CAPÍTULO 30: Día 5 juntos - Parte 2
~Magnus~
Salí corriendo del hotel y pude oír a Skye correr detrás mío. Una fuerte tormenta parecía estar a punto de desatarse porque incluso corriendo, sentía la resistencia del viento contra mi pecho y el cielo se había tornado gris y oscuro.
Sabía que había visto un parque de camino al apartamento de Sophie y tenía que tratarse de ese. Pero tal y como creí recordarlo, era enorme y con los árboles no se podía ver nada hacia su interior. Así que Skye y yo nos dividimos para buscar.
Pude sentir las primeras gotas de lluvia en mi rostro mientras me dirigía hacia el centro del lugar, y para cuando llegué a lo que al parecer era el área de juegos, la lluvia se había convertido en un diluvio.
Con el agua corriendo por mi rostro era difícil ver, pero estaba seguro de que la mujer rubia, de trench rojo, que se alejaba de los juegos, era Hannah. Y detrás, quedó Sophie, –si no me equivocaba–, con Mel escondida de la lluvia bajo su abrigo.
—¡Sophie! –grité, corriendo hacia ellas.
Estaba completamente empapada, con la ropa pegada a su cuerpo y su cabello, a su rostro, cuello, hombros y demás. Mel por su parte, parecía conservar su cabecita relativamente seca, pero el resto comenzaba a mojarse.
Lamenté no haber traído mi saco para cubrirlas.
—¡Sophie! ¡¿Estás bien?! –preguntó Skye, llegando al lugar casi al mismo momento que yo.
Sophie pareció salir de una especie de transe al vernos a los dos.
—Skye, lamento recibirte así –dijo, sonando extraña–. ¿Puedo pedirte que te lleves a Mel a tu hotel?
Skye pareció sorprendida, pero asintió con la cabeza de inmediato.
—Hola, Mel. Soy tu tía Skye –se presentó, mirándola con una sonrisa–. Ven conmigo.
Se sacó el abrigo y lo acercó a Mel para que se metiera debajo.
—Ella sí es tu tía, Mel. Vé, más tarde iré a buscarte –dijo Sophie, cuando Mel no atinó a moverse.
La situación era extraña. Sabía que Skye lo pensaba también.
Sophie parecía apenas consciente de que estaba bajo un diluvio infernal. Sólo cuidaba que Mel no se mojara pero ella estaba a punto de salir nadando con tanta agua que llevaba encima.
Mel obedeció sin decir nada y pasó del abrigo de su madre al de Skye, y ambas se fueron de prisa en dirección al hotel.
Entonces me atreví a hablar.
—Sophie, ¿qué sucede? Debemos salir de esta lluvia. ¿Por qué no fuimos con Mel y Skye? –pregunté, pero no obtuve respuesta.
De hecho, Sophie ni siquiera me miraba.
—Ven, mi hotel está a sólo una cuadra –dije, intentando tomarla del brazo.
Ella lo apartó como si el contacto la quemara.
—Esa lunática dejó ir al señor Bob –dijo, y sólo entonces ví la jaula vacía en uno de los bancos.
Maldición. ¿Por qué haría algo como eso?
—Ayúdame a buscarlo –me ordenó, aún sin mirarme.
Algo más sucedía aquí.
Iba a preguntarle, cuando Sophie tomó la jaula y comenzó a alejarse. Miraba hacia el suelo y movía cuanto arbusto encontrara a su paso. Parecía nerviosa, pero dudaba que tuviera algo que ver con encontrar al conejillo de indias.
—Sophie, espera. Háblame, ¿qué sucede? –pregunté acercándome a ella, no volviendo a cometer el error de tocarla.
—Nada, Magnus. Sólo… ayúdame a buscar.
—Pero algo sucede. ¿Por qué Hannah se llevaría a Mel del jardín? ¿Te dijo algo?
Eso finalmente la hizo detenerse y mirarme.
—Me lo contó todo –dijo con una expresión de profundo dolor, y entonces dejé de respirar por un instante.
No quería creerlo.
—Todo… ¿sobre qué? –pregunté, aunque sabía la respuesta.
Sophie comenzó a llorar, y era difícil distinguir sus lágrimas de la lluvia que mojaba su rostro sin descanso, pero yo podía verlas.
Lloraba porque lo sabía.
—¿Es cierto? ¿Causaste el accidente que hizo que Hannah perdiera a su hijo? –preguntó, mirándome a los ojos–. ¿Conducías bajo la influencia de algo con tu novia embarazada y tuvieron un accidente?
Apreté los puños, recordando por qué se suponía que nunca dejara a Hannah. Recordando lo que le había hecho. Cuánto dolor le había causado.
—Es verdad –respondí finalmente.
Sabía que Sophie jamás me dejaría cuidar a Mel de nuevo, que jamás confiaría en mí para hacerlo. Pero ya no quería ocultarle nada.
Sophie se cubrió la boca con la mano que no sostenía la jaula, y apretó los ojos. Ahogaba sus sollozos, eso estaba claro.
—Sólo probé eso esa vez, y Hannah… se apareció en el bar y comenzamos a pelear –intenté explicar–. Debí decirle que se tomara un taxi, pero quise llevarla a casa. La veía a ella mientras discutíamos en el auto y entonces… ni siquiera vi contra qué chocamos.
Sophie volvió a abrir los ojos, pero ya no me miraba.