasaron de moda –dijo Pam, tratando de animarme.

—La perfección nunca pasa de moda –respondí, arrimando una silla para torturarme viendo un poco más.

Matt hizo lo mismo.

—Sólo diré que estas fotos no dejan mucho a la imaginación –comentó, señalando una en la que estaba prácticamente desnuda.

Su cuerpo, por supuesto, no tenía ni un gramo de grasa extra y era igual de perfecto que el resto de ella.

El mío no estaba mal, pero se notaba que Hannah dedicaba buena parte de su día a ir al gimnasio.




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