CAPÍTULO 23: Día 1 juntos - Parte 2
~Magnus~
Mel era maravillosa. Inteligente y muy desenvuelta para su edad. Definitivamente había heredado esas cualidades de Sophie. Y era verdad, lucía idéntica a Skye, pero sólo porque Skye solía verse como una versión en niña de mí. Después de todo, mi hermana y yo éramos mellizos, y de niños, nos parecíamos mucho –algo que Archer parecía aún hoy encontrar divertido–.
Pensé en cómo reaccionaría Mel si le decía que se parecía a mí de niño y debí contener una sonrisa o el staff del hotel creería que estaba loco. Esa niña de seguro me pediría ver fotos. Tenía que preguntarle a Sophie de dónde venía su obsesión con los chicos.
Subí a mi habitación, me cambié y ordené comida al cuarto para perder el menor tiempo posible almorzando. Tenía un nudo en el estómago desde las noticias de Archer, y no había podido comer nada desde entonces. Sólo ahora que finalmente había hablado con Sophie y conocido a Mel, me sentía más esperando y mi estómago comenzaba a calmarse y a reclamarme atención.
Y hablando de atención, Sophie me había prestado bastante.
Me gustaría poder decir con certeza, que era porque aún sentía por mí lo que yo por ella. Pero no me atreví a verla a los ojos lo suficiente como para descubrirlo. Sin embargo, me pareció que Sophie se percató de que algo no andaba bien conmigo, y que rostro se suavizó cuando me oyó reir. ¿Quería decir eso que yo aún le importaba? Esperaba que sí.
Cuando se fue, hace poco más de 5 años, nunca concideré venir a Estados Unidos tras ella. Toda mi vida estaba en Escocia y jamás me imaginé viviendo en otra parte. Pero ahora eso había cambiado. Aún si Sophie nunca aceptaba volver a tener una relación romántica conmigo, mi lugar estaba junto a ella y Mel. Así debía ser.
Tenía que hablar con Hannah antes del almuerzo de mañana. Pero primero, debía darle la noticia a Skye.
Mientras la llamaba, recibí la ensalada Waldorf que había ordenado por recomendación del hotel –por ser un plato creado aquí en América–, y resultó ser espantosa. O al menos no de mi gusto. Quizás a algunas personas les gustaba la combinación de apio, manzana, nueces, pasas de uva y mayonesa, en una ensalada, pero mi estómago se rehusaba a tanta mezcla.
A todo esto, era extraño que Skye no contestara. ¿Habría sucedido algo?
—¡Magnus! –dijo del otro lado del teléfono, luego del cuarto intento por llamarla–. Lo siento, estaba ocupada. Al parecer uno de los turistas descubrió una cámara oculta en uno de los sitios y ahora me dirijo hacia allá para verla con el arquitecto. De seguro necesitaremos reforzar su estructura antes de permitir el ingreso, como hicimos con el resto del lugar.
—¿Una cámara oculta? Creí que ya no quedaba nada por descubrir en esos castillos –dije sorprendido–. Bueno, llámame en cuanto puedas. Tengo novedades.
—¡No, espera! ¡Ni se te ocurra colgar! Aguarda, estacionaré el auto para no provocar un accidente –pidió, sonando emocionada–. Ahora sí, dime… ¿soy tía?
—¡Lo eres! –respondí, no pudiendo contener la sonrisa.
Esperaba los gritos de alegría que oí del otro lado pero los bocinazos fueron una sorpresa.
Skye amaba a los niños, siempre había sido así. Pero con nuestras vidas amorosas como iban, había perdido la esperanza de tener retoños en la familia.
—¡Skye, te arrestarán por alterar el orden público! –dije, riéndome por segunda vez el día de hoy.
Definitivamente me sentía mejor de lo que me había sentido en años.
—¡Estoy en medio de la nada! Sólo las ovejas podrían denunciarme y dudo que lo hagan. Reservaré un vuelo a Houston cuanto antes.
—Supongo que Sophie no tendrá problema en que vengas, pero le preguntaré primero.
—Sí, sí, por supuesto. No quiero imponerme. Pero Magnus, cuéntame sobre tu hija –dijo, claramente olvidando que se dirigía a algún lado.
* * *
Para cuando nos despedimos, Skye sabía todo lo que yo sobre Mel, que no era mucho, pero ya era algo.
Tenía una lista de cosas que quería saber de ella en sus propias palabras, como si le gustaba la escuela, si tenía amigos, cuál era su materia favorita, por qué tenía una colección de muñecos en traje de baño, y cosas así.
Pero otras tantas, sólo Sophie podría contestarlas, como cuál fue su primera palabra, cuándo comenzó a caminar, qué le había dicho sobre su padre y mucho más. Cosas que Mel no recordaría o que quizás le costaría explicar. Aunque dudaba que hubiera cosas que Mel no pudiera explicar si las sabía.
Pero no podría preguntar nada de eso si no hablaba con Hannah primero. Así que luego de terminar mi llamada con Skye, me dispuse a llamarla.
Supuse que tal vez no contestaría el teléfono –por lo general no lo hacía–, y que debería llamarla varias veces durante el día hasta que se cansara y atendiera. Pero no fue así.
—Magnus –dijo, contestando en el primer intento.
El teléfono había sonado un buen rato, pero que siquiera contestara a la primera era todo un milagro.
—Hannah, hay algo que tengo que decirte –comencé, no esperando su respuesta–. Descubrí ayer que tengo una hija en Estados Unidos y vine a confirmarlo, y a conocerla. Y lo hice, es mía… y de Sophie.