Una semana en Escocia, una vida en tu corazón

CAPÍTULO 26

CAPÍTULO 26: Día 3 juntos - Parte 1

~Magnus~

—Señor MacLeod, muy buenos días. Es un placer conocerlo –dijo el hombre del otro lado de la pantalla.

Sería el abogado que llevaría adelante mi divorcio.

—Buenos días, señor Duncan. El placer es mío. Estoy listo para empezar con este proceso. Dígame, ¿cómo comenzamos? –pregunté, sintiendo un nudo en el estómago.

Sabía por Archer que los divorcios no eran nada fáciles. El suyo fue bastante caótico, de hecho, e incluso salió en los medios porque su ex esposa era una modelo famosa. Pero por aquel entonces mi padre acababa de enfermar y no tuve cabeza para preguntarle los detalles.

—Lo primero es enviar una petición de divorcio a su esposa, para que pueda analizarla con su abogado –explicó el señor Duncan–. Hay varios puntos sobre los que sería mejor llegar a un acuerdo antes de presentarnos ante la corte, como la división de bienes. De otro modo el proceso será mucho más lento.

Definitivamente no quería eso.

—Pero ya habrá tiempo para esas cuestiones –continuó–. Lo que necesitamos por el momento, para presentar la petición, es la causa de la ruptura irreparable del matrimonio.

—¿A qué se refiere? No deseo seguir casado con mi esposa, ¿eso es una causa? –pregunté, algo confundido.

El abogado pareció quedar estupefacto un instante.

—Lamentablemente no, señor MacLeod. En otros países quizás sería suficiente. Pero aquí en Escocia sólo se puede pedir el divorcio por una de cuatro razones –dijo, y prosiguió a nombrarlas–. Adulterio, comportamiento irrazonable, abandono del hogar durante el período de…

—Un año con consentimiento de la pareja o dos años sin su consentimiento –terminé por él–. Conozco esa parte de la ley, pero creí que esos eran factores a considerar para la división de bienes.

—Me temo que no lo son, señor. De hecho la ley no permite que ninguna de las partes sea penalizada económicamente por su comportamiento durante el matrimonio. Lo que acabo de mencionarle son las únicas razones válidas para solicitar un divorcio en Escocia.

Esto no lucía nada bien.

—¿Qué pasa si ninguna de esas razones se aplica a mi matrimonio?

El abogado guardó silencio un momento, como si necesitara tiempo para hallar la mejor forma de darme las malas noticias.

—Pues, sin alguna de esas causas, me temo que el divorcio no es posible.

Fue como si alguien me arrojara un balde de agua fría.

—Tiene que haber una forma. Dígame, ¿a qué se refiere con comportamiento irrazonable? Hannah actúa bastante irrazonable a veces.

El señor Duncan pareció contener una sonrisa.

—La ley se refiere en este punto, a comportamientos que hacen imposible la convivencia. Como abuso de sustancias, irresponsabilidad financiera, comportamiento coercitivo, abuso físico, verbal o psicológico –explicó.

—¿Y si hubo eso último? –pregunté, temiendo que el abogado me pidiera detalles.

Realmente no quería tener que "desnudar mi alma” en la corte. Pero si era necesario lo haría.

—¿Abuso psicológico? –preguntó, tomando una libreta y una lapicera–. ¿Vió a un terapeuta? Su testimonio sería muy valioso para probar esta causa en la corte.

Tragué saliva.

—¿Debo probarlo?

—Desde luego el juez tendrá en cuenta su experiencia personal y perspectiva al respecto, pero las pruebas ayudan a determinar factores decisivos. Como que el abuso ocurrió durante el matrimonio y no fue un comportamiento aislado, y que esa es la causa directa por la cual solicita el divorsio.

—Espere, espere. ¿Quiere decir que si existe la posibilidad de que el divorcio fuera solicitado por otra causa, el abuso psicológico como causa dejaría de ser válido? –pregunté, llevándome una mano a la frente.

—Pues sí, eso es correcto. ¿Por qué? ¿Existe en realidad otra causa?

Lancé un insulto por lo bajo, esperando que el señor Duncan no supiera leer los labios.

—Hace unos días me enteré de que tengo una hija, aquí en Estados Unidos, con una mujer que no es mi esposa, claro –contesté, cuando pude reponerme–. Fue concebida antes de mi matrimonio y si hubiera sabido de ella, jamás me hubiese casado. Ahora que lo sé, quiero quedarme aquí junto a ella y su madre, y esa es la principal razón por la que quiero divorciarme.

El abogado pareció tomarse un momento para asimilar mis palabras, y luego discretamente volvió a dejar en su escritorio la libreta y la lapicera que había tomado para anotar probablemente el nombre de mi terapeuta, si es que tenía uno.

Entendí con eso, que el abuso como causa ya no era una opción.

—Señor MacLeod, si su esposa sabe que usted se enteró de la existencia de su hija sólo recientemente, y puede probarlo, su abogado le dirá a la corte que esa es la verdadera razón por la que usted solicita el divorcio. Y lamentablemente, en este país, eso no es válido para la ley –dijo, entrecruzando los dedos–.

—¿Me está diciendo que debo permanecer casado aunque vaya en contra de mi voluntad? –pregunté, comenzando a desesperarme–. Tiene que haber algo que pueda hacer. ¿Y si le soy infiel a mi esposa?




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