CAPÍTULO 27: Día 3 juntos - Parte 2
~Sophie~
—¡Auch! ¿Por qué fue eso? –preguntó Matt, sobándose la cabeza luego del carpetazo que le di.
—¿Y tú por qué crees? ¡Le diste la dirección de mi casa a un perfecto extraño! –exclamé por lo bajo.
—Magnus no es un extraño, ya somos prácticamente amigos… espera, ¡¿ya está aquí?!
—Pues sí, llegó el sábado. ¡De imprevisto! Pudiste avisarme al menos –dije, sentándome a mi escritorio para comenzar a trabajar.
—Yo le dije que debía contártelo, pero no me hizo caso –aclaró Pam desde su cubículo.
—¡Magnus me pidió no hacerlo! Aseguró que no accederías a verlo y no quería robarle a Mel la oportunidad de conocer a su papá –se excusó Matt.
—Obviamente sí hubiese accedido a que visitara a Mel. Es su padre. Lo que pasó entre nosotros es historia aparte.
—¿Entonces ya se conocieron? ¿Mel ya sabe quién es?
—Sí, se presentó en mi apartamento el sábado y se lo contamos a Mel el domingo. Quise asegurarme de que la esposa de Magnus estuviera al tanto primero.
—¿Aún sigue casado con esa bruja? –preguntó Matt, frunciendo la nariz.
—No la llames así. No tenemos idea de cómo es ella en realidad –dije defendiéndola.
—Pues si buscas la definición de bruja en el diccionario, verás que dice mujer que se roba al hombre de tu amiga.
No pude evitar reírme.
—Yo aposté a que durarían un año –agregó Pam–. Qué extraño, no suelo equivocarme con esas cosas.
—Pues al parecer erraste por cuatro.
—¡¿Qué?! ¡¿Finalmente va a divorciarse?!
—Eso dijo, sí. Al parecer quiere quedarse aquí en Estados Unidos con Mel… y conmigo.
Matt casi se cayó de la silla al girarla tan rápido y Pam asomó tanto la cabeza por sobre su monitor, que me pregunté si aún estaba unida a su cuello.
—¡Sophie eso es fantástico! –exclamó Matt, todo por lo bajo.
—¡Felicidades Sophie! ¡Hasta que se decidió! –dijo Pam con una sonrisa.
—Chicos, estoy pensando en decirle que nada puede pasar entre nosotros –confesé, encogiéndome de hombros.
—¡¿Qué?! –preguntaron al unísono.
—Sophie, ¡¿estás loca?! Has estado enamorada de él los últimos cinco años –dijo Matt, mirando a Pam para que lo apoyara.
Pam asintió repetidas veces con la cabeza.
—Yo también creo que es una locura rechazarlo.
—Ustedes no entienden. ¿Qué pasa si lo intentamos y no funciona y terminamos odiándonos? Mel no necesita que sus padres tengan una relación, sólo necesita que se lleven bien.
—Pero debes tener un poco de fe, Sophie. Cuando hablé con Magnus, me dió la impresión de que ustedes dos significaban todo para él, aunque aún no conocía a su hija y no había hablado contigo en cinco años –dijo Matt con toda seriedad.
Tener fe y no tener miedo –que era lo que Lara me había dicho anoche– iban bastante de la mano. Y al parecer todo el mundo creía que era exactamente lo que necesitaba.
* * *
A las 11:00 me retiré del trabajo, como siempre, para pasar por Mel al jardín.
—¡Mami! ¡Me dieron al señor Bob de nuevo! –dijo entusiasmada, subiéndose al asiento de atrás con el conejillo de indias de la clase en su jaula.
—¡Qué bueno Mel! ¿Ya te perdonaron por cortarle el pelo? –pregunté, recordando la ocasión.
—¡Lo hicieron! Pero con la promesa de que no vuelva a acercarme a él con tijeras.
—Me parece lo mejor.
—¿Crees que a papi le gustaría un corte de pelo?
—No lo creo, Mel. Usa el cabello así desde que lo conozco –dije, conteniendo una sonrisa.
Me aseguraría de que no quedaran tijeras a su alcance al llegar a casa. Magnus probablemente no se molestaría si se durmiera un instante y despertara con el corte de Messi. Pero a mi me gustaba su cabello a los hombros, tal y como lo tenía cuando nos conocimos.
—Mami, ¿por qué papi no puede vivir con nosotras? –preguntó mi hija, arrebatándome de mis pensamientos.
Me tomé un momento para decidir cómo explicárselo.
—Pues verás, mami y papi no están casados como otros padres, y no están de novios tampoco.
—¿Como lo estaba la tía Lara con el señor John?
—Claro, como ellos hasta hace poco.
—¿Pero sí saliste con papi antes?
—Pues… algo así, sí –mentí, porque no podía decirle a mi hija que en realidad había sido la otra mujer una semana completa.
—¿Y crees que volverán a estar juntos? –preguntó, y no pude evitar mirar sus ojitos a través del espejo retrovisor un instante.
Se veían redondos –como era habitual cuando el tema le interesaba– y muy esperanzados.
—No lo sé, Mel –respondí, esta vez con la verdad–. Pero sí sé que siempre nos tendrás a ambos en tu vida.