Una semana en Escocia, una vida en tu corazón

CAPÍTULO 28

CAPÍTULO 28: Día 3 juntos - Parte 3

~Magnus~

—¿Hola?

—Magnus, Mel pasó detrás tuyo con las tijeras. Se subió al sofá para alcanzarlas.

—¡¿Qué?! ¿Cómo…?

—Las cámaras, Magnus. Lo ví aquí mismo en mi celular –dijo Sophie, sonando irritada–. Ve a regañarla.

—¿Yo? No puedo regañarla… –respondí, dejando lo que estaba haciendo en la cocina.

—Magnus, te pidió que le hagas helado, ¿no?

—Sí. ¿Las cámaras también graban audio?

—No, aunque debería poner unas que sí. Es lo que le pide a todos los que la cuidan para distraerlos. ¡Vé y regáñala! ¡Le debe estar cortando el pelo al señor Bob!

De inmediato me dirigí a su cuarto, aún con el teléfono en la mano, y entré sin tocar.

—¡Papi, no veas! ¡Es una sorpresa! –gritó Mel desde dónde estaba, sentada en la alfombra, con las tijeras y unos papeles de colores frente a ella.

—¡Lo siento! –dije, volteando hacia el pasillo.

De nuevo colocando el teléfono en mi oreja, volví a dirigirme a Sophie.

—Está haciendo algún tipo de… manualidad. Dijo que era una sorpresa.

Sophie suspiró.

—De acuerdo. Sólo porque debe estar haciendo algo para tí, te permito no regañarla esta vez –dijo con tono serio–. Pero pídele que te dé la jaula del señor Bob y mantenlo en dónde puedas verlo.

—De acuerdo. ¿Puedes no cortar por un momento? Hay algo que quiero preguntarte.

Sophie pareció dudarlo un instante pero finalmente accedió.

Ya con el señor Bob en la mesa pequeña del living, tomé de nuevo el teléfono.

—¿Dónde guardas el nitrógeno líquido? –pregunté, dirigiéndome a la cocina.

—Disculpa, ¿el qué?

—El nitrógeno líquido, para hacer el helado.

—¿Por qué le pondrías nitrógeno a un helado? ¿Quieres envenenar a mi hija o qué?

Nuestra hija –dije, conteniendo una sonrisa–. Y no, el nitrógeno líquido no es tóxico. Lo que hace es congelar la mezcla del helado en cuestión de minutos.

—¿De verdad? ¿Cómo sabes eso?

—Es lo que usan los cocineros en casa. ¿Recuerdas el postre helado que probaste en la fiesta de cumpleaños de mi padre? Lo prepararon esa tarde y estuvo listo gracias a eso.

—Creí que era comprado. ¿Eso tenía nitrógeno? –preguntó, sonando sorprendida.

—Sí. ¿Tú tienes?

—Claro que no, Magnus. Y tampoco tengo un chef escondido en la alacena. Por si lo buscabas.

No pude evitar reirme al hacerme la imagen mental de eso.

—¡Ah, por cierto! Lara irá a cenar esta noche –dijo de repente.

—¿Tu hermana? ¡Muero por conocerla! ¡Igual que al resto de tu familia! –respondí sin pensar, actuando como si Sophie y yo ya estuviéramos en una relación de nuevo–. Quiero decir… porque soy el padre de Mel, por eso –traté de corregirme.

—Sí, pues… ella quiere conocerte también –dijo, luego de un momento–. En fin, ya debo irme.

—Sophie, ¡espera! Hay otra cosa que quería decirte.

—¿Puede esperar a esta noche?

—Bueno… creo que sí, seguro –dije, no queriendo perturbarla más.

Luego de eso, se despidió rápidamente y cortó.

Nunca pensé que recuperarla iba a ser fácil. De hecho, ni siquiera pensé que Sophie me daría otra oportunidad. Y estaba listo para aceptarlo. Después de todo, yo fui el que se equivocó al casarse y era el único responsable de que ella perdiera su fe en mí.

Pero cuando inició ese beso, mis esperanzas volvieron. Ella aún me quería. Y la pasión que sentimos por el otro, casi al instante de conocernos, aún estaba viva. Tanto, que necesité de todo mi autocontrol para no despojarnos de nuestras ropas y hacerla mía ahí mismo, de pié junto al fregadero.

Casi me arranco un dedo con la batidora imaginando esa escena. Qué bueno que los números de emergencia estaban en la nevera.

* * *

Cuando Sophie regresó, Mel y yo estábamos viendo televisión en el sillón.

—¿De nuevo Frozen? –preguntó, dejando su bolso en la mesa.

—¡Papi jamás la había visto! –exclamó Mel, arrodillándose para ver a su madre por sobre el respaldo.

—Tiene un mensaje muy profundo. Realmente la estoy disfrutando –dije, defendiendo mi nueva película de animación favorita.

Sophie me miró con escepticismo.

—¿Cuál crees tú que es el mensaje? –preguntó como si fuera una prueba.

Como Mel, giré para verla mejor, pero sin arrodillarme en el sillón.

—El miedo sólo te paraliza y congela tu corazón –dije, y ví a Mel asentir con la cabeza a mi lado–. Tienes que dejarlo ir y a veces sólo confiar en quién te ama.

—¡Ay, por favor! –exclamó Sophie, levantando las manos en el aire–. ¿Estuviste hablando con Lara? ¿O con Matt?




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