Una semana en Escocia, una vida en tu corazón

CAPÍTULO 22

CAPÍTULO 22: Día 1 juntos - Parte 1

~Sophie~

—¡Mami! ¡El hombre de tu foto está aquí! –dijo mi hija, por segunda vez esta semana.

La primera había sido al ver al nuevo vecino. Un hombre alto, ancho de hombros y de cabello rubio de largo medio.

La confusión de Mel venía de que sólo había logrado ver la fotografía una vez, y de que en ella, el rostro de Magnus estaba en partes cubierto por su cabello –desarreglado, por supuesto, producto de una noche como la que pasamos–.

Era la única foto que tenía de su padre y nunca había podido mostrársela, porque en ella, Magnus estaba completamente desnudo –sólo apenas, y artísticamente, cubierto en la entrepierna por una manta–.

Qué tiempos aquellos.

Pero Mel la había descubierto, y lista como era, parecía haber intuido que si la fotografía de ese hombre estaba oculta en mi cajón –dentro de un libro, bajo varias revistas–, quién salía en ella debía ser alguien importante para mí. Y al parecer, se había dado a la tarea autoimpuesta de encontrarlo en dónde fuera.

Ahora, medio edificio, casi toda la oficina y hasta gente del supermercado al que iba regularmente, sabían que tenía la fotografía de un hombre en el cajón de mi mesa de luz como si fuese una psicópata.

—¡Hija! ¡Deja de decirle eso a la gente! –exclamé, yendo a ver de qué hombre rubio se trataba esta vez.

Cerré la puerta para poder quitar el seguro, y cuando volví a abrirla, no pude creer quién estaba del otro lado.

Sí era el hombre de la foto. Y se veía exactamente igual al día en que se la tomé –antes de perder la ropa, claro–.

—Magnus –dije, sin poder cerrar la boca después.

¿Cómo?… y ¿por qué estaba aquí?

—Sophie, lamento… haber venido sin avisar –se disculpó, y sus ojos iban de mi rostro al de Mel, y de regreso.

Claro. Archer.

—Hola señor. Mi nombre es Mel –dijo mi hija, extendiendo la manita.

Magnus no dudó en tomarla, y no tenía ni un minuto de conocerla y ya tenía cara de padre baboso. ¿Quién le había dado permiso?

—Mel, mami y el señor tienen que hablar cosas de adultos. Por favor, ve a tu habitación.

Ambos pusieron cara de decepcionados, pero Mel obedeció y Magnus no protestó. Eso me bastaba.

—Pasa. Hablemos adentro, tengo vecinos curiosos –dije, abriendo más la puerta para dejarlo entrar.

Verlo en mi apartamento era surreal. Magnus llegaba casi al alto del marco de la puerta y parecía demasiado grande para los reducidos espacios de mi living comedor cocina, lo que confirmaba mis suposiciones. Este hombre definitivamente pertenecía a castillos y palacios residenciales, no a apartamentos de 2 ambientes como el mío.

Eso me recordó.

—Disculpa, siéntate por allí, tengo que… recoger algunas cosas –dije señalando el sofá, mientras yo me apresuraba hacia el pequeño tendedero plegable en un rincón del comedor.

Tenía ropa tendida, ¡incluida mi lencería!

—Sophie, no hay nada allí que no haya visto antes –dijo, ¡atreviéndose a sonreír!

—Te aseguro que no has visto estas –respondí por lo bajo, haciendo todo un bollo y llevándolo rápidamente a mi habitación.

¡Qué vergüenza! Había cambiado el encaje y modelos como el Black Pearl, por el algodón y las panties de tiro alto. Eso no es algo que ninguna mujer querría que su ex se entere. Si es que podía llamar a Magnus así.

—Hice mal en no avisar, lo siento. Es sólo que no creí que aceptarías verme si te llamaba primero –continuó a mi regreso.

Se había sentado en el sofá, como se lo indiqué, pero se veía incómodo. Como si no supiera exactamente cómo sacar el tema del elefante en la habitación.

—Sé que sabes… que me casé –dijo finalmente, mirando hacia abajo.

—Algo de eso oí, sí.

—Sophie…

—¿Qué? –pregunté, sentándome con brusquedad en el sillón individual que estaba de frente al sofá–. ¿Quieres que te reclame el hecho de que deliberadamente me mentiste y te fuiste a la cama conmigo estando comprometido con otra mujer?

Bajé la voz para esa última parte.

—Lo siento, Magnus. Pasaron 5 años y seguí con mi vida. Ya no me importa –mentí.

Eso pareció dolerle.

Había olvidado que se veía como un cachorro mojado cuando algo lo hería.

—Quería… tratar de explicártelo de todos modos –dijo, sin mirarme a los ojos.

—Pues no es necesario. Mejor dime por qué estás aquí, aunque imagino que tiene que ver con alguna idea loca de tu amigo Archer.

Magnus levantó la mirada.

—Le pedí que no me mencionara.

—Pues lo hizo. Repetidas veces, de hecho.

—Él creyó… que Mel podría ser mi hija –dijo, poniendo en palabras lo que ya suponía.

Traté de actuar como si eso no significara nada.




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